Un genio "decepcionado"
Federer busca su séptimo título londinense tras ceder el número uno en un año irregular
El viento corta las pistas del Aorangi Park como una fría cuchilla. El suizo Roger Federer, "decepcionado" por sus últimos resultados, destruidos algunos de los signos de su apabullante dominio, prepara bajo ese gélido ambiente su debut de hoy (14.00, Canal + Deportes) contra el colombiano Falla. Le precede en la gris mañana Rafael Nadal, que arma su estreno de mañana contra el japonés Nishikori con un maratón de más de dos horas que requiere dos rivales (Feliciano López y Juan Carlos Ferrero). Nada de eso, sin embargo, ocupa la conversación de los dos mejores del mundo cuando se ven por primera vez en Wimbledon, donde el español no corre peligro de perder el número uno.
Todo comienza con una llamada de teléfono. Ottmar Hitzfeld, técnico de la selección suiza de fútbol, logra que Federer se presente ante sus futbolistas para darles un discurso. "Todo está en vuestras manos", les dice al tiempo que inicia una soflama sobre cómo hay que enfrentarse a la presión y a las preguntas de la prensa; sobre la sordera del deportista de élite frente al ruido externo. Meses después, el viernes, Nadal le felicita en un pasillo. España, 0; Suiza, 1 en el Mundial. "La selección no ha perdido desde entonces", dice Federer, que desde hoy aplica su receta para darle un giro a un curso gris.
El número dos, campeón del Abierto de Australia 2010, estrena centro de operaciones en Wimbledon. La casa, situada cerca del club, es más grande que nunca. También la compañía y las preguntas: junto a su esposa y sus hijas han viajado datos que son dudas. En los últimos siete meses, el ruso Davydenko ha acabado con una racha de 12 partidos seguidos perdidos contra Federer; el sueco Soderling, con otra de 12; y el australiano Hewitt, con una de 15. En el último mes, Federer ha perdido el número uno, la posibilidad de superar el récord del estadounidense Sampras como rey del circuito (286 semanas) y su segundo partido sobre hierba de los últimos 78. Y en los últimos tiempos, caído frente a tenistas que están más allá de los 30 mejores (Gulbis, Montañés, Baghdatis), Federer ha visto roto su récord más querido: perdió en cuartos de Roland Garros y rompe una ráfaga de 23 semifinales grandes seguidas.
"En Australia jugué algo del mejor tenis de mi vida", argumenta. "Me ha decepcionado no mantener ese nivel. Esperaba despegar desde ahí. Quizás la infección que tuve en los pulmones me contuvo, pero creo que reencontré mi juego en Madrid. Tengo confianza. Sé que mi juego está hecho para la hierba. Desde junior sé que siempre tendré una oportunidad de ganar aquí".
Federer, que vive para los grandes, busca su séptimo Wimbledon. Una escena sirve de advertencia. El presentador de la gala de los campeones de la Federación Internacional anuncia que ya no se espera a Federer, que hace unas horas ha sido eliminado de Roland Garros. Un comensal le interrumpe. "Mi hijo viene, tarde, pero viene", dice. En su noche más amarga, Federer se presenta ante 400 invitados. "Vine a esta cena en 1999 para recibir el trofeo de campeón junior. Cogí un autobús y el metro para llegar. Es un honor estar aquí", asegura. La anécdota es un aviso. De 1999 a 2010, hay cosas que no cambian. Federer siempre llega. Federer siempre vuelve.
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