Aficionados en bañador y un charcutero 'mazas'
El centro de Madrid fue una marea rojigualda - 'Vuvuzelas', cláxones y bocinas sonaron toda la noche
Cuando el capitán de la selección, Iker Casillas, recibió la copa, se desató la euforia en el paseo de Recoletos. Miles y miles de aficionados estallaron en un grito único de "Somos campeones, somos campeones". Empezaron a verse brazos en alto, gentes saltando y una algarabía que duró hasta bien entrada la madrugada. La fiesta se extendió por todo el centro de la ciudad, desde una abarrotada plaza de España hasta la Gran Vía y la calle de Alcalá, en la que era imposible siquiera andar. La bandera española se veía en todo tipo de camisetas, bufandas y estandartes.
En Alcalá se podían leer carteles como este: "Se va a liar la del pulpo", en alusión al ya célebre cefalópodo. Parejas y grupos de amigos -más que de amigas- tomaron esta calle para celebrar la primera victoria de España en un mundial de fútbol. Y se notaba mucha confraternización. Bastaba un grito de "yo soy español" para que un coro continuase con el clásico "español, español, español". Un coche que se atrevió a cruzar Alcalá fue literalmente tomado por un grupo de cinco chicas que no dudaron en subirse al capó e incluso al techo, vaso de calimocho en mano.
En la calle de Alcalá era casi imposible andar y la fiesta siguió de madrugada
Un policía, sin camiseta y fuera de servicio, se encaramó a un semáforo de la Gran Vía y empezó a ondear una bandera con el toro de Osborne mientras varias decenas de personas le vitoreaban y le hacían fotografías. "No vivo para otra cosa, lo he visto en el bar de unos amigos y en cuanto he terminado me he venido para acá", gritaba después de bajarse del semáforo.
Gregorio Morillo, vecino de A Guarda (Pontevedra), reconocía que hoy iría "doblado y de cabeza al trabajo", pero que había merecido la pena el viaje que había hecho a Madrid para ver ganar a la selección española.
"Cuando ha marcado Iniesta lo he sentido muchísimo, casi me echo a llorar", explicaba su amigo Emilio Jiménez. Muchos aficionados bajaban hasta Atocha tras el partido para coger desde allí el cercanías.
Rocío, una vecina de Galapagar, acudió con su marido y sus hijos de cuatro y seis años. Naturales de Albacete, decidieron apoyar a la selección en el paseo de Recoletos pese al calor. "Al principio lo hemos visto mal porque la autovía de A Coruña estaba colapsada por los coches y hemos llegado casi con el partido comenzado, pero ha sido muy emocionante", destacaba con una sonrisa en los labios la mujer.
La plaza de España, a la una de la madrugada, se convirtió en un lugar de reunión de cientos de aficionados que no dejaban de corear: "Holandés el que no bote, oe, oe, oe" y "España entera se va de borrachera". La celebración tuvo todo tipo de anécdotas, como un charcutero de La Moraleja que iba con el torso descubierto (y bien musculado) junto a otros dos amigos y que no paró de hacerse fotos con mujeres, en especial extranjeras.
Mejor se lo pasaron dos hombres con una bandera con la que toreaban a los coches que pasaban por la plaza del Callao. Igual ocurrió con dos motoristas de la Policía Municipal que, con los cascos puestos, posaron ante algunos aficionados que les rodearon con sus banderas. Los agentes se lo tomaron con buen humor. Aunque, como siempre, a última hora hubo alguna carga policial en Bilbao y Alonso Martínez contra un grupo de exaltados, con nueve detenidos.
Las vuvuzelas tuvieron una gran competencia con las bocinas y los cláxones de los coches, que no dejaron de sonar en toda la noche. Algunos osados se sentaron en las ventanillas de los vehículos y, con las banderas atadas a las muñecas, no pararon de ondearlas. El calor sofocante que se vivía incluso ya de noche hizo que muchos fueran vestidos solo con bañador, que otros se lanzaran agua para refrescarse y que la mayoría optara por las latas de cervezas a un euro que ofrecían decenas y decenas de vendedores por Gran Vía, Preciados, plaza de España y la calle de Alcalá. Y es que también hubo tiempo para hacer negocio. El centro se llenó de improvisados chiringuitos con banderas, trompetas y pelucas para celebrar la victoria
Ya en la Puerta del Sol el oso y su madroño tampoco se libraron. La estatua más popular de Madrid se llenó de aficionados que hacían cola para subir a sacarse la foto de rigor, esta vez más alegre, si cabe, por la victoria de España.
A la recién estrenada cúpula de la estación de Sol tampoco le faltaban amigos. A ella se subían medio centenar de jóvenes y algún improvisado fotógrafo. Una cercana fuente que en el partido contra Alemania alivió los calores de muchos no cumplió su tarea esta vez. No había agua, pero la cerveza manaba a chorros entre los aficionados que la invadieron.
Un descapotable consiguió llegar hasta la céntrica plaza, pero avanzar se convertía en tarea complicada. Por fortuna, los ocupantes, armados de bufandas y litronas, no parecían tener prisa, a tenor de sus cánticos.
Tres amigas venidas de Madrid, Tenerife y París se reunieron en la Puerta del Sol tras ver el partido "en el bar de siempre, en el que nos da suerte", reía Diana. Las tres veinteañeras no paraban de bailar. "No nos da miedo venir", afirmaban abanico -rojo, claro- en mano, "aquí hay muy buen rollo".
La policía apenas se dejaba ver en Sol pero en la plaza de Callao sí se notaba. Por lo visto, la gente no parecía tener ganas de irse a casa. "Es que a ver quién duerme hoy, esto hay que celebrarlo", decían Elisa y Paula, que habían llegado desde Moratalaz, con sus banderas a modo de falda. "Pero el partido fatal, muy mal, con muchos nervios. Tenían que haber sacado a Torres antes".
Ya de madrugada, el sufrimiento del partido no parecía importar. Tampoco los 30 grados que marcaban los termómetros de la Gran Vía. Ni que hubiera que levantarse hoy temprano para ir a trabajar. La predicción del pulpo lo merecía.
Con información de F. Javier Barroso, Sara España y María Porcel.
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