El lugar de las rúas sin nombre
Moraña bautiza sus calles con números porque teme olvidarse de algún ilustre
Moraña es igual que Nueva York. Uno puede quedar con los amigos tanto en la confluencia entre la calle dos y la seis, como en el cruce de la uno con la diez, pero a lo mejor resulta más fácil entenderse si el punto de encuentro es la gasolinera, la acera de Electro Rivas o el alféizar de la carnicería Guillermo. Quitando algún polígono industrial, es el único lugar de Galicia en el que pasa esto. En Moraña, como en buena parte de Manhattan, las calles no tienen nombre. Hay una que sí, que por decisión de la última corporación franquista dejó de llamarse Número 4 para convertirse en Doctor Batallán (un médico del pueblo cuya muerte prematura fue muy sentida por los vecinos). Pero las 18 restantes vías del núcleo principal de este ayuntamiento pontevedrés se identifican con dígitos.
En el penúltimo pleno, la oposición propuso buscar denominaciones
La situación se prolonga por "miedo a meter la pata", afirma un edil
E irán a más, porque Moraña (4.300 habitantes, 900 de ellos en Santa Lucía, la capital municipal medrada a lo largo de 19 rúas), con sus dos parques empresariales y cinco empresas grandes, ha experimentado un fuerte crecimiento en los últimos años y desde que se aprobó el plan general ha doblado la cifra de casas. De hecho, cuando el actual alcalde llegó al poder, hace ya 28 años, las calles y travesías no eran más que siete.
Hace ya tiempo que algunos vecinos se lían cuando intentan identificarlas. El día que sean 40, se van a perder. Porque lejos de ordenar, de norte a sur, de oeste a este, los números, en Moraña, bautizan el asfalto de forma aleatoria y lo único que indican es el orden de inauguración del tramo urbanizado. Hacia el centro, donde la Casa Consistorial, están las más antiguas, y en el extrarradio, hasta la 19, las recientes.
En el penúltimo pleno, la oposición volvió a sacar, al menos por tercera vez en los últimos años, la necesidad de echarle pecho al problema, de empezar a pensar nombres, aunque sean de pájaros y flores, que humanicen el frío callejero. Pero el alcalde, José Amador Eiras, del PP, no ha dicho todavía ni que sí ni que no.
José Casal, concejal del BNG, asegura que la cuestión numérica se prolonga desde antaño por pereza, por falta de valentía, por "miedo a meter la pata": "Para los gobernantes es muy cómodo no mojarse, tomar las menos decisiones posibles. Así, sin incomodar a nadie, uno puede durar mucho en el cargo", critica. En Moraña ni siquiera se ensañó demasiado la Guerra Civil, no hay memoria histórica que preservar ni grandes heridas todavía abiertas. Pero parece que tampoco hay ganas de adular a nadie regalándole una calle.
El intento más serio, hace unos 15 años, se tradujo en un informe que le fue encargado al propio Casal, en el que se le pedía que hiciese una lista de topónimos históricos y otra de personajes señeros del pueblo. Y el alcalde reconoce que sí, que en el Ayuntamiento, desde que él gobierna, se ha hablado "varias veces" de que hay que echarle un poco más de imaginación al callejero, pero también dice que, llegados al caso, él propondría dedicar los viales a "gallegos ilustres, que hay muchos", porque tener que decidir quiénes son los dilectos de Moraña le da vértigo. "Yo no me atrevería a ponerle a las calles nombres de gente de aquí, y tampoco querría que a alguna le pusiesen Alcalde Eiras", se justifica, "porque puede ser que se nos queden algunos fuera, olvidados. Y la verdad, ¿por qué se van a merecer más una calle un médico o un maestro que un veterinario o un zapatero? Si nos paramos a pensar, todos tienen el mismo derecho a ser recordados".
Hasta hace 136 años, la cabecera de Moraña no existía. Santa Lucía era sólo el nombre de una capilla enclavada en el medio de una dehesa real, una plantación de carballos propiedad del Estado, cuya madera iba destinada a la construcción de buques de la Armada. Se aprovechaba todo, y el maestro carpintero de ribera venía a escoger los troncos más torcidos para tallar determinadas piezas curvas. En 1874, José Casal, bisabuelo del hoy concejal nacionalista, compró toda la tierra al Gobierno y la dividió en cuatro partes con unos amigos. Al año siguiente, se edificó la primera casa, ahora en el cruce entre el entonces Camino Real de Cuntis a Pontevedra (hoy, rúa 1) y la otra estrada que une Caldas con Campo Lameiro (hoy, rúa 2).
"Como aquellos primeros pobladores eran algo caciques", relata el biznieto del fundador, "consiguieron trasladar el Ayuntamiento de Paraños [otra parroquia] a Santa Lucía. Y ya en 1924, el pleno municipal acordó ponerle nombre a las dos carreteras". Fue una decisión histórica, por rara, en la localidad. A la Cuntis-Pontevedra, la llamaron Alfonso XIII. A la Caldas-Campo Lameiro, Primo de Rivera. Cuando llegó la República, las placas se retiraron, y entonces se pensó que darían menos problemas los guarismos. En los cincuenta, aún hubo la osadía de llamar a la hoy rúa 6, Circunvalación, y en los setenta le cayó el honor a Luis Batallán, el médico. Desde entonces, en Moraña reina una aséptica paz numérica.
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