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Crónica:ARGENTINA 1 - NIGERIA 0 | Sudáfrica 2010
Crónica
Texto informativo con interpretación

Messi juega otro partido

La Pulga, muy por encima de la propia Argentina, lidera una victoria albiceleste sobre Nigeria que debió ser más amplia - Los cambios de Maradona hacen sufrir al equipo en el tramo final

José Sámano

Argentina es bipolar. De un lado la cara de Messi, su fútbol emotivo, jovial, moderno, un juego sin dobleces. De otro, la cruz del resto de maradonianos, un grupo de esforzados que juegan con fórceps en las entrañas. Con Argentina en la cancha hay dos partidos: el de Messi cautiva; el de Jonás, como paradigma del resto, resulta ulceroso. Y entre una vía y otra, Maradona, con barba de Sierra Maestra y un traje de perchero. A pie de campo, porque antes de citarse con la prensa pasó por el camerino, se puso el chándal y contestó a mordiscos. A mordiscos de una manzana, quede claro.

A imagen de su divinidad, Argentina fue un trasiego de identidades: mortecina a veces, disparatada otras; en ocasiones lúcida, por momentos atrofiada. Como Argentina es una ruleta, en el equipo de Messi, Tévez, Higuaín, Di María, Diego Milito y Agüero, el encuentro lo resolvió Heinze, un tipo más predispuesto para un cruce de navajas que para el fútbol. Y no digamos para el gol. Muchos argentinos estuvieron a punto de hacer diana, y todos con Messi como nexo, con un Messi rematador y asistente, extremo, ariete y enganche. Alrededor de La Pulga no hubo trazos por el medio y su defensa evidenció sus costurones. Pero Vincent Enyeama, el portero nigeriano del Hapoel, israelí, se iluminó y un cambio táctico del seleccionador albiceleste anudó la garganta de los argentinos, angustiados en esa pista resbaladiza que suelen ser los últimos minutos para quien sufre un enredo considerable.

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De Nigeria apenas había habido noticias hasta el último tramo, cuando a Maradona le dio un ataque de originalidad, o quizá sufriera un repentino cortocircuito. A falta de un cuarto de hora, retiró a Verón, sin depósito, un jugador sobrevalorado al que hace tiempo que se le pinchó la burbuja, y dio carrete a Maxi Rodríguez, que perdió llegada y lleva años entre tinieblas. Uno merecía salir y otro no merecía entrar. El equipo necesitaba otro medio, no un supuesto extremo. Maradona decretó un 4-1-5, con Mascherano como único ancla en el medio. Argentina quedó seccionada. Convirtió el duelo en un partido de ida y vuelta, con el peligro que ello conlleva. Taiwo lijó el poste izquierdo de Romero tras un zurdazo, Odemwingie se hizo la rosca en un par de ocasiones, a Uche le traicionó el maldito Jabulani, que parece tener muelles cuando bota... Maradona de nuevo tomó el mando. Invirtió en Burdisso, sembrado en el lateral derecho, y como Jonás le vale para cualquier recado se ubicó en la izquierda. Un nuevo dibujo para aliviar los sofocos. Con Maradona histérico en el corralito del banquillo y Messi dando un masaje a la pelota respiró Argentina.

Nada hacía presagiar el calvario final. El prematuro tanto de Heinze aventuraba un paseíllo para la bicampeona mundial. Pero hace tiempo que para Argentina todo es un suplicio, no hay sosiego. El tanto retrató de mala manera a la defensa nigeriana. Desde la ilusionante Camerún del Mundial de 1990, el fútbol espera que los equipos africanos por fin se aproximen al nirvana. Pero sus despistes inoportunos se perpetúan. Ayer fue Nigeria, como el día antes Sudáfrica. A los seis minutos, Verón lanzó un córner y Heinze tuvo tal latifundio para el cabezazo que hasta se lanzó en plancha, para lo que se requiere libertad, desde luego.

El córner fue motivado por Messi, por supuesto. Su protagonismo fue extraordinario de principio a fin. A los tres minutos ya había citado a Higuaín con el gol tras un fabuloso eslalon. No fue el día del Pipita, atacado en el área adversaria hasta en tres ocasiones. A todas le respondió Enyeama de forma muy ortodoxa. Como ya le ha pasado en el Real Madrid, Higuaín vive en el alambre, el gol es su único sostén. Es curioso. Su productividad es extraordinaria, pero al chico le han colgado el cartel de sospechoso. A Raúl le ganó la batalla; en Argentina discute el puesto con Diego Milito, que no está precisamente a un paso del tercer tiempo.

Ofuscado Higuaín, Messi dio un paso hacia Enyeama y encontró la misma respuesta. No obstante, su contribución a la causa albiceleste fue mayúscula. En medio de la selva, él puso la pausa, él puso el vértigo. Él se asoció con todos, no todos están capacitados para asociarse con él. Por algo estuvo de cháchara con unos y otros. Messi se crece a partir del colectivo, en el juego necesita comprensión, centrocampistas como Xavi, Iniesta, futbolistas con amplio radar para adivinar las pistas que da su compañero. En Argentina no tiene quien le escriba. Mascherano está para el pico y la pala. Verón es quien le mima, pero forma parte de la arqueología y no tiene carrocería para mucho trasiego.

En este Mundial toda prosperidad argentina parece supeditada al azulgrana. No es México 86, pero la evocadora figura de Maradona y el advenimiento imparable de Messi hace irremediable que se rebobine. Hay pocos elegidos capaces de ganar un Mundial por libre. El seleccionador argentino fue uno de ellos. Ahora acuna a su sucesor más evidente. Y lo que éste precisa es un mejor forraje, un ecosistema que le proteja cuando hable con la pelota en la cancha, el único escenario en el que no enmudece. El resto es cosa suya.

Maradona abraza y besa a Messi tras la victoria argentina contra Nigeria.
Maradona abraza y besa a Messi tras la victoria argentina contra Nigeria.AP

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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