Latría al pragmatismo
Ajeno al nihilismo filosófico y a la sequedad sentimental dominantes hacia 1970, Miguel D'Ors (Santiago de Compostela, 1946) ha construido una obra de transparencia comunicativa, densidad autobiográfica, arraigo religioso y una maestría formal acogida a la tradición, "fuera de la cual sólo puede haber tontunas". Convertido paradójicamente en un raro, fue emergiendo como uno de los autores más apreciados por los jóvenes cuando declinaban aquellos valores del sesentayochismo. Sociedad limitada profundiza en su consciencia de segregado de una civilización practicante de un culto de latría al pragmatismo: "¿Qué pinta en esta historia / uno, pobre anacrónico, viviendo entre misterios, / desvelado por este enjambre de nosés?". El poema del que procede esta cita, 'Tantísimas tontísimas preguntas', enjareta estribillos de canciones conocidas, rehace versos de Fray Luis y San Juan, y remeda a Darío al final, sabedor el autor de que la poesía es un palimpsesto reescrito de continuo: "yo, en un rapto de falta de originalidad, / me pregunto qué somos, dónde demonios vamos / y de dónde venimos".
Sociedad limitada
Miguel D'Ors
Renacimiento. Sevilla, 2010
76 páginas. 12 euros
Sorprende en el poeta ese alarde de modestia, proclamador de que "no hay más cera que / la que arde en esta lengua". 'Habla a su padre' transcribe, al cabo de una vida, una sarta de fracasos que desmienten las expectativas de su progenitor respecto a él, a las que compensa un logro que alumbra en los versos últimos. Es este un recurso habitual en D'Ors, quien suele cerrar sus poemas con una chispa de ingenio o de intenso lirismo (fulmen in clausula) que recuerda al hispanorromano Marcial. Como él, asume que los lectores elogian más el "loco manto trágico" que su genus humile, no obstante lo cual "alaban eso, pero leen esto". Junto al peligro de que ese fogonazo final, eficaz en la primera lectura, pierda fuerza en las siguientes, hay algunas caídas en la banalidad anecdótica y el ripio de ocasión. Salvado esto, bastantes composiciones de este libro alcanzan la emoción y la belleza de la alta poesía. Así que váyase lo uno (los poemas meramente ingeniosos) por lo otro (los poemas conmocionantes). De estos últimos hay varios ejemplos en Sociedad limitada.
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