El fotógrafo del crimen

Arthur Weegee Fellig era un crack en su trabajo. Pero, para ser el mejor, tenía que mentir, se colaba en escenas de crímenes, atosigaba a las víctimas y se pasaba la mayor parte de las madrugadas en nightclubs, atento a cualquier rumor. Fellig era fotógrafo, en concreto de sucesos, y fue el rey de su profesión en el Nueva York de los años treinta, el único autorizado a tener una radio de la policía para llegar rápidamente a las escenas de los crímenes. Su estilo, un blanco y negro rotundo, rápido -convirtió el maletero de su coche en un cuarto de revelado-, sucio, porque sus imágenes eran de muerte y decrepitud, de miseria y crimen: asesinatos, robos, accidentes de tráfico... Al día siguiente, New York Daily Times tenía la mejor portada gracias a su olfato. Con el tiempo, Weegee devino en figura mítica del periodismo, y sus trabajos inspiraron a algunos de los grandes directores de cine negro.

Leon Bernzy Bernstein tiene mucho de Arthur Weegee Fellig. No es él, pero casi. Bernstein era el fotógrafo protagonista de El ojo público (1992), de Howard Franklin. De actor protagonista, Joe Pesci, que supo transmitir al personaje un alma amorosa en una carcasa de cinismo. Probablemente el tono que todos los periodistas querrían tener y por eso El ojo público se proyecta el martes a las 19.00 dentro de un ciclo dedicado al World Press Photo que se celebra en CAMON Moncloa (plaza de Moncloa, número 1). Mafia, nightclubs, asesinatos, enamoramientos imposibles y un fotógrafo a la búsqueda de su verdad. Porque, como Weegee, Bernzy asegura: "Nadie hace lo que yo hago. Nadie". Y se toma muy en serio su trabajo: no da charlas sobre él, no filosofa ni sienta cátedra. Sencillamente, lo hace. Una historia negra, en un filme amante y deudor de la serie negra, sobre el hombre que inspiró el estilo del cine negro. Franklin debutó así como director -10 años le costó levantar la producción de esta película- tras una larga carrera como guionista.