A orillas del mar de Parla
La playa artificial abre otro verano en un año con poco dinero para viajar
Más artificial era el tren de vida de muchos antes de la crisis y nadie le hizo un feo, así que seguramente, ahora que el dinero se ha metido debajo de las piedras y no todos pueden permitirse viajar, la playa de Parla, tan artificial como aquel tiempo de hipotecas a discreción, parece una opción de ocio de lo más natural. Esta instalación del municipio sureño (115.000 habitantes), que funciona desde 2006, abrió ayer su nueva temporada de verano con poca gente en un día de nubes y calor.
La orilla de arena que rodea sus tres piscinas de agua salada tendrá más cuerpos encima en cuanto el cielo madrileño se abra del todo y el sol de la meseta empiece a calentar. La playa de Parla (35.000 metros cuadrados) atrae a gente de su municipio y de otras zonas, según explicó el viernes a Efe el concejal de Deportes de esta localidad, Gonzalo de la Puerta. "La piscina de agua salada es la estrella del verano, no solo de Parla sino de muchas localidades cercanas que se acercan a visitarla", señaló el edil.
El servicio es muy playero, no cabe duda. Se pueden alquilar sombrillas, hay un merendero para quien se lleve la comida y un restaurante. Abre de 10.30 a 20.30, hasta septiembre. Cierra los martes. El precio, 6,30 euros para adultos y 3,20 para niños. Agua salada, una opción alternativa al cloro de las piscinas tradicionales.
Otra piscina que también abrió ayer fue la del embalse de Riosequillo, en Buitrago de Lozoya. Este espacio del Canal de Isabel II abre de martes a viernes de 11.30 a 20.30, mientras que los sábados, domingos y festivos lo hace de 11.00 a 21.00. La entrada cuesta entre los dos y los 3,5 euros.
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