La pasión ya tiene sentido
Afirmaban en El secreto de sus ojos que una de las escasas pasiones irrenunciables y que perdura durante toda la existencia es la fidelidad a tu equipo de fútbol. Certidumbre inapelable para cualquier mediano conocedor de la naturaleza humana. Como todas las pasiones a veces puede hacer daño, sentir amargura, atravesar tiempos duros, pero no hay forma de que te abandone. Aunque te machaque, te sentirías perdido y vacío sin ella. No hace falta ser masoquista para comprobarlo.
Imagino que la memoria más poderosa y emotiva esta asociada al nacimiento de los hijos. También a la pérdida de la gente que quieres. Yo puedo haber olvidado fechas trascendentes, pero recuerdo nítidamente mis antiguos estados de ánimo, mis circunstancias, las personas y las sensaciones que formaban mi universo, el lugar donde me encontraba, al hacer memoria de los campeonatos mundiales de fútbol desde 1966. Es mi particular sabor de la magdalena al mojarla en una tisana para evocar el tiempo perdido.
El llanto del cañonero Eusebio al ser eliminado Portugal, Beckenbauer con el brazo en cabestrillo repartiendo juego con modales aristocráticos en el partido más emocionante y grandioso que he visto nunca, las jugadas inverosímiles de Pelé en México, los prodigiosos regates y el cambio de ritmo de Cruyff, la desolación de los creadores del fútbol más deslumbrante (Francia y Brasil en el Mundial de España) al ser injustamente derrotados por los panzers alemanes y el oportunismo italiano, la facultad de Maradona en su segundo Mundial para hacerte creer en lo increíble, son momentos que me sirven para reconstruir con el realismo de una fotografía lo que era entonces mi existencia.
Nunca he sentido desencanto con la selección española, ya que jamás estuve encantado con ella. No por sectaria militancia antinacionalista, sino porque la admiración y el amor eran imposibles. Detestaba eso tan abstracto de la furia. También el triunfalismo estúpido, la fatigosa verbena patriotera asegurando los imposibles milagros, el victimismo, el baboseo, el discurso paleto de los corifeos y la indignación de las plañideras ante esa conjura de los elementos que siempre se cebaba con España, la imagen grotesca de Manolo el del Bombo. Pero hace dos años la Bella desterró a la Bestia. Es precioso ver jugar a esta selección. Sería impagable para la estética y para la ética del fútbol que ganara el Mundial. Pero, aunque pierda, ya he encontrado otra pasión perdurable.
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