Chile hace valer su intensidad
El ritmo del equipo de Bielsa se impone a una tímida Honduras
Lo celebraron a lo grande: saltando, aplaudiendo, abrazándose. Ofreciendo el triunfo a su gente, que ocupaba la grada opuesta a la tribuna, donde estaba la ex presidenta Michel Bachelet. La primera victoria chilena en 48 años, desde su propio Mundial, en el 62. Chile se echó a la calle, pero su entrenador, Marcelo Bielsa, no esbozó ni media sonrisa. Ante las preguntas eufóricas de los reporteros, Bielsa clavó la mirada en la mesa y echó agua al fuego en un tono pausado y monocorde, como si rezara el rosario.
Chile es un equipo tenaz. Insistente en ataque y en defensa. Ante Honduras, creó muchas ocasiones y concedió muy pocas. Pero no es un juego hilvanado, sino a trompicones, a golpe de desdoblamientos de los laterales y los extremos. Isla sube y baja la orilla derecha un millón de veces. Con tendencia a partirse en dos: muchos defensas y atacantes; escasos centrocampistas. Solo el mediocentro Carmona guarda permanentemente la posición. Apenas entra en contacto con el balón, pero es un elemento táctico indispensable.
A falta de 15 minutos Bielsa se quedó con cuatro suplentes. El resto, a la caseta
Por eso le llaman el Loco Bielsa. Porque sorprende, improvisa, se sale del carril. Alcanzada la media hora, el partido languidecía sin remedio, anestesiado por el ruido inmisericorde de las vuvuzelas, incapaz Chile de hacer valer su superioridad. Entonces a Bielsa se le ocurrió una idea: mandó calentar a cuatro jugadores y al resto de los suplentes los envió, en fila india, a la caseta. Castigados sin cenar: sin ver el último cuarto de hora de la primera parte. No se sabe con qué pretexto o intención, tal vez para activar a los 11 privilegiados sobre el campo, pero el caso es que, a los pocos minutos, reaccionaron.
A Mati Fernández se le encendió la luz. Y vio cómo entraba Isla hacia el fondo de la portería hondureña. Le dibujó un pase perfecto para su carrera. Raso y en profundidad. El centro de la muerte de Isla lo encontró, tras un rechace, el cuerpo afortunado de Beausejour, un extremo zurdo conocido como El Francés por sus orígenes haitianos. El mérito fue el desmarque de Isla y, sobre todo, el pase de Mati. Durante años, se esperaba mucho de él y ofreció muy poco. A ver si ahora que, tras su errático paso también por el Sporting de Lisboa, se espera mucho menos, Mati levanta el vuelo. Mucho más participativo que Valdivia, que dejó detalles muy aislados. La terna la completó Alexis Sánchez, velocísimo y regateador, pero muy joven, de 21 años, todavía a medio cocer.
Tras la ventaja, Chile siguió atacando: lo lleva en el alma desde que Bielsa asumió los mandos. Y Honduras apenas varió su guión: defenderse y pillar alguna contra. Para ellas contó con dos jugadores que parecen gemelos, Núñez y Álvarez, bajitos, habilidoso, poco consistentes. Sus escarceos fueron lo más peligroso de Honduras, puesto que Pavón, como único punta, apenas inquietó al eléctrico Medel, un central pequeño conocido como El Pitbull por la agresividad en sus marcajes. Honduras volvía a la élite tras 28 años de ausencia y notó la excitación. Trató de tener el balón, pero no pudo.
El pánico a perder no es ajeno a nadie y Bielsa retiró a un centrocampista, Millar, y sacó un nuevo central, Jara, dejando una defensa de tres y adelantando a Isla y Vidal como carrileros. Cada vez había más defensas y menos volantes.
Los pasitos nerviosos de Bielsa en el área de los técnicos denotaba que estaba pasándolo mal. Lo pagó el cuarto árbitro, abroncado por el seleccionador chileno, que le instaba a que agilizara la entrada de Mark González. Chile ya festejaba su primer triunfo mundialista fuera de casa en 60 años, desde Brasil 50, aunque eso a Bielsa le daba lo mismo: ya pensaba en Suiza, verdugo inesperado de España. Las dos rojas cara a cara en el último partido.
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