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Reportaje:

El secreto de la restauración

La Academia de Bellas Artes expone 100 obras tratadas en sus talleres

La tricentenaria Real Academia de Bellas Artes de San Fernando abre al exterior el cofre donde celosamente guarda su arcano más secreto, la flor de su sabiduría: la correcta restauración de obras de arte. Es la misma clave que le ha permitido atesorar y exhibir, vivo, su fabuloso patrimonio.

"Bajo una idea esencialmente didáctica pensada para ser mostrada ante el gran público", subraya Antonio Bonet Correa, la Academia que preside exhibe en su sede de Alcalá 15 la muestra Restauramos: pintura, escultura, grabados, libros y estampas restaurados en sus talleres con las técnicas más perfeccionadas.

Ha querido así festejar el Día Internacional de los Museos, mediante la explicación enjundiosa de la secuencia material y la metodología que hacen posible el milagro de revivir las obras de arte dañadas por la erosión del tiempo o los efectos de perniciosas e incorrectas manipulaciones fruto de la ignorancia y del subdesarrollo técnico. Precisamente en ello hace hincapié Pedro Navascués, vicedirector y tesorero de la Real Academia. "El canon que hoy guía la restauración es científico, no artístico. No podemos ni debemos reinventar la obra de arte, sino más bien aplicarle técnicas que van a permitir devolverle la pintura, el color, la textura que en su día tuvo". La partida de la Academia para restauración es 100.000 euros, añade.

Pintura, escultura, estampas, medallas y yesos perviven gracias a la técnica
Se muestra la única pintura de George Washington que hay en España

Ya en el zaguán del palacio neoclásico, dos enormes figuras restauradas del dios Hércules y de una espléndida Flora reciben al visitante. Puede en ellas contemplar con asombro las proporciones -seis metros de altura- de las dos estatuas, que se erguían en la napolitana Villa Farnese. Añaden a la magia de sus torsos restaurados el hecho de que ambas fueran reproducidas en yeso y traídas a España por Diego Velázquez en uno de sus viajes italianos, realizado entre 1649 y 1653 por encargo de Felipe IV. Un equipo formado por Silvia Viana, Ángeles Solís y Judith Gasca emprendió su restauración con una técnica basada en un látex especial.

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Las dos colosales estatuas parecen anunciar lo que el interior de la Academia cobija: un legado decisivo en la instrucción de los artistas, en la difusión de sus creaciones y en la formación del gusto artístico en España y América. Para lograr los tres objetivos, la restauración fue la tarea invisible, pero imprescindible también, que consiguió consumarlos.

Una vez dentro del museo donde se expone la muestra, sorprende un dibujo a tinta y acuarela sobre papel verjurado. Muestra la fachada barroca que el propio palacio de la Real Academia tuvo en 1726. Fue obra de José de Churriguera y exhibía todo el repertorio del barroco madrileño; desde el almohadillado -brugnato- asentado sobre roca viva, hasta las ventanas cercadas con molduras y fraileros con casetones.

Luis Ramón Gullón, de 51 años, descendiente de Juan de Goyeneche, el prócer cuyo palacio compró la Corona para instalar en él la Academia, halló el dibujo y lo expuso en su casa hasta que un primo suyo, arquitecto, descubrió su enorme valor. Ahora la Academia puede evocar su primitivo rostro barroco, afeitado por Diego Villanueva, hermano del arquitecto del Museo del Prado, que lo rehizo con el estilo neoclásico que hoy muestra. Deslumbran por su belleza las restauraciones acometidas en el centenar de piezas que el visitante puede admirar sobre incunables, estampas bajomedievales o pinturas como la única existente en España sobre George Washington. Perteneció al valido real, Godoy. "Las claves de la restauración son la legibilidad de la obra, la reversibilidad de lo actuado y la estabilidad de la obra de arte", sentencia la restauradora Silvia Viana.

<b>Grupo escultórico del Laocoonte</b>
Grupo escultórico del LaocoonteR.A.B.S.F

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