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Columna
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La soledad sonora

Joaquín Estefanía

No tuvo la menor significación el debate entre Zapatero y Rajoy sobre el estado de la nación, en los términos pugilísticos de quién ha vencido o perdido. Fue un melancólico juego de suma cero repetido vez tras vez, como si no hubiera empeorado la coyuntura. Lo significativo fue la confirmación de que el presidente ha cambiado su política económica por la presión de los mercados, sin haber logrado ser convincente, y que Rajoy perdió la ocasión de dar a entender a la ciudadanía que tiene alguna opinión sobre esa política y las reformas presentadas, más allá de criticarla sin piedad. Un líder sin programa.

El dirigente del PP pidió un adelanto de las elecciones generales; la peor solución para el momento en el que se desarrolla la crisis económica, necesitada más que nunca de certidumbre y de reglas del juego sólidas. ¿Una convocatoria adelantada por el desgaste del Gobierno, sin que nadie sepa nada de las prioridades de la oposición y del equipo que las aplicaría, y que haría decaer las reformas laboral, financiera y del sistema de pensiones que, con todos sus defectos, están en el Parlamento? ¿Hay un escenario más disparatado? La propuesta de Rajoy da alas a los que opinan que su único interés es el partidista, que no tiene en cuenta la situación económica del país, que su estrategia sigue estando centrada en el desgaste del contrario y que su liderazgo se sustenta en enardecer a sus votantes y en dejar en casa a los de los demás. Un liderazgo muy débil.

Hasta el debate de los Presupuestos no sabremos nada de subida de impuestos ni del programa del PP

Los sondeos de opinión rubrican que los principales problemas que preocupan a los ciudadanos son lamala situación económica, el paro y la clase política. Los dos primeros, dificultades objetivas; el último tiene que ver con el escaso esfuerzo hecho por los socialistas y la derecha en conseguir un pacto de Estado entre fuerzas diversas (y, por tanto, exento de contenidos ideológicos) para poner en marcha un programa consensuado de saneamiento y reformas, que sea aplicado de modo inmediato y durante el tiempo que sea preciso, gobierne quien gobierne, sin que el contrario le ponga zancadillas. Ello porque estamos en una coyuntura excepcional, con un 20% de paro, un 11,4% de déficit público y un endeudamiento total que ronda los cuatro billones de euros. ¿Son suficientes razones para ese compromiso histórico que defina una austeridad compartida?

Las quejas que la ciudadanía expresa en relación a las respuestas a las dificultades económicas son de tres tipos: escasa calidad de las mismas, es decir, de la eficacia de la política económica aplicada en los últimosmil días, los que dura la Gran Recesión; distribución desigual de las cargas y los sacrificios (en el debate, nadie dijo nada de los ingresos públicos en forma de impuestos), y menor autonomía del Estado en relación a los agentes externos, como los mercados.

Oportunidad perdida. La siguiente cita, los Presupuestos Generales del Estado, a partir de septiembre. Siempre que en agosto no tengamos algún disgusto imprevisto. Tiempo ganado o tiempo perdido.

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