El colectivo gay se moviliza contra la libertad del autor de dos crímenes
Jacobo Piñeiro saldrá a la calle el 13 de julio a la espera de un nuevo juicio
La historia es conocida: después de una noche de juerga mató a dos homosexuales asestándoles 57 puñaladas porque, dijo, creía que lo iban a violar. Algunas fueron por la espalda, otras en la cara. Los ató, quemó sus cuerpos e intentó borrar las huellas. Se marchó de la casa de las víctimas, el escenario del crimen, con una maleta llena con cosas de valor para simular un robo. Antes se duchó, cerró las ventanas y abrió la espita del gas confiando en que todo iba a explotar.
A Jacobo Piñeiro, autor confeso de la muerte de Julio Anderson Luciano (32 años) e Isaac Pérez Triviño (27), lo juzgó y absolvió de asesinato un jurado popular en febrero de 2009 por los hechos cometidos el 12 de julio de 2006. Como defensa alegó un "miedo insuperable", a ser agredido sexualmente por los dos hombres y solo fue considerado culpable del delito de incendio. En su alegato final, después de reconocer los hechos y pedir perdón a su familia (acababa de tener un hijo) aseguró entre lágrimas: "Es culpa de cómo soy". Su declaración emocionó a varias personas del jurado.
La lentitud de la justicia ha ayudado a que el acusado salga de prisión
El fiscal ha pedido que se le ponga una pulsera con GPS para localizarlo
El próximo 13 de julio Piñeiro saldrá a la calle porque no se le prorrogó la prisión provisional. Deberá esperar en libertad a que se celebre un nuevo juicio, que podría dilatarse hasta septiembre. Por increíble que parezca, la anulación de la primera sentencia (que fue recurrida tanto por la Fiscalía como por la acusación particular) ha ayudado a provocar el desenlace más absurdo. La lentitud de la justicia ha hecho el resto.
El abogado de la acusación, Tomás Santodomingo, apunta al corazón del sistema: "Hemos conseguido que quede en libertad un hombre que ha reconocido asesinatos tan atroces". No tiene ninguna duda de que cuando pise la calle se va a escapar a la mínima, porque sabe que le pueden caer 40 años por doble asesinato. Reclamó una prórroga de la prisión provisional (la segunda) a la espera del nuevo juicio, pero el fiscal no apoyó esa medida y la Audiencia Provincial de Pontevedra rechazó esta semana que se mantuviese su encarcelamiento.
Tras la anulación de la sentencia por el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia, en octubre de 2009, la abogada de Jacobo Piñeiro presentó un recurso de casación ante el Tribunal Supremo por una supuesta vulneración de sus derechos. El Supremo tardó varios meses en dictar un auto de 14 folios, que comunicó el pasado 27 de mayo, en el que rechazaba la petición del acusado. Pero mientras se cruzaban los recursos y los autos, el tiempo pasó sin que se organizase un nuevo juicio.
Con su libertad a la vuelta de la esquina, la Audiencia Provincial ha instado a que se tomen las medidas cautelares que solicitaba el fiscal: una pulsera con GPS para tenerlo localizado, la retirada del pasaporte y la obligación de presentarse cada día en el juzgado. "Las mismas medidas que en otros casos se han demostrado ineficaces se van a aplicar a éste doble asesinato", se lamenta Rafael Moral, presidente de Colega, colectivo de defensa de los derechos de los homosexuales.
El marcado carácter homófobo de la sentencia no se escapa a la mirada de varias asociaciones, que han fijado para el día 14 y los siguientes una cascada de acciones en protesta. Hasta 32 asociaciones denunciarán en 24 provincias españolas casos como éste. "Si él sale a la calle, nosotros también lo haremos. No con el afán de venganza, sino para pedir que la justicia tenga la agilidad que demandan los ciudadanos", insiste Moral.
Como recuerda el abogado de la acusación particular, "24 horas es tiempo suficiente para desaparecer de España, y las pulseras con GPS ya han demostrado que pueden fallar". La madre de Isaac Pérez se confiesa desesperada por asistir a la liberación de la persona que apuñaló a su hijo. Incluso amagó con una huelga de hambre pero desistió al ver que no le harían caso. El mazazo es doble al leer la sentencia del tribunal gallego que anula el veredicto: estaba tan mal construido que "ni siquiera se declara como probado que Isaac y Julio fallecieron. Si partiéramos de ésto podríamos concluir la inexistencia de un delito de homicidio o asesinato, [...] lo que no dejaría de ser un nuevo absurdo".
"Temiendo por su vida se protege acuchillándolo"
Aquella noche del mes de julio de 2006, "cuando Jacobo se encontraba en el domicilio de Isaac y Julio, éste último trató de obligarlo, esgrimiendo un cuchillo, a mantener relaciones sexuales con ellos. Al negarse Jacobo, Julio le hiere [...] y temiendo por su vida, forcejean apoderándose Jacobo del cuchillo". Así empieza el relato de los hechos que quedaron probados durante el juicio anulado contra Jacobo Piñeiro. "[...] Temiendo por su vida, Jacobo se protege acuchillándolo [a Julio] y lo arrastra a otro dormitorio donde lo ata y encierra". Después vendría el apuñalamiento de su compañero, también motivado por el "miedo insuperable".
Jacobo, según este relato, "temiendo por su vida y con intención de protegerse, levanta un cuchillo que llevaba hiriendo a Isaac". Luego abandona la habitación para volver a por sus gafas y el móvil, "y al ver cerrada la puerta, la rompe". "Al darse cuenta que en su interior se encontraba Isaac, temiendo por su vida, lo agrede con el cuchillo". Durante el juicio quedó demostrado que una de las víctimas intentó llamar a la policía para pedir auxilio. En ese momento, deduce la defensa, Jacobo lo apuñaló en la cara.
Antes de llegar al piso de los fallecidos, Piñeiro se había pasado la noche de juerga en el Strong, uno de los locales más radicales del centro de Vigo. Con varios cubatas y cocaína encima conoció a Isaac, el camarero, con quien se marchó a su casa, que compartía con el brasileño Julio Anderson Luciano, en la tarde del día 12. La violencia no se desencadenó de inmediato. Varios amigos se presentaron a cenar y se marcharon sobre la una de la madrugada. El crimen se produjo a continuación, cuando, según el fallo, "en un estado de pánico que anuló su capacidad de comprender la ilicitud de lo que hacía", apuñaló 57 veces a los dos hombres. La sentencia que lo anula relata una cascada de fallos que llevaron al jurado a considerarlo solamente culpable un delito de incendio.
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