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TORMENTAS PERFECTAS
Columna
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Dos visiones españolas de Israel

Lluís Bassets

Dos destacadas personalidades del Partido Popular, el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y el ex presidente del Gobierno, José María Aznar, han tomado posiciones públicas sobre el ataque contra la flotilla de ayuda humanitaria para Gaza, que terminó con la muerte de nueve personas y desencadenó una oleada de reprobaciones a la actuación del gobierno de Netanyahu. Ambos se declaran amigos y admiradores del Estado israelí, el primero en un artículo titulado Israel, de perfil y de frente, publicado en EL PAÍS el 14 de junio, y el segundo en otro texto, titulado Si cae Israel, caemos todos, publicado en el diario londinense The Times tres días más tarde, como anuncio de la creación de una asociación llamada Amigos de Israel.

Sus posiciones, sin embargo, son diametralmente opuestas. Gallardón reivindica su amistad con Israel para criticar el comportamiento de su Gobierno; mientras que Aznar declara su amistad para rechazar cualquier tipo de crítica a sus actuaciones. Ambas tomas de posición contienen un elemento de novedad. Pocos políticos españoles conservadores han osado tomar una posición tan clara como lo ha hecho Gallardón respecto a un gobierno amigo. En cuanto a Aznar, su actual posición rectifica su actitud como gobernante, cuando consideraba compatibles e incluso necesarias y simultáneas la comprensión de la causa palestina y la amistad con Israel. Ahora ha desaparecido su interés por Palestina y corrobora su imagen de político sin nadie a su derecha, algo que explica por la atracción de la impopularidad: "Ya no está de moda defender a Israel"; "es difícil encontrar una causa más impopular para defender".

Ante los argumentos de uno y otro, parece evidente que entran en una polémica implícita. Aznar recuerda que Israel es una creación de Naciones Unidas, cosa que Gallardón utiliza para reprochar que "con frecuencia desoye sus resoluciones". Aznar arguye con la creciente soledad internacional de Israel para romperla, mientras que Gallardón lo hace para pedir al gobierno israelí que haga caso de los amigos. Pero lo más destacado es que uno y otro ofrecen dos ideas contrapuestas de cómo conciben al Estado de Israel y por efecto de espejo a nuestras sociedades. El Israel de Aznar es un Estado occidental enfrentado al entorno árabe y musulmán, con amplio derecho a defenderse por encima de la legalidad internacional y merecedor de un cierre de filas incondicional por parte de un Occidente cristiano que se siente agredido y cercado. El Israel de Gallardón es el Estado ejemplar del sueño judío, la luz entre las naciones de los profetas: "Otras naciones pueden fracasar en la convivencia y el respeto de los derechos humanos. Israel no", dice. Para Aznar, una trinchera militar occidental en territorio hostil. Para Gallardón, una trinchera moral de la humanidad.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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