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El BNG retira su confianza en Vigo a Caballero por el conflicto del albergue

Los nacionalistas acusan a sus socios de preocuparse "sólo por los votos"

Las paredes del choupano, el cobertizo en el que pasa sus días Carlos (nombre ficticio) no aguantarán otro temporal. Tampoco la minúscula pasarela que cruza haciendo equilibrios, ni puede que sus pulmones, porque cuando llueve hay casi tanta humedad dentro como fuera. Esto o los portales, en esa disyuntiva vive desde que salió de prisión, su hogar intermitente durante los últimos 22 años de los 42 que tiene este vigués. Empezó robando coches a los ocho, después se enganchó a las drogas y, sin el apoyo de su familia, sin recursos económicos, ya no hubo más oportunidades. Carlos carece de albergue, un proyecto que ha abierto una nueva brecha en el gobierno local de Vigo entre socialistas y el BNG.

El PSdeG afirma que no hay acuerdo para aprobar la ubicación
Las organizaciones de ayuda calculan que hay 300 personas sin techo

Pablo y Carmen también ocultan sus verdaderos nombres e igualmente llevan años de existencia con los renglones torcidos, pero por lo menos se tienen el uno al otro desde hace 24 años. "Y menos mal que no tenemos hijos", dice ella, resignada. El último revés fue un accidente laboral de su marido cuando, al fin, parecía que podría conservar su empleo en un astillero. De la baja al despido mediaron pocos días y ahí sigue, en lista de espera para operarse la pierna que quedó fastidiada y que le impide trabajar. Cuando llegaron a Vigo desde A Coruña, provincia de la que es originario Pablo, él alquiló una habitación en la pensión más barata, que sólo hospeda a hombres. Para ahorrar, Carmen iba a quedarse en casa de su madre, un foco de problemas de otra índole que hacen imposible la convivencia. De modo que Carmen se ha pasado el invierno deambulando por las calles hasta que en la pensión se apagan las luces y, con pasos de funambulista, puede reunirse con su marido sin que nadie la vea.

La solidaridad de la calle y de organizaciones como O Imán, La Sal de la Tierra y Médicos del Mundo proporcionan una ducha caliente, comida y compañía para estas tres personas y las 300 que, según un censo tan oficioso como visible, viven en las calles de Vigo. En su nombre, los colectivos agrupados en la Rede Social Galicia Sur llevan años demandando un albergue público en el municipio. Y los inquilinos del Ayuntamiento les responden tirándose los trastos a la cabeza. El fuego cruzado se reavivó hace más de una semana, cuando el pleno de la Corporación aprobó una modificación urbanística que, a propuesta del BNG, permitiría la construcción del albergue en el barrio de Ribadavia, un conjunto de calles, entre Pizarro y San Roque, céntricas pero olvidadas de la mano de Dios, dicho por sus habitantes. La propuesta salió adelante con los votos de los socios de gobierno, PSdeG y BNG, y la manifestación contraria de la oposición, del PP.

El portavoz popular acusó al alcalde de mentir, de decir una cosa a su socio de gobierno y otra a los vecinos de Ribadavia, que ya se han opuesto a esta construcción, al menos si antes no ven mejoras básicas en el barrio. En ese sentido, la edil de Benestar Social, la nacionalista María Méndez, emitió una amarga queja sobre el comportamiento de los socialistas y del alcalde, Abel Caballero: "Sólo les importan los votos". Según Méndez, PSOE y BNG habían acordado esa ubicación con el beneplácito de la Consellería de Traballo, dispuesta a cofinanciar la obra, a pesar de que el grupo municipal del PP vote en contra de la infraestructura. Carlos López Font, portavoz socialista, negó al Bloque tal acuerdo y sus "lecciones de servicios sociales", y sugirió otras localizaciones.

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La crisis llevó a Méndez a reconocer que las relaciones entre los socios "no son buenas" y a retirar su confianza: "Con su actitud, el alcalde y el PSOE demostraron que no son creíbles". Mientras, Font respondía que "la parcela pública de Ribadavia no cuenta con el acuerdo político comprometido por el BNG, porque el PP votó en contra".

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