La afición no sale al quite
Desazón entre los poquísimos taurinos que acudieron ayer al primer festejo en la Monumental de Barcelona tras la abolición de las corridas de toros en Cataluña
Si la corrida de ayer en la Monumental era un termómetro del estado de la afición taurina catalana en su única plaza -todavía- en activo, solo hacía falta mirar al tendido para encontrar la respuesta: una raquítica asistencia para un aforo de 18.000 localidades, muchas de ellas ocupadas por turistas. La tónica habitual de los últimos tiempos.
Fernando del Arco tiene 77 años y vino aquí con ocho por primera vez. Era 1941. Toreaba Manolete. "Fue verle y enamorarme de esto; tuve la suerte de presenciar su toreo unas 30 tardes más". Conoció a la que se convertiría en su esposa aquí mismo, en esta plaza, allá por 1950. Desde entonces vienen juntos cada temporada. Y discuten. "Yo soy más de José Tomás; ella es más de El Juli". Antes de presenciar el primer festejo tras la abolición de las corridas de toros aprobada por el Parlamento catalán el pasado miércoles, Fernando no ocultaba cierta desazón. Dentro de un año y medio, a partir del 1 de enero de 2012, lo que ocurrió ayer en el coso de la capital de Cataluña estará prohibido. Pero eso a Fernando, con más de tres decenios de abonado a sus espaldas, tampoco le quita el sueño. "A cierta edad, uno ya no quiere más disgustos".
La plaza, de 18.000 localidades, registró ayer por la tarde una entrada raquítica
Los animalistas Prou! creen que no se deben conceder indemnizaciones
El paseíllo terminó a gritos de "¡Libertad, libertad!", por gran parte del tendido
"Esto ya estaba muerto antes de liquidarlo", dice una plataforma taurina
La prohibición de las corridas de toros aprobada en el Parlamento de Cataluña el miércoles de la semana pasada por 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones ha removido estos días los cimientos del ruedo ibérico. A la escalada de declaraciones a favor y en contra de la decisión -basada en una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) que fue admitida a trámite en el Parlamento catalán el 18 de diciembre del año pasado-, y a la proposición de ley presentada por el Partido Popular en el Congreso para que se protejan las corridas de toros, siguió el contraataque estrictamente taurino con un encuentro en Madrid celebrado el viernes entre figuras del toreo, apoderados y el gestor de la Monumental de Barcelona, Antonio Matilla. Una cumbre que concluyó con la intención de pedir próximamente audiencia ante la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde y confirmó la adhesión al manifiesto redactado por la Mesa del Toro para su lectura al término del paseíllo en todas las plazas españolas que tenían festejos programados ayer (15, según el portavoz de la Mesa del Toro, Eduardo Martín-Peñato).
En la Monumental, antes del comienzo de la corrida de toros de Valdefresno para los diestros Curro Díaz, Juan José Padilla y Miguel Tendero se leyó dicho comunicado por megafonía en catalán y en castellano. Un texto que mostraba el rechazo a la decisión del Parlamento catalán y exigía respeto "a una expresión de nuestra cultura". El paseíllo culminó a gritos de "¡Libertad, libertad!" por gran parte del tendido.
Una hora y media antes, a las cinco, tres lecheras de Mossos d'Esquadra permanecían aparcadas junto a la plaza. Unos 20 antitaurinos y otros tantos taurinos se dedicaron gritos e insultos a ambos lados de un paso de cebra cercano a la entrada al coso. A lemas como "¡La tortura no es una cultura!" se escuchaban réplicas del tipo "¡Vergüenza nacional en la Monumental!". Entre los antitaurinos estaba, como cada tarde de toros desde hace seis años, Lluís Villacorta. Con el rostro embadurnado de pintura roja y portando una pancarta en la que podía leerse "Stop animal cruelty", aseguraba tener miedo de estar allí manifestándose: "Ya me han dado tres palizas". Desde el bando taurino, uno de los asistentes que llevaba una bandera de España cruzó el paso de cebra para recriminar la protesta antitaurina, pero varios mossos le invitaron a volver atrás sin que llegara a registrarse ningún incidente violento.
Leonardo Anselmi, promotor de la plataforma Prou! que ha logrado sacar adelante su ILP avalada por 180.000 firmas, no estaba ayer en las inmediaciones de la Monumental. "Ni apoyamos a los que vayan", comentaba en conversación telefónica con este periódico. "Nos hemos convertido en una sociedad en movimiento en contra de una actividad. Nuestro ámbito de acción sigue siendo el Parlamento".
De lo que sí van a estar pendientes desde Prou! es de la gestión de las posibles indemnizaciones que puede generar la prohibición. Un estudio encargado por la Plataforma para la Promoción y Difusión de la Fiesta de los Toros cuantifica entre 300 y 500 millones de euros el perjuicio para el sector. "Pensamos que no deben darse, y menos a la familia Balañá [propietaria del coso]. Ellos han disfrutado de una plaza multiuso, han organizado conciertos y espectáculos de circo. Lo que sí nos parece bien es que se recoloquen los puestos de trabajo", argumenta Leonardo Anselmi.
Antonio Matilla, gestor de la Monumental no confirma ni desmiente si pierde dinero. "Pero la libertad empresarial está por encima de ganar o perder dinero. Y a nadie que pierda dinero le gusta seguir con un negocio. Mi problema es que han prohibido mi profesión", explicó a EL PAÍS. ¿Cuál será, pues, el futuro de esta plaza? "Hasta el 1 de enero de 2012 habrá corridas", sentencia Matilla. Y añade: "No nos vamos a quedar de brazos cruzados. Tomaremos las acciones legales pertinentes".
A mediodía de ayer, horas antes de la celebración de la corrida, Barcelona era una ciudad volcada en sus calles a la maratón del Campeonato Europeo. Turistas ataviados con camisetas, bermudas y chanclas buscaban refresco ante el calor pegajoso en las terrazas del paseo de Gràcia. Entre ellos, algunos aseguraban tener previsto acudir a la Monumental "in the evening". Otros, como Schepping y Zimmer, alemanes de 53 y 44 años, mostraban su repulsa hacia las corridas: "carecen totalmente de sentido".
Hacia la una, José Gómez contemplaba a los escasos viandantes a las puertas de la plaza. A sus 80 años, acomodador de las gradas del tendido 1 de la Monumental desde 1951, Gómez mostraba su malestar ante la prohibición que le apartará de su ocupación. "No solo me parece mal, es que en general no me gustan las prohibiciones". Pulidor de mosaicos retirado, asegura: "lo de menos es que me vayan a quitar el puesto; es que me lo han prohibido".
En el vecino bar Bretón, punto de encuentro taurino, Eduardo Real, recortador y aficionado a los correbous de 34 años y aspecto atlético, también estaba contrariado: "Si en el siglo que estamos la gente sigue viniendo, será por algo más allá de la muerte de un toro. La prueba de que detrás de la prohibición había razones políticas es que si se hubieran metido con los correbous perderían muchos votos en el Ebro".
A pocos metros de ahí, Raúl Felices tomaba un aperitivo en la barra de La Gran Peña. De 42 años, novillero y banderillero retirado, autor del libro Catalunya taurina (Edicions Bellaterra), se declara "catalán y taurino". Asistiría a la corrida de la tarde "vestido con un polo negro en señal de duelo". Y apostillaba como resumen del sentimiento de los asiduos a la Monumental: "Nos han robado la ilusión". Otro parroquiano de La Gran Peña clamaba: "¿Y José Tomás? ¿Y El Juli? ¿Dónde están las figuras? ¿Por qué nadie habla?...".
Otro epicentro del taurinismo y la gastronomía de Barcelona es Casa Leopoldo. Ayer estaba cerrado por vacaciones. Rosa Gil, de 61 años y viuda de torero, es su propietaria y a la sazón presidenta de la Plataforma para la Defensa de la Fiesta de los Toros. "Vamos a dejar pasar el verano", explicaba por teléfono desde su retiro estival. "Después tendremos un año para buscar los vericuetos legales y contrarrestar la prohibición. Aunque si la afición no responde... Numantina no, ¿eh? Yo doy por perdida esta batalla desde antes de la prohibición. La gente no va a los toros en Barcelona. Ganaderos y toreros se han mirado el ombligo durante muchos años. Esto estaba muerto antes de que lo liquidaran. El problema es que la puntilla ha estado politizada".
Manolo Aranda es otro de los que más corridas ha presenciado. Cordobés, de 86 años, llegó a Barcelona en 1947 y se casó tres años más tarde con una catalana. "Nos gustaban los toros y hemos venido juntos a esta plaza hasta que ella murió, hace cinco años". Su memoria guarda el recuerdo de incontables olés a Chamaco, Bernadó y, últimamente, a José Tomás. Sigue ocupando el asiento 1 de la barrera del tendido 2. Como ha hecho durante 60 años, uno tras otro. "¿Que qué opino de la prohibición?", respondía Aranda antes del inicio del paseíllo de ayer. "Fíjese en los pocos votos por los que ha salido adelante la propuesta. ¿Qué puedo hacer yo? Pues no iré a los toros. Ya protesté lo suficiente en su momento".
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