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Formas de ayudar al movimiento verde de Irán

Timothy Garton Ash

No nos olvidemos de Irán. Acordémonos de Neda. Si hay manifestaciones de gente vestida de verde este fin de semana en Teherán, para conmemorar el primer aniversario de las elecciones que robó el presidente Mahmud Ahmadineyad, no cabe duda de que los matones de la milicia basij, la policía secreta y la Guardia Revolucionaria volverán a aplastarlas. Prisión, torturas, violaciones y ejecuciones son las ofrendas que hacen esos esbirros de la República Islámica a Alá, el compasivo y misericordioso.

Frente a una represión tan violenta, el movimiento verde está en horas muy bajas, pero no ha desaparecido. Irán no volverá jamás a ser el país que era antes de las elecciones del 12 de junio de 2009. En la gran manifestación celebrada tres días después, una de las mayores de la historia, todo cambió, cambió por completo. En medio de la represión posterior, nació algo de terrible belleza. El proceso histórico puede durar años, pero un día, a medida que la economía empeore y el malestar se extienda a más sectores de la sociedad, el movimiento regresará con toda su fuerza, aunque tal vez con otra forma. Acabará habiendo estatuas de Neda en Irán, y monumentos a los mártires de esta lucha por la libertad, igual que ahora existen monumentos a los mártires de la guerra Irán-Irak.

Los esfuerzos internacionales no deben limitarse a la cuestión nuclear
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La libertad llegará a Irán gracias a los iraníes, no a nosotros

Tampoco deberíamos olvidar nunca que este es un movimiento surgido desde dentro de una sociedad musulmana, con la intención de transformar el régimen islamista más antiguo -y más temible, por ahora- del mundo contemporáneo en algo muy diferente.

Si quieren hacerse una idea de la agonía y el éxtasis que ha experimentado Irán en el pasado año, lean Death to the Dictator!, de Afsaneh Moqadam. Narra la historia de las elecciones robadas y el intento de revolución verde a través de la experiencia de un joven, Mohsen, que se ve atrapado por el entusiasmo de las manifestaciones pero acaba detenido, torturado y violado en repetidas ocasiones por sus carceleros (a Mohsen le causa demasiada humillación confesarlo, pero un médico explica a su madre los terribles efectos de las violaciones, con los correspondientes consejos médicos). La narración política está construida de manera muy viva y experta en torno a ese hilo biográfico central. Una cosa que aparece con gran claridad es el papel fundamental de las mujeres, sobre el que también ha escrito la premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi. La madre de Mohsen se une a las protestas, independientemente de los hombres de su familia, y comprendemos que aquello para ella ha sido una doble emancipación. "Afsaneh Moqadam" es un seudónimo, y algunos nombres y detalles se han cambiado para proteger a los implicados, pero he hablado con el autor y no me ca

-be la menor duda de que este relato angustioso está muy basado en una historia real.

Luego pueden ir a YouTube para ver la película estadounidense For Neda, sobre Neda Agha-Sultan, la joven que murió de un disparo en una de las primeras manifestaciones masivas. El filme es un poco demasiado sensiblero para mi gusto, pero merece la pena verlo, e incluye las valientes crónicas de Saeed Kamali Deghan, que regresó a Irán para rodar entrevistas con la familia de Neda. A pesar de los esfuerzos del régimen para impedirlo, parece ser que muchos iraníes lo han visto ya en la Red. Por último, vean el último informe de Amnistía Internacional sobre Irán, con su sombrío catálogo de detenciones, torturas y ejecuciones.

Mientras tanto, el miércoles pasado, Estados Unidos, Reino Unido y otras potencias occidentales consiguieron que se aprobara una nueva ronda de sanciones en el Consejo de Seguridad de la ONU. Estos nuevos castigos, pese a estar muy suavizados a instancias de Rusia y China, aprietan aún más la tenaza al régimen, incluidos algunos dirigentes y empresas de la Guardia Revolucionaria. Pero las sanciones solo están relacionadas con la cuestión nuclear, no los derechos humanos.

Y aquí surgen dos preguntas: ¿cuál es la mejor forma de impedir que Irán obtenga una bomba nuclear? Y ¿cómo van a combinarse las posibles estrategias para abordar la cuestión nuclear con la atormentada política interna del país? Dudo mucho de que cualquier sanción que China considere aceptable sea lo suficientemente fuerte como para impedir que los iraníes alcancen el umbral de las armas nucleares. Pero sí servirá para empeorar la situación económica del país y, por consiguiente, quizás aumentar el descontento social del que se nutre la oposición.

Algunos dicen que Occidente debería haber reaccionado de forma más favorable a la reciente propuesta de Turquía y Brasil de sacar una parte del uranio poco enriquecido de Irán fuera del país (ofendidos por la negativa, Turquía y Brasil votaron en contra de la última ronda de sanciones). No creo que eso hubiera impedido a Irán aproximarse de forma encubierta al umbral de las armas nucleares, y muchos opositores del régimen no habrían visto con buenos ojos la buena disposición de las potencias occidentales a estrechar la mano ensangrentada de sus opresores. Por otra parte, bombardear Irán, como proponen los más exaltados en Estados Unidos e Israel, produciría seguramente una ola de solidaridad patriótica con el régimen. En el otro extremo, en Washington hay cada vez más expertos en política exterior que dicen ya en privado (y algunos, incluso en público) que debemos aprender a convivir con un Irán nuclear y a "contenerlo". Pero el peligro de desencadenar una carrera de armamento nuclear entre suníes y chiíes en Oriente Próximo es muy grave, y ese sería un "triunfo" que reforzaría al régimen de Ahmadineyad entre los suyos. Es decir, tenemos varias alternativas, pero ninguna buena.

Lo que queda es la esperanza de que llegue al poder un Gobierno más responsable en Irán. Por supuesto, la postura de los líderes del movimiento verde en la cuestión nuclear no se diferencia tanto como nos gustaría de la del régimen. Pero un Gobierno más popular y legítimo, que reanudara el diálogo con el mundo, crearía una dinámica y unas relaciones muy distintas a la hora de abordar el problema.

Cómo y cuándo llegará ese cambio político es, tanto desde el punto de vista moral como práctico, una pregunta para los propios iraníes. La experiencia de otros países sugiere que dependerá de la capacidad del movimiento para formular unos objetivos más claros y estratégicos, mantener su disciplina de la no violencia, ser imaginativos para encontrar nuevas tácticas de protesta, atraer a otros grupos sociales afectados por el declive de la economía (trabajadores, funcionarios públicos, comerciantes de los bazares) y aprovechar las divisiones crecientes dentro del régimen (un nuevo y extraordinario trabajo de investigación del Bureau of Investigative Journalism y Guardian Films demuestra que están produciéndose deserciones importantes en la Guardia Revolucionaria).

La libertad llegará a Irán gracias a los iraníes, no a nosotros. Pero, desde los márgenes, hay unas cuantas cosas que podemos hacer los de fuera. En primer lugar, no hacer daño. En una versión política del juramento hipocrático de los médicos, debemos examinar cada medida que tomemos sobre la cuestión nuclear para asegurarnos que no perjudica al movimiento interno en favor del cambio. Segundo, mantener abiertas las líneas de comunicación e información, para que los iraníes de dentro y fuera del país puedan contarse lo que está sucediendo. El servicio de televisión de la BBC en lengua persa no debe caer, bajo ningún concepto, víctima de los recortes del gasto público. Es preciso redoblar los esfuerzos para mejorar las tecnologías que permiten sortear los cortafuegos en Internet, con el fin de que todos los iraníes tengan acceso a películas como For Neda y a su propio material casero de periodismo ciudadano. En tercer lugar, nuestros dirigentes deberían dejar mucho más claro que nuestra política es también una respuesta a la represión brutal que se ejerce en Irán. No solo nos preocupa nuestra seguridad; también sus derechos.

Por último, es muy importante que recordemos siempre lo que ha pasado en el último año y que ayudemos a los iraníes a hacer lo mismo. Lo que todos los tiranos desean es que su propia gente y el mundo exterior se olviden. El escritor checo Milan Kundera observó en una ocasión que "la lucha del hombre contra el poder es la lucha de la memoria contra el olvido". Donde dice hombre, entiéndase también mujer. Mohsen, y su madre.

Timothy Garton Ash es catedrático de Estudios Europeos en la Universidad de Oxford e investigador en la Hoover Institution de la Universidad de Stanford. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia.

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