Estampa de iconoclasta
Vinicio Capossela encandila en un concierto 'circense'
Una sugerencia (desinteresada) para don Víctor García de la Concha: cuando la RAE se anime a publicar una versión ilustrada de su diccionario, incluyan ustedes una carita de Vinicio Capossela en el capítulo de la I, junto a la entrada "iconoclasta". Es difícil explicar mejor el término que con la estampa de este italiano con sombrero de copa, melena anarcosindicalista y barbas de rabino que canta como un ogro recién levantado de la siesta.
Grotesco, carnavalero, histriónico, mediterráneo. Delirante, bufo, demencial. Profundamente estrafalario, Capossela propicia la acumulación de adjetivos con un espectáculo que se nutre de la estética circense y en el que un equilibrista sujeta percheros con la nariz, un marinero hace el ganso con escafandra o un mago lo salpica todo de globos, confeti y bengalas de colores. Alguno temió por la integridad de sus rizos, pero lo bueno de estos genios del desmadre es que lo tienen todo calculado.
Capossela es tan suyo que no se aguantó las ganas de nacer en una ciudad tan italiana como Hannover. Encarna a esa Italia librepensadora que le dedica a las leyes mordaza de su Gobierno un sonoro chorro de orines con dibujo de tirabuzón. Pero bajo su media sonrisa burlona asoma un talento más ecléctico y plural que las aplicaciones para el iPhone: de la marcha burlesca a la balada adriática, las trompetas de mariachi o canciones de amor (Non è l'amore) para sucumbir a la tentación de la química convexa.
Hay que ser casi visionario para dedicarle un poema al pulpo antes de que Paul se convirtiera en rector de nuestras vidas. Lástima de crisis, o de apatía: apenas 600 personas podrán presumir de haber asistido a un concierto tan grande.
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