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LECTURA

Las conexiones de ETA en América

La banda ha llevado a cabo secuestros con el MIR chileno, se ha entrenado con las FARC colombianas, ha trabajado para los servicios secretos sandinistas... y se ha instalado en México, Cuba y Venezuela. Extracto del nuevo libro del periodista Florencio Domínguez, que recuerda el papel de los miristas en el secuestro de Emiliano Revilla

Nunca agradecerá bastante Alicia Koplowitz la tacañería de ETA. De no haberse comportado la banda con racanería con sus socios chilenos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), la empresaria hubiera podido ser secuestrada en 1990. En septiembre de 1989, miembros del MIR comenzaron a vigilar los movimientos de Alicia Koplowitz después de haber descubierto en una revista del corazón cuál era la peluquería que frecuentaba. A partir de esa pista inicial, dedicaron 25 días a recopilar datos sobre la empresaria: los coches que utilizaba en sus desplazamientos, los vehículos de sus escoltas, las rutinas..., toda la información necesaria para poder realizar un secuestro como el que había sufrido Emiliano Revilla el año anterior.

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El reparto del rescate conseguido a cambio de la liberación de Revilla, calculado entre 1.000 y 1.200 millones de pesetas (entre 6 y 7,2 millones de euros), enfrentó a los dos grupos, a ETA, que había cobrado el botín, y al MIR, que había realizado la parte principal del trabajo, había recogido toda la información, había hecho los seguimientos y hasta había construido el escondite donde el empresario estuvo cautivo. ETA no quiso pagar lo acordado a sus socios, se quedó con la parte del león y regateó el diezmo del MIR, lo que provocó que los chilenos rompieran unos acuerdos de cooperación terrorista que tenían ya más de diez años de antigüedad.

La ruptura ponía fin a una alianza de secuestradores que operaba en las dos orillas del Atlántico, en España y en Latinoamérica, con diferentes socios locales en cada ocasión, pero casi siempre con un elemento fijo, el MIR, que presumía de no haber fracasado nunca en un secuestro, algo que, por otra parte, era falso.

La primera consecuencia de la ruptura entre ETA y el MIR fue la orden entregada en París al miembro del grupo chileno Alexis Corbalán Albornoz para que suspendiera las vigilancias que estaba realizando sobre Alicia Koplowitz, porque "los primos", es decir, los etarras, se habían negado a entregarles el dinero que les debían. Y desde entonces no hubo más actividades conjuntas, al menos en España.

El Movimiento de Izquierda Revolucionaria había nacido en Santiago de Chile en 1965, en parte como reflejo de la admiración que había suscitado el triunfo de la revolución cubana, en parte por la decepción sufrida por la izquierda chilena tras la derrota en las urnas de Salvador Allende en las elecciones de 1964.

Precisamente, el segundo contacto de ETA con dirigentes cubanos -el primero había tenido lugar en la década de 1960- se celebró en La Habana en 1970 con Manuel Piñeiro, entonces todopoderoso jefe de los servicios secretos, como interlocutor. El objeto de aquella cita era proponerle a Cuba que guardara una serie de obras de arte que ETA tenía en su poder hasta el día en que pudieran ser expuestas en el País Vasco. No hubo oportunidad de aplicar el trato porque las obras de arte desaparecieron de las manos de la banda en territorio francés. Testigo del encuentro entre Manuel Piñeiro, Barbarroja, y un representante de ETA fue el escritor francés Regis Debray.

La estrella de Barbarroja se apagó en 1992 tras la detención en Madrid de uno de sus protegidos más fieles: el mirista René Valenzuela Béjar, Gato. Valenzuela, que había sido chófer de Miguel Enríquez y que luego se había especializado en actividades de información e inteligencia antes de convertirse en el jefe de logística del MIR, se instaló en París y desde esa ciudad fue uno de los dirigentes clave para organizar lo que se llamó Operación Retorno, la vuelta de un gran número de activistas clandestinos a Chile para continuar la lucha armada. Dentro de esa Operación Retorno se incluyó el intento de crear una guerrilla rural en la región de Neltume, al estilo de los focos guevaristas, sangrientamente sofocada por el ejército. La Operación Retorno resultó un error mayúsculo de la dirección del MIR que costó la vida a decenas de sus miembros.

Gato Valenzuela, instalado en París desde 1974, era, precisamente, una de las piezas clave de Barbarroja en sus contactos con otros grupos terroristas, entre ellos ETA. A las órdenes de Valenzuela se encontraba una treintena de miristas que acabaron funcionando prácticamente al margen de la dirección del grupo, que, por otra parte, a mitad de la década de 1980 se escindió en varias ramas, pese a los esfuerzos de Piñeiro para impedirlo. Los servicios secretos de Pinochet habían llegado a enviar a Francia en 1976 a un grupo de agentes chilenos, argentinos y uruguayos con la finalidad de matar a Valenzuela, dentro de los operativos del Plan Cóndor, pero fueron detectados por la inteligencia francesa, que abortó los planes de acabar con la vida del dirigente del MIR.

También en París se instaló el miembro del MIR Antonio Llorca Puig, alias Coño Luis, Gustavo o Gurruchaga, otra de las piezas clave de la conexión con ETA a las órdenes de Valenzuela. Llorca, descendiente de españoles, fue detenido por los carabineros chilenos el 7 de febrero de 1975 y permaneció encarcelado durante dos meses antes de ser expulsado del país.

Llorca fue el primero en tomar contacto con ETA -a través de Txomin Iturbe- en 1978 y en establecer acuerdos de colaboración entre las dos organizaciones terroristas a espaldas de la dirección del MIR, encabezada entonces desde Chile por otro descendiente de españoles, Arturo Villabela, Coño Aguilar.

El pacto con ETA tenía como objetivo, desde el principio, la realización de secuestros de los que pudieran beneficiarse económicamente ambas organizaciones. Los dos primeros peones que Llorca movilizó para poner en marcha el pacto con ETA fueron Lucía Orfilia Vergara Valenzuela, una militante del MIR que vivía en Suecia, y Héctor Echeverría Ríos, Pedro. Los tres -a los que se sumaría una ciudadana sueca también relacionada con el MIR- viajaron a Madrid a mediados de 1979 para iniciar su colaboración con ETA.

Los chilenos se fijaron inicialmente en dos directivos del Banco de Descuento: el vicepresidente, Ángel Peradejordi Romero, y el presidente, Diego Prado y Colón de Carvajal. Las primeras vigilancias para preparar un secuestro se centraron en Peradejordi, hasta el punto de que Lucía Vergara consiguió infiltrarse en el domicilio del administrador del banquero para obtener información inmediata y en su casa roba una foto de Peradejordi. Las tareas de recopilación de información se prolongaron durante más de un año antes de tener completos informes sobre las víctimas y pasárselos a ETA.

Una segunda tarea de la célula chilena era proporcionar infraestructura en Madrid para que ETA llevara a cabo el secuestro. En enero de 1981, la dirección etarra envió a la capital española a Isidro Etxabe Urrestrilla, Zumai, al frente de un comando. El plan era reunirse con los chilenos, alojarse en los pisos que los miristas habían preparado, comprobar la información sobre el vicepresidente del Banco de Descuento y secuestrarlo. El ejecutivo sería trasladado en un camión hasta Álava, donde otro comando etarra había preparado, en la localidad de Salvatierra, un escondite subterráneo construido bajo un chalet. Era una instalación en cuya construcción trabajaron cuatro miembros de ETA durante varios meses del año 1978.

A las siete de la tarde del 26 de enero de 1981, Isidro Etxabe entró en el bar La Concha, en la glorieta Ruiz Jiménez de Madrid, y comprobó la presencia de un hombre que estaba leyendo el suplemento dominical de EL PAÍS. "¿Es difícil el crucigrama?", preguntó utilizando el santo y seña convenido para que pudiera ser identificado por el lector del periódico. El desconocido, un chileno, se identificó como Pedro y le entregó a Etxabe un sobre cerrado después de acordar una nueva cita para el día siguiente en una cervecería de la calle Hernani. El sobre contenía otra cita, ésta para la cafetería Galaxia, la misma que había acogido las conspiraciones del teniente coronel Antonio Tejero Molina tres años antes. Allí le esperaría una mujer sola que estaría ojeando una guía de Madrid. La mujer resultó ser una sueca, amiga de Lucía Vergara, que ofreció alojamiento a los etarras en su casa.

Durante un par de días, el comando etarra estuvo comprobando los informes recibidos de los chilenos para realizar el secuestro del banquero, pero 4 de febrero, cuando circulaban en un automóvil por Madrid, fueron interceptados por una patrulla de la policía que, después de un tiroteo, capturó a Etxabe y a José Arregui [este murió tras permanecer nueve días en dependencias policiales, supuestamente a causa de malos tratos, pero la justicia no condenó a ningún policía]. Las investigaciones posteriores llevaron a la detención de Lucía Vergara, pero no a la de Pedro, que se dio a la fuga, al igual que Llorca.

Así terminó el primer secuestro planificado conjuntamente por el MIR y ETA en España. La justicia española fue indulgente con Lucía Orfilia Vergara, por desgracia para ella. [Tras ser excarcelada, murió tiroteada el 7 de septiembre de 1983 por la policía secreta chilena en la comuna de Los Condes].

(...) El revés sufrido por ETA y el MIR con la captura de Etxabe y de Lucía no paralizó las actividades conjuntas ni los preparativos para el siguiente secuestro. En octubre de 1982, Llorca Puig utilizó a sus padres para comprar, por 4 millones de pesetas (24.000 euros), un chalet situado en el número 42 de la calle Belisana de Madrid. La vivienda fue cercada enseguida con una tapia y se le añadió un garaje, además de un escondite subterráneo. Se cree que ese escondite sirvió para mantener secuestrado al presidente del Banco de Descuento, Diego Prado y Colón de Carvajal, que permaneció en poder de sus captores entre el 25 de marzo y el 6 de junio de 1983, fecha en la que fue liberado tras el pago de unos 600 millones de pesetas.

A diferencia del secuestro de Revilla o de otros intentos frustrados, en el caso de Diego Prado existe poca información sobre los preparativos. Se sabe, eso sí, quiénes lo llevaron a cabo, los miembros del Comando Madrid José Luis Urrusolo Sistiaga, Belén González e Ignacio Aracama, entre otros; pero la información, como había ocurrido en el caso del vicepresidente del Banco de Descuento dos años antes y como ocurriría más tarde en el de Revilla, la recibieron ya elaborada. Todo hace suponer que fue preparada por los miembros del MIR. (...)

En el mes de junio de 1987, Coño Luis organizó en París un equipo de cuatro personas que tenían que trasladarse a Madrid para comenzar a vigilar a Emiliano Revilla. El equipo lo formaban Alexis Corbalán, alias Boris y Pato Chico, y tres mexicanos, uno de ellos apodado Güero, otro Guatón y la mujer de este último. La primera información del empresario, al igual que en el caso de Alicia Koplowitz, era una fotografía obtenida de una revista del corazón en la que el industrial soriano aparecía en la boda de su hija. Sabían también dónde estaba su domicilio y que frecuentaba el hotel Mindanao.

El equipo de vigilancia comenzó a realizar su trabajo dividido en dos grupos que hacían turnos de mañana y de tarde, hasta que a finales del mes de julio consideraron que ya tenían un dosier suficientemente completo sobre su víctima. Conocían ya sus horarios y sus costumbres, sus entradas y salidas del domicilio, y además habían recopilado información sobre sus propiedades, negocios y posibles económicos. Lo único que no habían conseguido era hacerle un seguimiento en coche por la mañana, porque el equipo de terroristas chilenos no era capaz de seguir al empresario por las calles de Madrid. Conducía muy rápido y tenía la costumbre de saltarse semáforos en rojo, algo que, al parecer, no estaban dispuestos a hacer los hombres del MIR. (...)

El segundo grupo de miristas estaba formado por la compañera sentimental de Llorca, Ana Lidia Hidalgo, conocida como La Rusia; Ramiro Silva, Corbalán y un cuarto miembro apodado El Pelao. Su función era hacer las comprobaciones finales y preparar todo lo necesario para que un comando de ETA pudiera llevar a cabo el secuestro. Dentro de estos preparativos, al grupo chileno le correspondió alquilar un piso en el barrio de Villaverde para alojar a los etarras.

Para hacer las vigilancias, La Rusia y El Pelao se alojaron en el hotel Mindanao para poder entrar en su garaje, ya que Revilla estacionaba allí su coche, después se tomaba una copa en la cafetería y se iba a casa a pie, entre las nueve y las diez de la noche. Los chilenos se centraron en esa hora para asegurarse de que el empresario mantenía sus hábitos: de nueve a nueve y media, La Rusia vigilaba el tramo de calle entre el hotel y la casa de Revilla. Durante la media hora siguiente, el encargado de esa operación era Pato Chico, que se detenía siete minutos en una parada de autobús para no llamar la atención, caminaba hasta la siguiente parada y volvía a esperar otros minutos mientras controlaba la entrada a la casa del empresario [en la plaza de Cristo Rey].

A finales de enero llegó a Madrid el comando etarra que esperaban, formado por Joseba Urrusolo, Antonio Gabiola y María, presuntamente Itziar Alberdi. Se alojaron en el piso de Villaverde y durante siete noches comprobaron los datos que les habían pasado los miembros del MIR. Una vez que se aseguraron de que la información era válida y de que el empresario no tenía escolta, el 25 de febrero consumaron el secuestro con el apoyo del grupo chileno que había puesto a disposición de ETA la casa de la calle Belisana para ocultar al industrial. La casa, cerca de Arturo Soria, estaba ocupada por una pareja de supuestos mexicanos que utilizaban documentación falsa.

(...) ETA consiguió cobrar el rescate de la familia Revilla -unos 1.000 o 1.200 millones de pesetas, según se cree- y el empresario quedó en libertad el 30 de octubre.

Aquella alianza terrorista llegó a su fin por una cuestión de tacañería. ETA no quiso recompensar al MIR todo el esfuerzo que este grupo había realizado para cumplir su parte del pacto. Los hombres a las órdenes de René Valenzuela y Antonio Llorca se habían volcado para vigilar a numerosos empresarios y proporcionarle a ETA la infraestructura necesaria para mantener a sus víctimas en cautividad. Habían empleado numerosos efectivos humanos y fondos económicos -sólo en los preparativos del secuestro de Revilla, Alexis Corbalán había gastado 20.000 dólares del MIR, a lo que había que sumar los gastos de los demás implicados- sin tener una correspondencia a la altura del esfuerzo invertido. Al parecer, la cantidad que había recibido el grupo chileno era de unos 80 millones de pesetas (algo más de 480.000 euros), cifra que no representaba ni el 10% del rescate conseguido.

La implicación del MIR queda reflejada en el dato de que, como mínimo, 23 miembros del grupo tomaron parte en las actividades de colaboración con ETA. Sólo el secuestro de Emiliano Revilla implicó a 13 miembros del MIR. -

Las conexiones de ETA en América, de Florencio Domínguez. Editado por RBA. Fecha de publicación: 17 de junio de 2010. Precio: 22 euros.

Emiliano Revilla, flanqueado por su esposa, Margarita Sánchez, y su hija Margarita Revilla. El empresario saluda, tras su liberación, desde el balcón de su casa de la plaza de Cristo Rey de Madrid.
Emiliano Revilla, flanqueado por su esposa, Margarita Sánchez, y su hija Margarita Revilla. El empresario saluda, tras su liberación, desde el balcón de su casa de la plaza de Cristo Rey de Madrid.MIGUEL GENER

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