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Columna
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Un socialdemócrata

El pasado viernes falleció Tony Judt, historiador británico, y judío. Días antes leía yo una reseña crítica de Richard Sennett a su último libro, Ill fares the land, al que consideraba su posible testamento. Un par de días después me sorprendió que esa predicción se hubiera cumplido de forma tan apresurada. Judt padecía esclerosis lateral amiotrófica desde septiembre de 2008. En cuestión de meses quedó paralizado del cuello para abajo, lo que no le impidió seguir escribiendo e incluso pronunciar alguna conferencia: su último libro es fruto de una de esas conferencias, leída el pasado octubre en la Universidad de Nueva York. La referencia a su origen judío no es caprichosa. Activo sionista de izquierda en su juventud, lo que le llevó a Israel a trabajar en un kibutz, su defensa posterior de un Estado israelí único, binacional, judeo-palestino y su crítica al Estado judío etno-religioso como un anacronismo le ganaron las antipatías del establishment judío: una programada intervención suya en el Consulado polaco de Manhattan en 2006 fue cancelada por presiones, al parecer, de la Anti-Defamation League y del American Jewish Committee.

Tony Judt era un disidente, en opinión de Richard Sennett "el disidente más grande de nuestra época". Estudioso de la historia del socialismo francés, su denuncia de la actitud condescendiente con el estalinismo de los intelectuales de izquierda franceses, a la que tachó de cobardía moral, tuvo una gran repercusión en el mundo intelectual. Él se definía como un socialdemócrata universalista y lo fue hasta el final, tratando de hallar nuevas propuestas para una ideología en horas bajas. En el posfacio a su libro Sobre el olvidado siglo XX plantea algunos de los retos a los que se enfrenta ya la izquierda, entre ellos el lugar y la concepción del Estado.

Crítico del Estado poderoso, por su propensión a la represión totalitaria de personas, instituciones y prácticas sociales, su defensa del Estado se basa en dos argumentos principales. El primero de ellos es que "el Estado es el único capaz de determinar con razonable imparcialidad entre demandas, intereses y bienes en conflicto". El segundo, y creo que más importante, es que en una época necesitada de instituciones intermedias "el propio Estado es también una institución intermedia", la única que puede interponerse eficazmente entre las fuerzas del mercado y la capacidad de desplazamiento del capital y el individuo inerme. Lo que le critica a la izquierda actual es el uso "conservador" que pretende de esa instancia intermedia, esto es, "conservar privilegios en nombre del sector más amplio posible de votantes bien organizados", a costa de considerar marginal lo que es hoy gravemente fundamental: "Hombres y mujeres con empleo precario, inmigrantes con derechos civiles parciales, jóvenes sin perspectiva de empleo a largo plazo, los cada vez más numerosos sin techo..." Su trayectoria intelectual es todo un estímulo.

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