Confusión hasta última hora sobre el número de muertos en Castelldefels
Justicia confirma 12 fallecidos, 11 latinoamericanos y una mujer rumana
Los forenses y la policía científica han tenido que ejecutar una meticulosa labor de ingeniería genética para poder cuantificar con exactitud las víctimas mortales del accidente de la verbena de Sant Joan en Castelldefels (Baix Llobregat), donde un tren de alta velocidad arrolló a un grupo de personas que cruzaban las vías. El número definitivo de fallecidos se eleva a 12: 11 de origen latinoamericano y una mujer de nacionalidad rumana cuya identidad queda por confirmar pues carece de parientes en España. La cifra estuvo oscilando ayer todo el día por las informaciones contradictorias entre el juzgado de Gavà que instruye el suceso y la consejera de Justicia de la Generalitat, Montserrat Tura, que pasado el mediodía todavía no descartaba la hipótesis de que algunos restos pertenecieran a dos hermanos gemelos univitelinos, nacidos de una sola placenta y, por tanto, con el mismo ADN. Fue ella misma quien el día 24 apuntó la posibilidad de que hubiera 13 muertos.
Pero ayer al mediodía el Tribunal de Justicia de Cataluña emitió un comunicado en el que confirmaba, tras obtener los resultados genéticos, que los fallecidos eran una docena. Sólo faltaba conocer tres identidades. Montserrat Tura facilitó dos a media tarde: la de Jihnson Eduardo Silva García, ecuatoriano de 19 años, y John Mauricio Osorio Linarez, colombiano de 33 años.
En total, siete de los fallecidos son de origen ecuatoriano, dos colombianos y otros tantos de Bolivia, la mayoría jóvenes, Una circunstancia nada excepcional si se tiene en cuenta que todos ellos se dirigían a la playa de Castelldefels a un concierto de Rubén el Rey, un conocido cantante ecuatoriano que mezcla reguetón y merengue con hip hop.
La víctima número 12 es una mujer rumana, de unos 30 años, cuya identidad no fue facilitada, aunque la policía dispone de su nombre. Al carecer de parientes en España, el juzgado ha recorrido a la Interpol para que obtenga muestras de ADN de sus familiares en Rumania y así poder corroborar su identidad. Esta tarea habría sido más fácil si los carnets de identidad de Rumania hubieran incorporado las huellas dactilares, apuntó Montserrat Tura.
El hecho de que la policía científica y los forenses hayan dado con la identidad de todos los fallecidos no implica que se entreguen los restos a los familiares para darles sepultura. Eso ocurrirá dentro de unas semanas, pues muchos cuerpos han quedado completamente mutilados y hay que cotejar el perfil genético de cada uno de los restos para recomponer el cadáver. De momento, dos familias han anunciado que van a solicitar la repatriación de los cadáveres a sus países de nacimiento.
En cualquier caso, los equipos de investigación han tardado solo tres días en comprobar la identidad de las 12 víctimas mortales, un tiempo récord en que la Generalitat ha contado con la ayuda del Instituto Anatómico Forense, que la consejera de Justicia agradeció ayer.Como solo faltaban por identificar los cadáveres de dos personas que tenían familiares en España, la Ciudad de la Justicia, donde se encuentra el Instituto de Medicina Legal, no vivió el trajín de días pasados. Hacia la una de la tarde acudieron el padre y otros parientes de Jihnson Eduardo Silva, de 19 años. Media hora antes, un funcionario judicial les llamó por teléfono para confirmarles que el joven se encontraba entre los fallecidos. La tarea no fue fácil porque las muestras de ADN efectuadas a un familiar no despejaron todas las dudas. Por ello, los policías se desplazaron la víspera al domicilio de la víctima para buscar huellas dactilares o algún pelo de la víctima y asegurarse sobre su perfil genético. Así lo explicaba su tío, Segundo Medina. Jihnson vivía en la avenida del Paral·lel de Barcelona y estudiaba para administrativo en un centro de L'Hospitalet de Llobregat.
Llevaba en España desde los nueve años, aunque su madre se había quedado en Ecuador. "Lo hemos pasado fatal, al menos ahora sabemos que es él. Llevamos tres días sin dormir porque no aparecía", se lamentaba Segundo.
Las noches de David, de 18 años y ecuatoriano, también han sido un duermevela. "Cada vez que me meto en la habitación y apago la luz es horrible. Me viene a la cabeza aquella noche". David, que presenció la tragedia, acudió a la Ciudad de la Justicia abrazado a su madre para obtener la ayuda de un psicólogo.
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