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Reportaje:

Muros cambia de dueños

Las viejas casas de la villa se ponen en venta para segundas residencias

"Estamos camino de ningún lado", dice resignado un portavoz de la alcaldía. "Muros no es lugar de paso, y aquí no hay empresas. Ya se pesca poco y la única fábrica que da empleo en la zona es la de Calvo. Pero también allí llegaron a ser 300 trabajadores y ahora no quedan más que ciento y poco". Así que la gente se marcha. En realidad, lleva muchos años yéndose, y ahora, con la crisis, ha regresado, ha visto el panorama y se ha vuelto a marchar. "A Bertamiráns, a Santiago, a A Coruña", refiere el funcionario.

"Hace dos décadas éramos 14.000 habitantes, y ahora somos algo más de 9.000", sigue explicando. Durante el siglo pasado, "en Muros siempre hubo emigración". Claro que primero fue a América, "al norte y al sur", y luego hubo muchos que marcharon a trabajar "en los superpetroleros del Golfo". Esta fuente de ingresos duró "hasta que en los ochenta quebraron las navieras y los hombres tuvieron que volver. Jubilados o al paro".

La crisis del ladrillo obligó a muchos a emigrar y deshacerse de su vivienda
En la actualidad, el 10% del casco histórico lleva el cartel de 'Se vende'

Pero "el gran drama" llegó después, cuando, ante la falta de perspectivas, "los jóvenes emigraron a Canarias y se emplearon en el ladrillo". Entonces, sí que se cerraron las casas, porque "se fueron las familias enteras". "Los mozos, a trabajar, y los abuelos, a cuidar de los nietos. A Arrecife y a Yaiza, en Lanzarote", especifica el portavoz municipal.

"Cuando se descojonó el boom inmobiliario", los que más y los que menos volvieron, "pero echaron un mes, y vieron que aquí no se podían buscar la vida". Entonces, a algunos no les quedó elección, se deshicieron de todas sus propiedades, y otros, pudiendo elegir, prefirieron quedarse con el piso de Canarias y pusieron a la venta las casas familiares, que ya llevaban años desocupadas.

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Entre las dos inmobiliarias que trabajan en la villa, Faro y Montelouro, y algunos propietarios que prefieren llevar a cabo la operación por su cuenta, sin que medien las agencias, en Muros, actualmente está a la venta cerca del un 10% del casco histórico. En el núcleo urbano, declarado por el Gobierno en 1970 Conjunto Histórico-Artístico, se aprietan, pared con pared, algo más de 600 casas, la mayoría centenarias (algunas del XVII, anteriores al saqueo de los franceses, que destruyeron por completo 190 inmuebles). Son edificaciones marineras, de sillería de granito, con balcones de piedra y forja, en primera línea con soportales, y muy verticales y estrechas. Sumando todas las plantas, lo normal es que no pasen de 90 metros cuadrados, y en las inmobiliarias también las ofrecen hasta de 30.

Aparte de la explicación (migratoria) que encuentran en la alcaldía al hecho de que en Muros haya tantas casas con el cartel de Se vende, Juan Mayo, responsable de la agencia Faro, asegura que la mayoría de los inmuebles que despacha están a la venta "por cuestiones de herencias". "Tengo una casa que es de 22 descendientes, y no tocan a casi nada cada uno", comenta. Por lo general, los propietarios parten de un precio inicial que supera los 100.000 euros, pero luego se van ajustando al mercado, y las casas se terminan vendiendo por "30.000, 40.000, 50.000 euros", asegura Mayo. "Que no es poco, si se tiene en cuenta que la rehabilitación les va a costar a los compradores (entre los que hay gallegos, pero también madrileños, alemanes y algún inglés) más o menos el doble".

La mayoría de las casas marineras que se venden en Muros están en ruinas. El Ayuntamiento proyecta hacer un censo de estas edificaciones por los problemas estructurales que llegan a causar a las viviendas aledañas. Además, hace años que gestiona ayudas a la restauración con fondos propios, de la Xunta y del Gobierno.

"Según el coste del proyecto y los ingresos del demandante, podemos cubrir, a fondo perdido, hasta 11.000 euros", informa Eva Tajes, que atiende al público en la oficina de rehabilitación. Son obras costosas (algunas casas, ni siquiera tienen baño), porque "en la mayoría de los casos, los edificios están catalogados". Cada uno tiene una ficha en el Ayuntamiento en la que se especifican los elementos que hay que conservar. Aparte de preservar los rasgos singulares, los propietarios tienen vetado el uso de hormigón, y deben mantener, como mínimo, en madera, la estructura de las plantas y las ventanas. Hoy, en Muros, se están restaurando unas 70 casas. "Al ritmo que vamos", augura el agente inmobiliario, "en una década están todas arregladas". Y Muros habrá cambiado de manos.

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