La Ribot y sus enemigas
La bailarina madrileña María José Ribot se ha convertido con los años y el desarrollo de su trabajo solitario -por individual- en nuestra más internacional performer y en una figura singular a la que los estudiosos han dedicado atención muy precisa y valoración de mérito. Su trabajo no se prodiga demasiado en España, y por eso resulta aún más expectante, como ya sucedió antes con sus Piezas distinguidas en la galería Soledad Lorenzo o su dúo con Mathilde Monnier, Gustavia, en el teatro del Instituto Francés.
Con un estilo distintivo y siempre sorprendente donde el factor originalidad se da la mano con la estética rupturista, la Ribot propone en Llámame mariachi la subversión de los elementos formales del teatro-danza hacia una atomización y constante cuestionamiento. Avalada esta producción por el estreno en 2009 en el Centro Pompidou de París, ahora llega como broche de cierre al festival In-Presentables 10 (La Casa Encendida, hoy y mañana a las 22.00), un evento que se desplaza hasta los límites del género danza en concomitancia con otras manifestaciones actuales.
En la nueva obra, Ribot modifica la percepción del espacio con tres elementos indisociables: el movimiento de una cámara, el decorado y el cuerpo físico de las artistas que danzan. Llámame mariachi cuenta en escena con Marie-Caroline Hominal, Delphine Rosay y la propia Ribot; la supervisión musical es de Clive Jenkins, y la artista ha reconocido que el producto llega a Madrid evolucionado y cristalizado con respecto a lo que vio París. Al final de la función de hoy, habrá un coloquio entre el público y la coreógrafa.
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