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Crítica:Días de diversión
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La picaresca convierte el trofeo en triunfo

Bastaron dos toros para abrir por vez primera la puerta grande de Illumbe. El primer triunfador del ciclo es Pablo Hermoso de Mendoza, quien no desaprovechó un festejo de rejones a su medida y recibió dos benévolas orejas que le sirvieron para salir en hombros.

Todo salió según el guión previo y el rejoneador estellés fraguó un triunfo de muy poco peso. Parece que vuelven a estar de rebajas las orejas en San Sebastián. Con la mitad de trofeo habría estado más que premiada su labor.

Las dos orejas fueron una antología de la picaresca de la tauromaquia de los pueblos. El segundo toro de la tarde cayó rodado tras un fulminante rejonazo que propició la solicitud de la primera oreja. Rápidamente rodeó al astado la cuadrilla de Hermoso de Mendoza. José Serrano hacía gestos para animar al público hacia el segundo trofeo; se cruzó por delante de las mulillas para retrasar el arrastre del toro y acabó con un salto de triunfo cuando el presidente claudicó y concedió el benévolo doblete. Fue el mismo efecto que tuvo en el puntillero de la cuadrilla, Manuel Goncet, a quien no le cortaba bien el cuchillo hasta el mismo instante en que apareció el segundo pañuelo. El trapo sirvió de mágico afilador, pues el segundo apéndice se rebanó en escasos segundos.

SÁNCHEZ / ROUXIÑOL, HERMOSO Y HERNÁNDEZ

Seis toros de Herederos de Ángel Sánchez y Sánchez. Grandes, se presentaron excesivamente despuntados. Colaboraron los cuatro primeros y parados el quinto y sexto.

Luís Rouxiñol: Rejón atravesado haciendo guardia, cinco pinchazos, rejón trasero sin romper y tres descabellos (pitos tras un aviso) y cuatro pinchazos, rejón y dos descabellos (silencio tras un aviso).

Pablo Hermoso de Mendoza: Rejón fulminante (dos orejas) y pinchazo, rejón casi entero y descabello (saludos).

Leonardo Hernández: Siete pinchazos y rejón (silencio) y rejón en lo alto (oreja).

Hermoso de Mendoza salió a hombros de la plaza.

Plaza de Illumbe. 14 de agosto de 2010. Primera de la Semana Grande. Más de media entrada. El festejo se desarrolló con la cubierta de la plaza cerrada.

Hermoso salió a hombros tras cortar dos benévolas orejas a su primero

Es la picaresca de los torerillos de las plazas de pueblo, jaleando al maestro para calentar los tendidos y pidiendo las orejas con gestos de indignación. La cuadrilla de Hermoso trabajó lo suyo, pues el otro integrante, Alberto Navarro, tapaba con el capote su boca mientras gritaba "¡otra!" con esmerado disimulo.

En el quinto, la autoridad se apresuró a pedirles compostura cuando tras el descabello el aullido de satisfacción del auxiliador fue lo único que se oyó en la plaza. Estuvo acertado el delegado en recordarles que Illumbe es una plaza de primera, pero su torero ya estaba en hombros.

Con todo, Hermoso de Mendoza estuvo bien en sus dos toros. En el primero, clavó reunido, tuvo buenos momentos templando a un toro intermitente y estuvo espectacular con las banderillas. Tan sólo bajó el tono a lomos de Machado, cuando citó en corto y fue cogido sin llegar a perder el equilibrio. El quinto se paró demasiado pronto; comenzó bien, con largas carreras muy templadas, pero al animal se le acabó la cuerda y tuvo que abreviar en un deslucido tramo final.

La labor del navarro parecía de otro mundo tras comprobar las evoluciones del portugués Luís Rouxiñol, que hacía su segundo paseíllo lejos de Portugal en esta década. Tuvo el mejor lote, posiblemente porque nunca llegó a obligarles. No deja de ser una broma que se invite a un rejoneador de poco bagaje sólo para que Hermoso no abra la tarde. Resta categoría a la feria, y el convidado de piedra a punto estuvo de ser el protagonista al ofrecer un nivel mínimo en la suerte suprema.

La pugna debía estar con Leonardo Hernández, muy poderoso ante su complicado primero, clavando con riesgo, con el defecto de dejar que el toro topase continuamente con su caballo. En el sexto estuvo aseado con un parado animal y mató de un espléndido rejonazo al que le siguieron unos alardes de valor tan absurdos y unos gestos de alegría tan afectados que debieron restar en lugar de ayudar a sacar pañuelos.

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