Groserías contra la mujer
Sostenía el (pese a todo) muy sabio Tomás de Aquino que Dios no debió crear a la mujer. Lo dijo en Suma Teológica, cuando hace el recuento de los vicios a los que se enfrenta el hombre. "Deben evitarse las ocasiones de pecado. Ahora bien, Dios preveía que la mujer había de ser ocasión de pecado para el varón. Por tanto, no debía haberla creado". Antes, había dedicado páginas a argumentar que la mujer es un macho fallido ("femina est mas occasionatus). Lo diría por la ausencia del pene.
Lo malo es que los jerarcas del cristianismo romano aún se toman en serio esas (y otras peores) proclamas. Quizás sostengan, todavía, que la mujer tiene menos dientes que el hombre, la otra tontería sobre la que Aristóteles documentaba la inferioridad de la mujer (con lo fácil que debió de resultarle al gran griego pedir a la esposa que abriera la boca para contárselos).
Bromas (muy serias) aparte, resulta terrible que la Congregación de la Doctrina de la Fe, que es como se llama ahora el Santo Oficio de la Inquisición, incluya la ordenación sacerdotal de una mujer entre los delitos más graves que puedan cometerse entre eclesiásticos, al mismo nivel que la pederastia y la pornografía infantil.
La barbaridad se recoge en unas llamadas Modificaciones a la Carta Apostólica Sacramentorum sanctitatis tutela, con este título en latín: Normae de gravioribus delictis (Normas sobre los delitos más graves).
¿Dónde la proverbial finezza vaticana? Mezclar delitos como la pederastia, desde cualquier atalaya moral que se juzguen, con un desajuste (o una desobediencia) sacramental y de orden interno es una grosería incalificable, una bárbara intemperancia.
Por mucho espanto -¿miedo al pecado?- que cause a los clérigos el sexo femenino desde la expulsión del paraíso por culpa de Eva -la dichosa manzana-, hay deslices que no pueden tomarse a broma. ¿Por qué la marginación de la mujer en la Iglesia romana, pese a ser quienes llenan templos y ceremonias? Los apóstoles huyeron, despavoridos, cuando Jesús fue detenido. Las mujeres, con María de Magdala a la cabeza, permanecieron al lado del crucificado hasta el final. Quizá no soportan la comparación.
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