La violencia en las piscinas continúa con otras dos agresiones a empleados
Un encargado de la instalación de Francos Rodríguez y una operaria de San Blas, últimas víctimas de los golpes e insultos de bañistas descontrolados
Los empleados de las piscinas municipales se han convertido este verano en un saco de golpes donde algunos bañistas descargan su violencia. Este fin de semana le tocó a un encargado de la instalación de Francos Rodríguez y a una operaria de San Blas, agredidos por usuarios a los que pidieron que cumplieran las normas básicas.
Desde que abrieron las piscinas a finales de mayo, ha habido 12 agresiones a trabajadores de piscinas municipales, cinco en las instalaciones de Palomeras (distrito de Puente de Vallecas), cuya concentración de problemas, con grupos de niños marginales sometiendo constantemente a los trabajadores, despertó el interés del alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, que anunció que acabaría con estas situaciones.
Un trabajador recibió un puñetazo y un golpe con un casco de moto
El aumento de la vigilancia policial no ha logrado que pare el problema
Este caso destapó el conflicto en las piscinas públicas (una de las opciones de ocio más socorridas en la capital: en 2009 las usaron casi un millón de personas, según fuentes sindicales) y puso en marcha a la Policía Municipal, que empezó a patrullar con más frecuencia para ahuyentar a los bañistas turbulentos. Pero las agresiones no paran.
El sábado a la una y media de la tarde el encargado del turno de mañana de Francos Rodríguez (distrito de Moncloa) se encontró con unos bañistas especiales. Dos hombres jóvenes que se bajaron de su moto a las puertas de la piscina, uno vestido de calle, sin toalla ni bañador, el otro, borracho y con una botella de alcohol en la mano. "Les dije que no podían pasar. Debí de estar 10 minutos hablando con ellos, pero se iban calentando, poniéndose violentos...", explicó ayer el trabajador -que no quiso dar su nombre, cosa común entre los empleados de estos centros públicos-. Agotada la fase argumentativa, el empleado quiso cerrarles la puerta y se inició la fase de choque: uno de los visitantes le atizó en la mano con su casco de moto y el otro lo enganchó con un puñetazo a través de la verja.
El encargado salió del brete con la ayuda de otro compañero que se acercó a socorrerlo (a esa hora aún no había entrado el vigilante de seguridad). Llamaron a la Policía Municipal, pero los agresores huyeron aprisa (lanzando, de paso, una litrona de cerveza al interior del recinto) y los agentes no los pudieron identificar. El empleado lo denunció en comisaría.
Al día siguiente -el domingo-, la ira de los bañistas descontrolados se trasladó a las piscinas de San Blas. A las dos y media de la tarde, una familia de entre 10 y 15 personas, según testimonio de los trabajadores de estas instalaciones, con adultos y niños, quiso entrar con menos tiques de los que debían. La operaria que corta los billetes intentó evitar que se colase alguno. Resultado: alguien la empujó para pasar y la mujer se golpeó en una cadera y un hombro.
La familia entró en tromba y no tuvo reparos en pasar la tarde en la piscina. Un socorrista de San Blas comentó ayer que la policía entró a buscar a los agresores, habló con ellos y finalmente ninguno salió de allí.
La encargada de tarde, María Jesús Fernández, de 50 años, explicó que es la primera vez que ocurre algo así en este lugar. Sus problemas corrientes son menos traumáticos: chiquillos que se cuelan cada día saltando las vallas, igual que pasa en las piscinas de Palomeras, y usuarios que entran para emborracharse, en vez de bañarse y tomar el sol. "Se traen sus neveras, y tampoco pasa nada si se les acaba la bebida, porque aquí, en el bar, se sirven bebida alcohólicas, cosa que no se debería permitir. Cuando están borrachos, claro, se vienen arriba y creen que pueden insultar y hacer lo que quieran".
Las agresiones continúan y la respuesta del Ayuntamiento, según el sindicato UGT, no es adecuada. Han pedido una reunión con el alcalde para buscar soluciones. Sin éxito. Y el refuerzo de las patrullas policiales por las piscinas les parece insuficiente. Un portavoz de UGT, Jerónimo Torres, planteó ayer tres medidas para mejorar la situación: "Se debe poner más vigilancia policial, prohibir que se beba alcohol y hacer una campaña para enseñar las normas de las piscinas".
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