Agua fría en el Retiro

Las cifras no fueron esta vez tan buenas como el año pasado. Si en 2009 la Feria del Libro de Madrid cerró con un incremento de ventas del 10% respecto a la edición anterior, los datos de la de 2010 han sido un jarro de agua fría: una caída del 9,5%. Lo fácil para hacer el diagnóstico es tirar del manual de las catástrofes y afirmar que cada vez se lee menos, que el formato electrónico está desplazando al papel, que la crisis ha llegado con furia al sector. La organización, sin embargo, prefirió dar una explicación menos alarmista y, acaso, más próxima y verosímil: la culpa la tuvo el tiempo. Durante el fin de semana del puente el calor fue insoportable, y durante los últimos días cayó demasiada lluvia.

La de Madrid es una feria donde los lectores son los verdaderos protagonistas. No tiene nada que ver con la de Francfort, donde lo que importa es el negocio de venta de derechos. Ni tampoco con la de Guadalajara, México, donde se valora sobre todo la ebullición cultural. En el Retiro los editores aprovechan, más que nada, para verse las caras y la presencia de los autores tiene más brillo en la caseta donde firman ejemplares (en esta edición acudieron 1.400) que en la presentación o en la mesa redonda donde hablan de sus libros.

El plan es siempre el mismo: dar un paseo, ojear algún que otro ejemplar o echarle un vistazo a las solapas, interesarse por quienes convocan las colas más largas y, si se tercia, participar también del viejo ritual de la dedicatoria. El componente físico es importante: pasear, tocar los libros, entrar en contacto con los que los escriben. Cuando hay mal tiempo, todo eso pierde gracia. De ahí que tengan parte de razón los organizadores.

Pero también hay algo de verdad en lo que dicen los que apuntan a causas más solemnes. Si la crisis no se manifestó el año pasado, en parte fue por la inercia cogida en los buenos tiempos: se tarda en coger frío aun cuando haya empezado el invierno. Lo del libro electrónico todavía no es dramático, pero influye (a veces para bien: es más fácil rescatar libros descatalogados en ese formato). Y ahora está Internet: quizá no se lea menos, pero se lee de distinta manera. Donde antes se buscaba un chuletón, un guiso de pescado o una buena ensalada, ahora lo fácil es conformarse con una píldora.