Canciones de callejón
Sticky Fingers y Exile On Main St. son discos en los que los Stones estaban sosteniendo el testigo de la promesa de una generación que se deslizaba hacia la irrelevancia (...), la vida diabólica llevándoselos en sus coletazos". Así describe el músico Bill Janovitz el momento en el que se hallaban los Rolling Stones cuando crearon Exile On Main St., una de sus obras clave, que en estos días es objeto de una lujosa reedición en la que no falta material inédito, y que a su vez coincide con la edición en castellano del libro que Janovitz escribió sobre su grabación. En 1971, fecha en la que comienza a gestarse Exile...
los Stones, con los Beatles una vez desaparecidos, eran la banda en activo más importante de los sesenta. Reinaban a su antojo, y los excesos de su corte les acompañaron cuando replantearon sus cimientos empresariales. Después de librarse de un mánager negrero, Allen Klein, y lograr pleno derecho sobre su música, el quinteto se instaló en Francia para eludir la presión fiscal británica. Ese verano, Keith Richards y su familia ocuparon una mansión en Nellcôte, que se convierte en centro de trabajo para el grupo. Los efectos de la adicción de Richards a la heroína no tardaron en afectar a las sesiones. "Wyman advirtió que Mick estaba muy preocupado por Keith", cuenta Janovitz en su libro, "y que las drogas duras estaban dividiendo al personal en facciones". Así comenzó a gestarse un disco que comenzó llamándose Tropical Disease y que se finalizó en Los Ángeles cuando el acoso policial que sufrió el guitarrista se hizo insoportable.
Exile... es también un pulso entre Jagger y Richards. Desde la debacle psicodélica de Their Satanic Majestic Request en 1967, el cantante apostaba por volver al sonido negro que hizo nacer al quinteto, una estrategia en la que el productor Jimmy Miller fue elemento clave y que le llevó a producir al grupo entre 1968 y 1973. En cuanto a Richards, se empeñó en dotar a Exile
... de un sonido que no dejó muy satisfecho a Jagger. "Suena, en varios momentos, underground y un poco experimental, y en otros, clásico y hasta nostálgico", se dice en el libro, y esa es precisamente la garra de un álbum que narra ese hedonista viaje de regreso a las raíces. Tal como explica Janovitz, los Stones tenían una comprensión intrínseca de los idiomas del blues, el soul, el country y el rock and roll americanos.
Salvo Happy y Tumbling Dice, Exile
... no contiene muchos himnos stonianos entre sus 18 canciones. Algunos críticos no lo recibieron demasiado bien, pero nada pudo evitar que se convirtiera en el siguiente paso de la banda hacia su conquista definitiva del trono del rock. Llegó a las tiendas en mayo de 1972, envuelto en una desconcertante portada con aire de freak show, obra de Robert Frank, maestro del realismo fotográfico gracias a su particular mirada sobre la cotidianeidad americana. El collage gráfico que envuelve Exile... es una interpretación visual de unas canciones que saben a callejón, aguardiente y burdel. Frank también fue contratado para filmar un documental verité sobre la gira norteamericana que el grupo realizó en el verano de 1972. La película resultante, Cocksucker Blues, mostraba a los Stones de puertas adentro y la imagen resultante, en los casos en los que las drogas y el sexo estaban en primer plano, no resultaba demasiado favorecedora. Por esta razón, su estreno fue vetado. El tour, que también generó otro documento imprescindible, el libro Viajando con los Rolling Stones, de Robert Greenfield, supuso el colofón perfecto para un disco monumental y quizá también para una etapa. Exile On Main St. no es sólo el álbum más extraño de los Stones, es también el último gran disco de la que, quizás ya entonces, era la banda de rock and roll más grande del planeta.
Exile On Main St. (Deluxe Edition) está editado por Universal. Exile On Main St., de Bill Janovitz, está editado por Discos Crudos.
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