_
_
_
_
_

Enfrentamiento entre sopranos en la Gala Lírica del Xacobeo

Críticas de Gallardo-Domâs a la dirección del festival

La Gran Gala Lírica del Xacobeo en el Palacio de Congresos compostelano tuvo, en la noche del pasado miércoles, un final inesperado, aunque buena parte del público no se percatase. Acabado el programa y sendos bises de Marco Berti, Leo Nucci, Celso Albelo y Maria Guleghina, la soprano Cristina Gallardo-Domâs no cantó el suyo previsto, Vai lavala cara. En el escenario, ramos de flores, gestos tensos -salvo la perfecta sonrisa escénica de Nucci- y raros viajes de Pietro Rizzo entre podio y bastidores.

Los problemas de competencia y celos entre cantantes, viejos como la ópera misma, habían saltado ya en los ensayos. En declaraciones a este diario, Gallardo-Domâs, primera soprano pucciniana del mundo, explicó lo ocurrido: "Guleghina quiso pasar su aria de la primera parte al final de la gala, pasando por encima de la organización. Y nadie responsable hizo valer su autoridad ni en el ensayo ni en el concierto. Ni el director de la agencia con la que se firmaron los contratos, ni el del Xacobeo Classics 2010, que prefirió verlo todo desde el patio de butacas, lo que me ha producido una gran frustración".

"He sentido una gran frustración", declaró la cantante chilena

Gallardo-Domâs, muy seria y ya vestida de calle, tardó largo rato en salir a recibir su ramo, que rápidamente lanzó al público. Agradeció así, con expresión de disgusto, la gran ovación recibida tras una gala en la que, según sus palabras, "había sido contratada para cantar arias de ópera", aviniéndose luego a presentar dos piezas de su disco patrocinado por el Xacobeo.

Con su talento, la soprano chilena-canaria elevó sus dos breves intervenciones a la mayor calidad, con su gran belleza de voz y rara emotividad. La Real Filharmonía y Rizzo hicieron la obertura de Las bodas de Fígaro y El barbero de Sevilla ligeras, transparentes y plenas de estilo. Nucci se mostró como el gran artista que es, por encima de las dificultades de la edad. María José Montiel tuvo en sus intervenciones bellos filados, un buen fiatto y el hermoso dramatismo de su registro grave.

Albelo es de esos tenores de una belleza de timbre, afinación y musicalidad que hacen llegar la voz como cantada para cada espectador. La voz de Desrirée Rancatore tiene momentos de belleza y preciosa agilidad, pero se ve comprometida a veces por un excesivo vibrato y unos apoyos nasales algo desagradables. Guleghina logró superar algún ligero problema de voz para acabar expresando todo el dramatismo del aria que reservó para propina. Berti lució una voz potente y bien timbrada, pero emitida con notoria brusquedad y apoyos un tanto irregulares.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_