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Columna
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Saldo vegatativo

Las expresiones de las estadísticas van poco a poco acercándose a poemas surrealistas escritos empleando la técnica de la escritura automática. Cuando empezó la crisis, los poetas (véase analistas ocupantes del sillón Doble Z de la Real Academia del Absurdo) acuñaron la expresión crecimiento negativo. No es difícil entender que un crecimiento de ese tipo es algo parecido a una disminución, pero ¿llegarán algún día a decir que disfrutamos de un desplome positivo de la economía? Si tal día llega, nunca sabremos si se trata de un cadáver exquisito, otra técnica surrealista que consistía en que un individuo escribía una frase sobre un papel y, tras doblarlo, se lo pasaba al siguiente que escribía la continuación sin saber qué es lo que había escrito su predecesor (esto también valía para dibujar).

Aunque los gaiteiros fuesen de ojos rasgados y las pulpeiras pakistaníes, Galicia sobreviviría

Nada de esto es nuevo ni en el surrealismo ni en la propaganda ni en la estadística. Disfrutamos hoy en día, loado sea el Señor, de cantidades ingentes de eufemismos baratos para lavar nuestras conciencias y tranquilizar al vulgo, que no hace más que tocar las narices con la mosca detrás de la oreja. Pero sincerémonos por una vez: un ataque preventivo no es una defensa, sino una agresión; una misión de paz perpetrada por militares no es una colecta del Domund, sino una invasión; un baño de Obama en el Golfo de México (sin que se sepa dónde) no es una novedad tranquilizadora, sino una imitación de Fraga en Palomares sin enseñar el bañador y un poco más moreno y delgadito.

La estadística -la Nueva Verdad Revelada, la Nueva Sabiduría Cósmica- nos da ahora las cifras del escaso saldo vegetativo positivo de Galicia. No se alarmen. No salgan corriendo hacia la huerta a ver lo poco que han crecido los calabacines o lo tarde que están madurando los tomates. No se trata de eso. El saldo vegetativo es el crecimiento de la población y el nuestro está tocado del ala. Que Galicia es un país oculto tras un Telón de Grelos ya lo sabíamos. Que dicho Telón está un poco chamuscado, también. Pero que digan que somos vegetales de saldo positivamente escaso, eso no nos lo dicen en la calle. Hace algunos años, otro estudio estadístico vaticinó que, si seguíamos al mismo ritmo de muertes y nacimientos, en 150 años los gallegos desapareceríamos de la faz de la Tierra. Y en esto llegaron la inmigración y la adopción, que prometían una estabilidad demográfica y una felicidad mestiza. Ese siglo y medio que nos daban de plazo para sobrevivir se borró de un plumazo de las estadísticas. Aunque los gaiteiros tuviesen los ojos rasgados y las pulpeiras fuesen pakistaníes, Galicia sobreviviría. Pero, hete aquí, que ahora todos -nativos, venideros, inmigrantes y un cantante de soul que pasaba por allí- somos sólo malas hierbas que no podemos ni sabemos garantizar el crecimiento de la población. Poco saldo y poca vegetación para garantizar la estabilidad demográfica y emocional de un país.

Difícil va a ser conseguir un baby boom nueve meses después de la visita de Benedicto XVI, porque la chavalada católica si no se casa no procrea, por mucho que se les arrejunte en campamentos (o vaya usted a saber lo que se gastan en clínicas privadas). Nuestro presidente Feijóo aún no ha contribuido con la descendencia que se le supone a un creyente aficionado a los toros para que no desaparezcamos. Y, por si fuera poco, Ikea no va a aumentar la población gallega porque ya se sabe que los suecos tienen pocos hijos.

¿Qué haremos el resto de los vegetales gallegos para que nuestro crecimiento no sea tan positivamente escaso o tan escasamente positivo? Mal están los asuntos legales a propósito de custodia compartida y de cumplimiento elemental de derechos de visita y esas cosas (no entremos en el infierno) y eso es otro factor a tener en cuenta. ¿Poligamia tal vez? ¿Vacas con derecho a voto? ¿Pimientos de Padrón transgénicos invadiendo los parkings subterráneos en una fecunda simbiosis hombre-máquina-planta? Cualquier solución a nuestro saldo vegetativo en números rojos será bienvenida. El esperma de Pepiño Blanco mezclado con el agua que arrojan los hidroaviones sobre los incendios no es la menor de las opciones.

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