'Japan is different'
Hace poco un amigo residente en Tokio me comentaba que había logrado comprar un televisor de plasma nuevo a mitad de precio. ¿La razón de semejante descuento? "Es un televisor extranjero y los japoneses desconfían totalmente de los aparatos electrónicos extranjeros", le dijo a las claras el vendedor de la tienda. A simple vista se puede pensar que Japón es un país que abraza sin complejos todo lo foráneo. Basta con ver las pastelerías francesas, las pizzerías, los salones de masaje tailandés, las franquicias de comida rápida o las boutiques de grandes marcas que se apretujan en las grandes ciudades niponas. Sin embargo, aquí todos los televisores siguen siendo Sony, Panasonic o Hitachi, la pizza se sirve con mayonesa o tabasco, Coca-Cola ha tenido que crear una subsidiaria para lanzar un producto que compitiera con los refrescos favoritos de los japoneses -el té y el café enlatados- y uno puede visitar el único parque temático de Disney donde se sirve alcohol y la clientela principal son parejas en vez de niños. "Adáptese y acepte sin rechistar los gustos locales", es el mantra al que deben encomendarse la mayoría de empresas extranjeras presentes en Japón.
Los nipones recelan de las marcas extranjeras
Un 32% se opone a que haya un mayor número de turistas
Ese concepto tipo Japan is different, que diría Almodóvar, sigue muy presente en la orgullosa psique nacional y también concierne a la entrada de inmigrantes en el país, pese a que este viene avejentándose a pasos agigantados desde hace décadas mientras expertos y empresarios claman por una flexibilización de la draconiana política de inmigración. Y aunque la población foránea se ha duplicado en los últimos 20 años, hoy en día, la proporción de extranjeros no llega al 2% en una nación con 127 millones de almas, insuficiente para mantener el statu quo de la que todavía es la segunda economía del mundo.
Unos terroríficos datos publicados esta semana emborronan aún más las escasas iniciativas que la clase política ha emprendido para subsanar el déficit poblacional hasta ahora. Según el Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar, al menos 16 trabajadores foráneos pertenecientes a un programa gubernamental de formación fallecieron en 2009 por causas que se sospecha pueden estar relacionadas con las jornadas infinitas de trabajo a cambio de un salario por debajo del mínimo nacional. La mayoría procedía de China y contaba entre 20 a 30 años.
"Hasta ahora, Japón no ha hecho nada para afrontar la amenaza de crisis poblacional", confesaba Susumu Ishihara, presidente de la Agencia de Información Japonesa para Inmigrantes, en una entrevista al diario Japan Times. Ishihara financió el año pasado de su bolsillo el lanzamiento de Inmigrants, una revista que pretende brindar al lector japonés más información sobre los extranjeros que residen en el país. Pero iniciativas semejantes no entran de momento en las agendas de los principales partidos, que hoy concurren a unas cruciales elecciones para renovar un tercio de la Cámara alta. Todos han vuelto a esquivar durante la campaña el tema de la inmigración, temerosos por la gran pérdida de votos que eso les puede suponer. Basta una encuesta hecha pública por la Fundación Económica de Japón en 2009: un 53% no quiere que se faciliten los trámites para los visados de los inmigrantes y un 32% se mostró en contra de que aumente siquiera el número de turistas extranjeros. Japan is different y, de momento, quiere seguir siéndolo.
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