Abejas sin control en Manzanares
Un panal que cayó de un todoterreno libera a cientos de insectos en la localidad serrana - 18 vecinos fueron atendidos en el centro de salud
Félix Matarranz, un vecino del municipio de Manzanares el Real (7.200 habitantes), se encontró la tarde del pasado jueves a su hija de siete años y a su amiguita con la cabeza envuelta en una nube de abejas. "Fue como en las películas", cuenta para ilustrar la terrible experiencia que vivió. Un todoterreno que transportaba panales en un remolque perdió parte de su carga al pasar por un camino, según la Guardia Civil, cerca de la calle de Zuluaga, donde vive Matarranz. Una imprudencia que liberó a un enjambre de abejas que atacaron sin tregua al menos a una veintena de vecinos, y que le ha costado al conductor del vehículo una imputación por un delito de lesiones con 18 afectados.
"Nos picaron por el cuello, la cara, el pecho...", cuenta uno de los afectados
"La experiencia fue agobiante", dice Raquel Burgos, la mujer de Matarranz. El matrimonio recuerda que eran cerca de las ocho y media de la tarde cuando su hija salió a dar una vuelta a su perro por los alrededores de la casa, situada en la falda de la peña del Yelmo, mientras ellos charlaban con Plácido Pablos y Ángela Martínez, el matrimonio de la casa de enfrente. "Las escuchamos gritar, pero no sabíamos si estaban jugando", relata el padre, aún impresionado al rememorar la escena. "De pronto vimos que un joven que paseaba por la zona salía corriendo como si acudiese en su ayuda. Menudo susto", apostilla.
De una carrera llegaron al lugar desde donde se podía ver a las crías. "El joven intentó auxiliarlas, pero cuando estaba a un par de metros de ellas también le envolvieron las abejas, y salió corriendo en la otra dirección", afirman. Matarranz socorrió a las niñas, que intentaban zafarse de los insectos a la vez que rescatar al cachorro de las abejas. Perro y niñas al hombro, el matrimonio regresó a corriendo a la casa de Plácido, donde todos tuvieron que arrojarse a la piscina para evitar el ataque.
"Eran cientos. Nos picaron por el cuello, por la cara, por el pecho... Cada cría tenía en el cuero cabelludo unos 15 aguijones clavados. Las pobres sacaban la cabeza del agua y les caían por la frente las abejas medio ahogadas que se les habían enredado en el pelo". "Después de eso te quedas con una sensación mental de picor y agobio cuando te acuerdas del hecho que te deja con un mal cuerpo...", añade Plácido, todavía con un ojo morado por uno de los picotazos.
Cuando acudieron al centro de salud del municipio para ser atendidos, "aquello parecía el metro en hora punta", dice un afectado. Eran en total 18 vecinos (14 adultos y cuatro menores) los que se habían acercado por allí con el cuerpo repleto de aguijones. Entre ellos, un matrimonio con sus dos hijas, que prefieren no revelar sus nombres, que se toparon con el enjambre cuando estaban dando un paseo por la pradera que hay frente al camino de tierra por el que transitaba el vehículo que transportaba las abejas.
"Nos rodearon. Era una nube de insectos que nos envolvía. Se hicieron interminables los cinco minutos que tardamos en llegar corriendo hasta el coche para refugiarnos", relata el padre de familia. "Luego los médicos tuvieron que inyectarnos a todos Urbason [un medicamento que se administra para disminuir la inflamación] y darnos un calmante. Nos quitábamos los aguijones de las abejas los unos a los otros y no había pinzas suficientes para los 18", añade el hombre.
La Guardia Civil ya ha identificado al autor de la imprudencia. Según las indagaciones de los agentes, el conductor, que se dedica a la apicultura desde hace años, transportaba panales de una finca a otra, ambas de su propiedad, y perdió uno de ellos por el camino. "La abeja reina se quedó en el camión", informa el portavoz policial, "y las obreras siempre siguen a la reina allá donde vaya. Así que siguieron la camioneta, arrasando todo lo que encontraban a su paso". El conductor, con el que este periódico no ha podido contactar, está ahora imputado por un delito de lesiones por los 18 afectados que acudieron al centro de salud, aunque el número de picoteados fue mayor, según los propios implicados.
"Con la denuncia no buscamos dinero", asegura Matarranz, "solo queremos que esta persona responda con honestidad. Porque mi mujer y la vecina vieron cómo paró el coche durante unos segundos cuando las niñas ya estaban gritando. Las tuvo que oír. ¿Por qué se fue?", se pregunta contrariado. "Podía haberlas socorrido, o al menos haber vuelto para dar explicaciones. Es muy triste que esta persona no se haya interesado por el daño que ha provocado", sentencia Matarranz.
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