La tercera España
Leo el artículo de Toharia La tercera España, 74 años después y mi primera reacción es dejarlo correr. Pero a medio camino hacia la piscina doy media vuelta y escribo esta carta para mantener la conciencia tranquila, porque pienso que el 18 de julio de 1936 muchas mujeres y hombres tenían en este país la misma intención de disfrutar del día y se encontraron con un golpe de Estado contra la República que iba a truncar su vida para siempre. Gentes que nunca había empuñado un fusil tuvieron que hacerlo para defender la felicidad que se habían dado. No eran ni unos extremistas ni unos fanáticos: eran ciudadanos. Pero Toharia considera que aquello fue "un choque entre dos fanatismos extremos que utilizaron el régimen republicano, legal y legítimamente existente, bien como pretexto en un caso, bien como coartada en otro, para intentar imponer sus respectivos radicalismos excluyentes".
Para él, había una tercera España mayoritaria que no quería saber de unos o de otros. Creo que quienes de mi familia -trabajadores de toda clase, como decía la Constitución republicana- lucharon en Madrid, Teruel, Guadalajara o el Ebro, y fueron fusilados, encarcelados o exiliados, se merecen también el "bracearon sin éxito para evitar el desgarro" que adjudica Toharia a su tercera España. Formaban parte de la nación que luchó por su futuro, aunque no tuvieran nombres insignes ni medios para exiliarse voluntariamente.
Seguramente, tampoco lo habrían hecho. Su sitio estaba en su patria, que era la de todos: ni la primera, ni la segunda, ni la tercera, en la que aquel sábado de 1936 solo aspiraban a ser felices.
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