Dominó, chupito y mucho circo
Los artistas retirados Gallego e Illán lideran el Club de Payasos Españoles
Trapecistas, malabaristas y domadores. Artistas circenses ya retirados. Todos los días a partir de las seis, una antigua sastrería de la calle Magdalena se llena de jubilados de la vida bajo la carpa. O de meros entusiastas de esta. Son los parroquianos del Club de Payasos Españoles y Artistas de Circo. Como su secretario José Antonio Gallego (71 años) y su tesorero Julián Illán (66), que cada tarde se dejan en la puerta los nombres que figuran en sus carnés de identidad porque aquí son Garguy y Pipo. Circólogo uno y ex humorista el otro. "Aunque no venga en el diccionario, la propia palabra lo dice. Soy experto en circo" explica el aludido, que un día también fue ingeniero industrial.
"El Circo del Sol es como cantar 'Aida' en Las Ventas con 50 elefantes"
"El circo es un espectáculo total, musical, plástico y arriesgado"
Garguy y Pipo vienen a esta asociación cultural con vocación de peña para echar el rato. A la tertulia, el chupito de orujo y la partidita de dominó. Es un lugar de reunión -"de contemplación" concreta Garguy- con escenario, barra de bar y una biblioteca que documenta el oficio con títulos como Biografía del circo, de Jaime de Armiñán. Carasblancas (los payasos castigadores) y augustos (los castigados) retratados al óleo cubren las paredes. Son los cuadros que pintó José Villa, el augusto Tonetti, de sus compañeros de profesión. El dedicado a Gaby, Fofó y Miliki figura, pero sin presidir. Su mención no provoca lo que se dice reacciones de entusiasmo precisamente. "Los verdaderos payasos de la tele fueron el dúo formado por Fany y Kyno, que salían en el programa de variedades de Televisión Española presentado por Maria Luisa Seco en los sesenta", sentencia Pipo.
También genera consenso la inconveniencia de considerar al Circo del Sol como tal. La ortodoxia es un grado. "Para mí, eso no es circo. Es como cantar Aída en el Teatro Real o hacerlo en Las Ventas con un acompañamiento de 50 elefantes. Tanta parafernalia enmascara el número. El Circo del Sol es majestuoso y ha hecho que mucha gente vaya al circo sí, pero al de Sol. Además, para que el circo sea de verdad, debe tener animales".
Las fotos en blanco y negro de glorias como las trapecistas Miss Mara y Pinito del Oro, el alambrista Volantín o Daja Tarto, el faquir de Cuenca, completan el tributo a un arte que ¿hace equilibrismos para sobrevivir? "En absoluto. El circo no está en extinción. Cuando se ve que realmente sigue vivo es en la Feria de Sevilla y en los san fermines. En esas fechas, el Circo Mundial llega a hacer hasta cinco funciones diarias".
Con sede en este piso desde 1982, el club nació en 1963 en el desaparecido Hespérides, el bar de la rinconada del circo Price. Punto de encuentro de artistas y aficionados. El sitio donde se cocían los contratos. "Todo empezó por iniciativa del payaso Colilla. Estaba trabajando en Inglaterra cuando le sobrevino una enfermedad y le tuvieron que ingresar en el sanatorio. Allí recibió la visita de un grupo de clowns. Le contaron que formaban parte de una asociación que tenía como objetivo preferente la asistencia a las necesidades de cualquier colega que lo precisase", explica Garguy. Colilla volvió a España con la intención de implantar aquí la idea del club de colegas.
Costó que se aprobaran los estatutos. Al régimen franquista le sonaba a broma eso de "club de payasos". La ayuda de la marquesa de Bolarque fue decisiva. "Ella fue nuestra benefactora", recuerda Pipo. Hoy tiene 400 miembros. Los ha habido ilustres, como el actor Paco Martínez Soria o el humorista José Luis Coll, ambos fallecidos. Y otros que se unieron en un arrebato. "La gente viene, se emociona, se asocia y luego no vuelve a aparecer por aquí" cuenta Pipo. Un archivador de anilla guarda las fichas de todos ellos; de cartón y con la foto grapada.
Dos veces al año, el club edita el boletín Carpa. A esta actividad se suman la operación Esparadrapo (visitas a compañeros enfermos) y la comida anual el cocido de hermandad. Esto sí que es cultura de club, y no lo de las discotecas.
A excepción de algunas miradas bondadosas como la que le dirigió la escritora Enid Blyton en su serie Aventuras, el circo ha generado a su alrededor un territorio mítico bastante pantanoso. Plagado de referencias que alimentan una imagen poco confortable de este. Películas como La parada de los monstruos, los inquietantes retratos que hizo Picasso de acróbatas y arlequines o el uso del payaso como personaje terrorífico (It, de Stephen King), han legitimado la paradoja de que los circenses son personas que reparten alegría cuando carecen de ella. El domador dipsómano, la trapecista que brinca al son de una tragedia personal... Sus vidas convulsas darían forma al reverso tenebroso de este espectáculo. A la ilusión por el ilusionismo. Garguy no comulga con esta lectura perversa. "Son tópicos. Lógicos porque se refieren a un estilo de vida sin ligazones, itinerante, pero no por eso errante ni refugio de malditos. El circo es un espectáculo total. Es musical, plástico, vigoroso y arriesgado. No es sórdido". Palabra de circólogo.
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