El sueño secreto de Albert Illera
Este ingeniero de Barberà ha ganado un concurso mundial con 22 años y trabajará seis meses en el equipo Renault de F-1
Se había dormido. El timbre no dejaba de sonar, pero él estaba aún en la cama soñando con lo que le espera en los próximos meses. Al final respondió. "¿Sí? ¿Quién es?". Luego le llegó la memoria. Tenía un reportaje pendiente. "¡Perdón!". Así de despistado es Albert Illera, el ingeniero de 22 años de Barberà del Vallès, que acaba de ganar la beca Altran Engineering Academy 2010, frente a otros 176 proyectos de todo el mundo, y la posibilidad de desarrollar su idea en la sede de la escudería Renault de fórmula 1 en Viry Chatillon (Francia) durante los próximos seis meses. Es el segundo español que lo logra, tras el madrileño Isaac Prada en 2005.
"Todo resultó emocionante", reconoce mientras va despejando su mente. "Tras la primera criba, quedamos seis finalistas españoles y solo uno fue seleccionado entre los 10 últimos que acudimos a la final internacional en Enstone (Reino Unido). Y gané. Mi proyecto fue seleccionado junto con el del italiano Michele Parmigiani, de 24 años, y los dos estaremos becados para trabajar con ingenieros consagrados de la F-1 en uno de los equipos más punteros. Fue la realización de un sueño que comenzó a tomar forma en mi cabeza cuando solo tenía ocho años".
"Me dijeron que les impresionó el detalle científico e intelectual de mi idea"
El trabajo de Illera mejora el agarre del alerón trasero sin usar el conducto F
Su proyecto, Diseño innovador del alerón trasero, es un estudio para conseguir los efectos del actual conducto F -una innovación de McLaren de esta temporada- e incluso mejorarlos sin necesidad de utilizar ningún tipo de canalizaciones de flujos y usando sistemas automáticos de activación -ahora lo activan los pilotos con el brazo o la pierna-. "Mi idea parte de cambiar la forma del alerón trasero para que produzca unos efectos aerodinámicos que ahora no ofrece", explica Illera. "Hice un análisis matemático y modifiqué el alerón para poder aprovechar las características y las condiciones del aire que le llega". Y no puede explicar más para no dar pistas.
"En el fondo", reconoce, "el objetivo es lograr los efectos del conducto F, pero sin la intervención de los pilotos, sin salirse del reglamento, automatizándolo y abaratando los costes". Genial. ¿Cómo no se les ha ocurrido a los ingenieros más veteranos, que llevan años investigando en los departamentos de I+D con unos sueldos astronómicos y todos los medios a su alcance? "No lo sé", responde Illera. "Me dijeron que les había impresionado el detalle científico e intelectual del proyecto. Pero que su aplicación precisaba mucha precisión y que las vibraciones del coche podían suponer un problema para sacarle el máximo rendimiento".
Sin embargo, le dieron el premio y le reservaron una plaza en su sede de Viry Chatillon, donde Renault desarrolla los motores. El otro premiado, Parmigiani, trabajará en Enstone, donde se construyen los chasis, en una idea para reducir vibraciones. Tal vez los dos proyectos sean complementarios. "Trabajaré en la generación y el control de los flujos del motor", agrega el ingeniero catalán, graduado en la Universidad Politécnica de Terrassa, que obtuvo matrícula de honor en su proyecto de final de carrera, basado en los movimientos de los fluidos en el túnel de viento. Son conceptos incomprensibles para la mayoría, pero no para él.
¿De dónde le viene esta pasión por la investigación y por la F-1? "De muy lejos", responde su madre, María José. "A los cuatro años, su padre le construyó un coche eléctrico con cambio de marchas". "Pero nunca pensé en ser piloto", replica él, categórico. Su padre, Teo Illera, trabajó muchos años con Jaime Juncosa, especialista en la preparación de coches para competición. "Sí, ayudó a Zanini y a Servià, y a muchos otros pilotos", prosigue la madre. "Y cuando Albert tenía ocho años, ellos dos y su hermano se sentaban ya frente al televisor a ver las carreras de F-1".
Allí realmente empezó todo. "Veía las carreras de Canadá de Montecarlo. Y más tarde, a Pedro de la Rosa y a Marc Gené. Y comencé a soñar en entrar de alguna forma en la F-1". De niño tenía coches de todas las marcas y colores. Ya mayor, se convirtió en oficial de pista en Montmeló. "Suelo estar en la salida del paddock", cuenta. "Y puedo observar los movimientos de los talleres, qué hacen los ingenieros, ver las novedades técnicas. Es impresionante".
Ahora podrá vivirlo desde dentro en Renault: durante seis meses, con alojamiento, coche y gasolina gratuitos, y con un "sueldo competitivo", según establece su contrato.
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