España en el corazón
La final desata una ola de simbolismo y de normalidad, sin distingos entre comunidades y sin estridencias, para celebrar una fiesta del fútbol
Probablemente, el personaje más interesante, es decir, el más inquietante de España, será el que pasee hoy a partir de las 20.30 por la Gran Vía de cualquier ciudad, acompañado por su perro o mirando los escaparates tapados por banderas españolas o fotos de sus ídolos de la selección. Ese personaje será un tipo singular, una rara avis, una especie de Tom Cruise en la (malísima) versión americana de Abre los ojos, de Amenábar, cuando recorría las imposibles calles vacías de Nueva York. España se ha autoconvocado a una cita con el éxito desde las grandes ciudades hasta los más recónditos pueblos, desde las zonas más eclécticas a las más pasionales.
Un día después de la manifestación catalana contra el Estatut, Montjuïc dispondrá de dos pantallas gigantes para ver la final del Mundial: una para los españoles, otra para los holandeses. Madrid ha ampliado su espacio festivo hasta los 50.000 metros cuadrados en el Paseo de Recoletos. En cierto modo, las grandes ciudades han seguido las indicaciones poéticas de García Lorca hasta convertir los grandes espacios en lugares tan íntimos "como una pequeña plaza".
La normalidad de este grupo ha conseguido que se agoten las camisetas en Bilbao
Pero el nervio de la selección recorre el esqueleto global. Los pueblos de España han convertido salones de bodas en ambigús del fútbol, las televisiones convencionales en pantallas gigantes. En pueblos como el turolense Burbáguena, la pantalla gigante en la plaza incluye discomóvil, anticipando el deseo a la realidad. Los gritos del silencio inundarán el país, en la misma medida que atronarán la hostelería y la vivienda. La naturalidad de la selección ha conseguido que se agoten las camisetas de La Roja en Bilbao o que centenares de jóvenes celebran en una céntrica (íntima) plaza de la capital vizcaína una trainera (remar en el suelo) para festejar el pase a la final de la selección española. La trainera es una celebración popular de los equipos vascos.
La transición dejó una pregunta en el aire: ¿Dónde estabas tú cuando murió Franco?, una cita recurrente del cambio político en España. Ahora se preguntará ¿dónde estabas tú cuando España fue (quizás) campeona del mundo? Aunque solo fuera por tener una respuesta, todos menos el ciudadano interesante, por inquietante, que paseará hoy con su perro por las calles vacías de su ciudad que mañana no entrará en conversaciones.
El fútbol ha encontrado el lugar habitual del rock and roll, acostumbrado a las multitudes y a las pantallas gigantes. España ensayó su apoteosis con la Eurocopa de Austria y Suiza. El asunto no le pilla de sorpresa, pero le exige en el engrandecimiento. La normalidad impera. El silencio hoy será general, más allá de las estridencias puntuales de algunos líderes políticos. El 11-J será una reedición popular de España en el corazón, de Pablo Neruda, curiosamente un chileno, la selección que más apuros le ha producido a la España de Del Bosque, ha dado en el clavo de su estado de ánimo.
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