_
_
_
_
_
Análisis:ANÁLISIS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El metro caliente

Ciertamente, el metro caliente cerca del mar puso de acuerdo el capital financiero de Londres con el eje productivo franco-alemán. Alguien debería estudiar si fue debido a la expresión de alguna ley o a una pura casualidad. Sea como sea, el metro caliente hizo posible el tráfico de gente rica del norte, inmigrantes del este o el oeste.

Metros calientes metamorfoseados en chalés de lujo en les Rotes y el Montgó, o en apartamentos y bungalós en Les Marines. Casas mirando espaldas de casas que miran al mar ajenas al soplo del viento. Solitarias y blancas casas con césped y altos muros, o urbanizaciones cerradas, inmunes a contagios sociales. Chalés y urbanizaciones que alojan a gente que trajo consigo, en su maleta, toda su cultura. O al menos toda la que puede consumir el resto de su vida y que le evita todo acto de sociabilidad. Treinta años en la periferia de Dénia como si no hubiesen salido de casa.

Más información
La trastienda del paraíso turístico

Furgonetas de obreros venidos de fuera, inmigrantes de América o del Este de Europa levantando paredes, luciendo fachadas, durmiendo hacinados en pisos de alquiler del centro de Dénia; casas de comida con menú de cuchara. Ninguna plaza; pocas camas en los hospitales, barracones en los colegios. Calles estrechas, con edificios de seis alturas y aceras de metro donde no llega el sol. Solares vacíos calentando metros. Aluminio en las puertas, pintura barata; patios de luces sin luz, ni ascensor. Barrios sin alcantarillado, inundables, abandonados, feos.

La ciudad histórica de Dénia convertida en barrio obrero al servicio de su rica periferia. Una periferia prescindible hecha de excedentes, en una ciudad donde durante años los autobuses tuvieron plaza y sus habitantes no. Una ciudad donde los alcaldes se dedicaron a construir rotondas para sus insignes visitantes, que no votaban, y olvidarse de los ciudadanos a los que pedían el voto. En satisfacer lo efímero y lejano, y olvidarse de lo próximo y moral.

La magia del metro caliente por encima de la ley, una sociedad sin conciencia de ley y unos actores orgullosos de inventarse las normas como si fueran leyes, fueron tres ingredientes de este extraordinario relato. Un relato que nunca entendimos. Creíamos que los problemas eran la falta de espacios públicos, zonas verdes, impactos ambientales; que las causas de estos problemas eran los promotores y constructores, los políticos corruptos o ineficientes o la falta de un PGOU. Pero esos nunca fueron los problemas, sino las consecuencias. El problema, que nunca supimos, era quién calentaba el metro.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_