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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

También Hungría

Por si las evidencias acerca de la europeización de la crisis financiera global no fueran suficientes, la de Hungría ha pasado a engrosar la nómina de las candidatas a sufrir las peores consecuencias del recrudecimiento del temor y de la aversión al riesgo que invade los mercados financieros. Aunque el detonante es el reconocimiento por el nuevo Gobierno de anomalías contables en el registro del déficit publico, la exposición al riesgo de contagio era antes de conocer esa información suficientemente significativa. Tras el anuncio, el tipo de cambio del forint se depreció intensamente y aumentó de forma significativa el riesgo de crédito del país: el CDS a cinco años subió por encima de los 430 puntos básicos. Ese anuncio recrudeció de forma significativa las tensiones que desde hace semanas sufren los mercados financieros europeos, de la mano de la cuestionada solvencia de las economías consideradas periféricas y de una creciente desconfianza en los sistemas bancarios del conjunto de la región.

Como la mayoría de las economías del este de Europa, la húngara sufre de un déficit por cuenta corriente importante y de un consecuente endeudamiento en moneda extranjera relativamente elevado. La significación del riesgo de cambio es tanto mayor cuando se observa que una gran parte del endeudamiento hipotecario está denominada en francos suizos y euros. La participación de la deuda pública en el endeudamiento total es superior a la del resto de países del Este, con una igualmente elevada concentración de vencimientos en este año y el próximo. En realidad, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE) tienen en vigor programas de ayuda a este país, cuya economía no es probable que crezca hasta al menos 2012, después de que este año contraiga el PIB en más de un 6%.

A pesar de que Hungría no pertenece a la eurozona, a la moneda única no le ha favorecido esta nueva convulsión a la griega; de hecho, ha renovado las dudas sobre la verdadera magnitud de la deuda pública y la capacidad de generación de ingresos para atender los pagos. Aunque solo sea por el riesgo asumido por algunos bancos del área euro, los mercados de acciones y de bonos han acusado el impacto. Los de Austria, Alemania e Italia son los sistemas bancarios más expuestos. El español, al igual que en el resto de la zona, no cuenta con créditos pendientes por una magnitud significativa.

Con todo, haría bien la UE en asumir las lecciones que esta vulnerabilidad periférica está revelando. La más evidente es que hay que fortalecer la coordinación de las políticas fiscales. No solo no hay que temer protectorados presupuestarios, sino que, en aras de minimizar los riesgos de contagio en próximas crisis financieras, hay que asumir cesiones de soberanía más consecuentes y próximas a un verdadero gobierno económico europeo. Para ello, no es solo relevante que se vigilen prácticas contables como las griegas y húngaras, responsables del recrudecimiento de las tensiones en los mercados de bonos, sino que las grandes economías, Alemania y Francia de forma destacada, no arrojen dudas acerca de la integridad y continuidad de proyectos esenciales en el fortalecimiento de la dinámica de integración europea como es la propia moneda única.

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