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Ni contigo ni sin ti | música
Columna
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'Grease'

Carlos E. Cué

Ahora que soy padre -una semana tiene ya, si parece que fue ayer- dicen los que saben que debería reflexionar sobre el sentido de mi vida. Casi que... mejor lo dejamos. Porque eso implicaría, entre otras cosas, recordar mi día a día con los políticos, y pensar en el síndrome del peine que sufren al vernos. Me explico. ¿Se acuerdan de Grease? Perdón por las referencias al cine de culto, mi hermana me obligaba a verla. Además, soy homo videns total. En la peli, Travolta era un chico sensible y enamoradizo. Pero cuando le miraban los colegas, sacaba su peine y se hacía el chulo.

Los políticos en privado son gente bastante normal. Tienen dudas, les preocupa caer mal a todo el mundo. Respetan al rival y se interesan por sus ideas. Tienen amigos en el otro lado. Algunos hasta se casan con gente del otro lado. Y sufren. Sufren mucho. Pero los periodistas somos para ellos como los colegas machotes de Travolta. No, no exagero. El mismo efecto peine.

Ellos están ahí, en el pasillo del Congreso, hablando tranquilamente entre diputados de varios partidos, relajados, débiles. Enchufan la cámara y todo cambia. Les acercan el micrófono, y se transforman. Se acabaron las dudas, los matices, los "en eso los de enfrente tienen razón pero yo creo que". Y parece que no sufrieran nunca. Sacan peine, gomina, espejo y a escupir al suelo. A las mujeres políticas les pasa igual, no crean que esto es cosa de machos. Nosotros nos sentimos como Sandy. ¿Por qué no eres capaz de repetir en público lo que me decías antes en privado, traidor? Podríamos probar, ¿no? Un mes. Los políticos son sinceros, y a cambio les criticamos menos. Ya, el mundo perfecto no interesa. Nos gusta el desastre.

Confieso que a mí me encantan los políticos que en cuanto dejan el micrófono se transforman y te dicen "yo ahí tengo que hacer mi papel, pero ahora en off the record te voy a hablar claro". Con el micro, casi todos son iguales. Es la escuela. Aprenden a no decir nada. Pero los peores son esos que se quitan el micro y siguen igual. "Nuestra única estrategia es el interés general, nuestro líder es el mejor, ninguno de los nuestros es mala persona". Es horrible, como si estuvieran lobotomizados. Son como súbditos aterrados de Kim Il Sung. Dan miedo.

A estos raritos a veces les persigo sigilosamente, a ver si pego la oreja y les escucho una conversación normal en el móvil, aunque sea con su pareja. Es por comprobar que son humanos. Y sí, suelen serlo, es solo el efecto peine, cuando no hay periodistas -o no nos ven- se relajan y hasta dicen tacos e insultan a su jefe, como todo el mundo. Menos mal.

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