Con los papeles cambiados
El Mundial del 74 se recuerda más por el fútbol total que desplegó Holanda que por el empuje de Alemania, el equipo que ganó la final. Todos queríamos que el título fuera para la Naranja Mecánica por su juego deslumbrante en todo el torneo. No es cierto que el público siempre se suba al carro del vencedor. El público quiere que gane el equipo que mejor juega. En Sudáfrica los papeles aparecen invertidos. La frescura, la diferencia, la ha aportado España, frente a la efectividad holandesa, y por eso, los verdaderos aficionados de todo el mundo esperan que la selección española hoy sea campeona del mundo. Simplemente porque es de justicia. No solo por lo que ha hecho en este Mundial, que no deja de ser un torneo de un mes, sino por lo que viene haciendo a nivel de clubes y de selecciones, a lo largo de mucho tiempo.
Holanda y España tienen un denominador común: las dos saben qué hacer con la pelota
Centrándonos en el partido, es evidente que Holanda y España tienen un denominador común: las dos saben qué hacer con la pelota. Se nota que sus jugadores, más allá de las cualidades individuales propias, están educados bajo el prisma del juego colectivo. Saben cómo moverse entre líneas, acercarse o separarse de la pelota, interpretar el ritmo de juego y todos los pases que dan tienen un sentido, son trascendentes.
Hay varias cuestiones que marcarán el grueso de la final. La primera es la diferencia de fisonomía del medio campo de ambas selecciones. España es campeona del mundo en esa zona. No hay comparación posible entre la capacidad de construcción de Xavi, Xabi Alonso, Iniesta y Busquets, y la de Van Bommel, De Jong y Sneijder. Por eso, lo normal es que la selección española sea la que lleve el peso del partido y los holandeses tengan que multiplicarse si quieren evitar el monopolio del balón por parte de La Roja.
En las zonas de finalización se jugarán el cocido. La defensa nunca ha sido una obsesión para los holandeses, y seguramente concederán opciones a Villa y compañía, si el balón les llega en condiciones más o menos razonables. España debe tratar de rentabilizar el dominio de la posesión. Necesita crear ocasiones más numerosas y más claras para marcar. Holanda, por el contrario está siendo bastante efectiva en este Mundial. La línea delantera es lo mejor de la Naranja Mecánica con varias certezas y alguna duda. Robben y Sneijder aparecerán seguro, por algo están en su año mágico, y de Van Persie no ha habido noticias hasta ahora. Por último, que nadie subestime a Kuyt, trabajador y goleador, es el jugador que todos querríamos en nuestro equipo.
La última cuestión importante es dónde empezará a defender cada equipo. Tanto Stekelenburg como Casillas tocan sobre sus centrales para iniciar el juego y habrá que ver en qué punto comienza el entramado defensivo. Lo que está claro es que España arriesgará y presionará arriba. Ya lo hizo contra Alemania y sus jugadores están mentalizados para actuar así. Holanda, por su parte, debe decidir qué hace. Esperar en su campo un error de España para contraatacar o, por el contrario, presionar la salida del balón, aunque para ello se tenga que descubrir en la defensa. Alemania decidió esperar y conceder la iniciativa. Así le fue.
El juego de España ya ha triunfado en Sudáfrica y en el mundo, independientemente de lo que ocurra en la final. El fútbol es fascinante e impredecible. En 90 minutos puede pasar cualquier cosa, pero también es un juego sencillo en el que casi siempre gana el que mejor juega. Y nadie juega mejor que el equipo de Del Bosque.
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