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Reportaje:

La retaguardia del canto portuario

Cuadrillas de cantantes voluntarios tratan de rescatar la canción de tasca ferrolana que alegraba las noche en los establecimientos del muelle

Cada puerto tiene su sonido y cada taberna, su canción. Refugio de marinos y marineros errantes, Ferrol tiene un especial apego por la música coral y portuaria. Es una herencia de su pasado militar y emigrante, de canciones aprendidas de todos los forasteros que hicieron del puerto su patria por una noche. Arrancarse a cantar en cualquier tasca de la ciudad naval era un ritual diario al que se entregaban con fervor propios y extraños, hasta que algunos taberneros quisieron refinarse y colgaron el letrero "Se prohíbe cantar". Hace tiempo que en los muelles de la ciudad reina el silencio. Ya no suenan las habaneras que alegraban las noches en los bares del Puerto Chico.

Para rescatar una tradición muy ferrolana que está cayendo en el olvido, cuadrillas de cantantes voluntarios se desplegaron este fin de semana por los bares y tascas de los barrios de Canido y Ferrol Vello. El viernes por la noche se congregaron en los muelles de Curuxeiras y revolucionaron los bares. Os Xotas de Canido sumaron casi 20 gargantas y otros tantos aficionados se repartieron en grupos de entre cuatro y ocho que fueron llenando de ritmo las tascas hasta la madrugada. Detrás de este peculiar despliegue musical está el Ayuntamiento ferrolano, que se ha empeñado en renovar el canto tabernario a través del ciclo Músicas Portuarias, que este año alcanzó su tercera edición.

"La tele a todo volumen acabó con nuestros cantos", lamenta un habitual
A finales de los setenta, algunos locales colgaron el "Se prohíbe cantar"

Apoyado en su guitarra, Manuel Alonso maldice la invención de los altavoces. "La música de los pubs y la tele a todo volumen acabó con nuestros cánticos". Sus amigos le llaman Manolo Bacallao. Dice que sólo participó en una campaña, pero el mote le quedó anclado. A sus 55 años, se lamenta de pertenecer a "la última generación" en la retaguardia del canto tabernario ferrolano, que bebía de las influencias transoceánicas que llegaban de Cuba, México y Argentina, hacia finales del siglo XIX y principios del XX.

Cuenta Manolo Bacallao que durante décadas, y todavía bajo el yugo de la dictadura, los bares de Ferrol eran coros improvisados que entonaban habaneras, tangos, muiñeiras, rumbas o guarachas sin más artificios que la voz. En las pandillas se mezclaban generaciones de padres e hijos y primos segundos que se atrevían con juegos de voces y el talento de algún virtuoso espontáneo. Muy a su pesar, confiesa Alonso, se cantaba casi siempre en castellano, buceando de vez en cuando en la tradición gallega y pequeñas concesiones al portugués en los versos sueltos de algún fado.

"A finales de los setenta, algunos locales empezaron a colgar el cartel de 'Se prohíbe cantar' y nos teníamos que ir", explica Manolo. Poco a poco se fueron casi todos. Los jóvenes emigraron a los pubs y los mayores se quedaron solos. La potente industria del astillero también se fue adelgazando a base de reconversiones navales. "En esta ciudad hubo mucho ferro [dinero] de los astilleros. Con cuartos, uno estaba alegre y era fácil gastar y cantar. Eso también se acabó".

Ferrolano de pro, y jubilado del astillero de Bazán, Pedro Abeledo, es otro veterano de la canción de taberna. Ronda los 74 años y se queja de que cada vez le cuesta más encontrar un local en el que dar rienda suelta a la garganta con sus compañeros de chateo. El de los vinos, no el virtual.

Solo por unas horas, el viernes a medianoche, Manolo Bacallao y su madre, Clementina, se sumaron a la cuadrilla de cantores. Recorrieron una decena de tabernas del muelle cantando a capella estrofas de habaneras como La Bella Lola. Cantaron sin tregua hasta la madrugada del sábado. A pleno pulmón y regando la garganta con cerveza, vino tinto y algún pincho. Se pasearon por todos los bares típicos y míticos del muelle ferrolano: el Submarino, el Yate y el Naútico, camino del Órdenes, Marte, Coral, Anca o la Ranita sin olvidar el Betanzos y el Portuarios.

El proyecto Músicas Portuarias, que coordina aCentral Folque, arrancó en 2008 y desde entonces ha ido cogiendo impulso y ajustando el presupuesto, que se rebajó de 50.000 en 2008 a los escasos 30.000 euros de este año, explica su responsable, Mauro Sanín. En su primera edición, Ferrol tendió puentes hacia el Atlántico para entroncar la canción argentina con la música de raíz. En 2009, se inclinaron por los ritmos africanos de Cabo Verde y la samba brasileña, y este año, se han volcado en el Mediterráneo. La 3ª edición de Músicas Portuarias arrancó a principios de julio. Durante tres sábados (3, 10 y 17 de julio), llevó hasta las tablas del teatro Jofre a los máximos exponentes de la música tradicional mediterránea. El ciclo ayer tocó a su fin, con un concierto que protagonizó Franca Masu, artífice de la renovación de la canción sarda.

Uno de los grupos de cantores, el viernes por la noche en una taberna del puerto de Ferrol.
Uno de los grupos de cantores, el viernes por la noche en una taberna del puerto de Ferrol.GABRIEL TIZÓN

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