Banzai artístico en el CCCB
La escena japonesa más innovadora se da cita hoy en el Fast Forward
Banzai, pero moderno. Fuera samuráis, repintadas geishas, kamikazes y crisantemos. Lo de hoy y mañana es otra cara, muy diferente, del Japón. El ciclo Fast Forward del festival Grec presenta en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) un abanico de propuestas de la nueva escena emergente del país con la presencia de algunos de sus artistas más innovadores. Son los nietos putativos de Gotzilla, el monstruo de atómico aliento que encarnaba las pesadillas nucleares, pero para ellos la II Guerra Mundial y la traumática posguerra son algo ya tan remoto como el shogunato Tokugawa.
Nobumichi Tosa, Masako Yasumoto, Kazue Mizushima y Fuyuki Yamakawa, los cuatro jinetes de este Fast Forward del sol naciente, presentan espectáculos muy variados pero todos interesantísimos: actuaciones sorprendentes que reflejan un Japón en plena efervescencia cultural. Yamakawa, que fue uno de los artistas del Sónar en Tokio, delgado y guapo como un bishonen de manga, empuña guitarra electrónica y canta letanías guturales conectado a un cable para hacer audibles los latidos de su corazón que constituyen una base rítmica. Alucinante, el único músico cuya taquicardia te puede hacer bailar.
Los Maywa Denki visten como malos de 007 o científicos de 'Gotzilla'
No menos atractiva es la sensual bailarina Masako Yasumoto, con aspecto de lolita de Shibuya, uno de cuyos magnéticos vídeos en YouTube (http://www.youtube.com/watch?v=MBFiQYMOdB &feature=related) ha reimpulsado la venta de kimonos. "Lo que bailaré en el CCCB es diferente, quizá no tan bonito", matiza Yasumoto cuando se le alaba la pieza, con esa desconcertante actitud japonesa de disculparse por anticipado aunque sea antes de invadir Manchuria. "No es tan tranquilo, es más largo y más teatral". La bailarina de danza contemporánea y urbana, nacida en Tokyo hace 36 años, explica que usa en la obra tres tipos diferentes de música (brasileña, argentina y africana) para crear atmósferas. Muy sorprendente -aunque representativo de las nuevas generaciones niponas- es el que niegue cualquier relación con la tradición japonesa. "Nunca he visto kabuki", asegura sin ruborizarse. "Ni butoh". De su relación con la música y el mundo del pop, reconoce tímidamente: "Eso dicen".
Kazue Mizushima es la directora del Stringraphy Ensemble, una formación que basa su trabajo en una especie de arpa gigante de su invención compuesta por 68 larguísimas cuerdas (¡chúpate esa, Harpo!). Las cuerdas están dispuestas en horizontal, en haces a distintos niveles, y atraviesan 130 vasos de papel dispuestos para conseguir varias tonalidades de sonido. Cuando se pulsan (con guantes), con una técnica de gran virtuosismo, muy teatral y física, que hace pensar en la manipulación de marionetas, en la pantomima, el taichi y el zen, el resultado es sorprendentemente mágico, una bellísima titilación armónica del aire. Quien firma estas líneas pudo asistir hace unas semanas a un ensayo -¡y pulsar excepcionalmente las cuerdas!- en el estudio del grupo en Tokyo. El sonido es como de un cuarteto de cuerda compuesto por elfos. Lo que no es raro, porque Mizushima se inventó el instrumento hace 12 años colocando sus cuerdas entre árboles en el bosque. En el CCCB interpretarán ella y sus cuatro acompañantes esa primera composición, A memory of forest, pero tienen intención de tocar también alguna otra pieza, quizá Sakuraru (variaciones sobre la vida de una flor de cerezo) o incluso Las cuatro estaciones de Vivaldi en un arreglo singular (aunque no tanto como el que han hecho de El cant dels ocells).
Nobumichi Tosa es el artífice del grupo Maywa Denki, que parodia con su indumentaria a los empleados de un almacén de productos eléctricos japonés de los años sesenta (aunque a los occidentales nos parecen los malos de un filme de James Bond o los científicos que combaten a Gotzilla). De hecho, Maywa Denki Ltd. era el nombre de una compañía real, la que fundó el padre de Tosa tras dejar la industria de la aviación. Los conciertos de Maywa Denki son alucinantes demostraciones de productos robóticos y extravagantes instrumentos controlados por ordenador. Nobumichi realizó recientemente una exposición en unos grandes almacenes en el edificio Seibu de Tokyo. La ocasión permitió admirar (?) algunos de sus ingenios como el pez cantante o los popularísimos otomatones, una especie de pequeños saxos con boca humana de goma que ellos mismos comercializan y que valen una pasta. "En Japón, el arte es algo menor", nos dijo Nobumichi entonces, embutido en su característico mono azul. "El artista es aquí alguien inferior, pero la electrónica es importante, a los japoneses les gustan los inventores e ingenieros, y también los juguetes". De lo humorístico de su propuesta justifica: "Me gusta el sinsentido, la vida es absurda". Maywa Denki, señala su director-presidente, hasta tiene su propio himno corporativo: Si ves una chispa, corre.
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