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Columna
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Arena política

¿Hay parecidos entre Juan Espadas, candidato por el PSOE a la alcaldía de Sevilla, y Juan Ignacio Zoido, candidato por el PP? Es la pregunta que nos hacemos después de ver el montaje fotográfico que ha hecho el Partido Andalucista tras la presentación del candidato socialista. La respuesta, para quienes no hayan visto esta presentación, es afirmativa. Los rostros, los cortes de pelo, las gafas -sustituidas recientemente por lentillas en el caso de Juan Espadas- y algunos otros detalles físicos llevan a esta afirmación. Pero, realmente, al margen de una primera impresión sobre su físico, ¿son tan parecidos? No.

Existe una abismal diferencia política entre uno y otro. La misma que se da entre quienes representan una opción política de derecha y otra de izquierdas. Podrá parecer, puesto a buscar semejanzas, que tienen puntos en común, pero en políticas tan dispares no es posible encontrarlas. Las igualdades, si las hay, o las diferencias, hay que buscarlas en la integración en una opción política. Son las claves desde las que hay que partir para saber qué política se va a desarrollar. De ahí que algunas de las preguntas de interés que deben hacerse deberían ir hacia este terreno, y no al del parecido físico. Y entre estas preguntas, qué duda cabe, dada la situación de crisis que padecemos, es importante pensar en la capacidad de gestión de estos dos candidatos y en su forma de entender la política.

El comienzo de Juan Ignacio Zoido fue con el Gobierno de José María Aznar. Nunca salió del Gobierno nacional; ocupó la dirección general de Justicia con la ministra Margarita Mariscal y ejecutó labores del Gobierno central en Castilla-La Mancha y en Andalucía, a la que llegó de la mano de Javier Arenas. Fue tras perder el PP las elecciones generales que comenzó a anhelar un cargo político en Sevilla: el de alcalde de Sevilla. Ha prometido que si no gana la alcaldía no seguirá en política como si en ser alcalde se agotara la política. Durante su tiempo de oposición ha desarrollado una actividad amplia por muchas zonas de Sevilla dirigida a darse conocer, y ha tratado de dar un discurso, aunque no lo ha conseguido, de persona de centro. Un mensaje que recibe de la cúpula del PP y reproduce para intentar captar aquellos votos socialistas de centro que se sientan desengañados.

Juan Espadas, en cambio, nunca ha salido de Andalucía. Se ha desarrollado como político con los gobiernos de Manuel Chaves y, ahora, en el de José Antonio Griñán. Ha pasado de formar parte del Gobierno andaluz a ser candidato a la alcaldía por el PSOE. Ha renunciado a sus tareas sin conocer si finalmente sería, o no, candidato. Su elección viene avalada por sus condiciones de gestor como viceconsejero en Medio Ambiente y consejero de Vivienda. Su esfuerzo no va a consistir en demostrar que sabe gestionar sino en darse a conocer en Sevilla. Le queda tarea.

Será interesante el enfrentamiento político. Uno, tratando de no perder el tono centrista; otro, intentando trasladar a los ciudadanos el acierto de su elección, como gestor, persona de centro y socialista. En el debate, Juan Ignacio Zoido lo tiene difícil. Nunca ha gestionado y en su grupo, hoy por hoy, no tiene cabida el centro. Recuerda a aquel misionero que les hablaba del cielo a los esquimales. Uno de ellos le preguntó: "Pero en el cielo ¿hay focas?". Y contestó el misionero: "No". A lo que respondió el esquimal: "Si en el cielo no hay focas, ¿qué hace un esquimal en el cielo?". Pues si en el PP está Rita Barberá con sus expresiones sobre la mujer de Zapatero; si hay personas como Esteban González Pons, que llama al presidente del Gobierno "pollo sin cabeza". Si, además, Federico Trillo es tan incapaz de asumir sus responsabilidades políticas en el caso Yak 42, importándoles los generales condenados bajo su disciplina y obediencia lo mismo que a otros dirigentes del PP la crisis en que estamos los españoles y subordina la responsabilidad al deseo de gobernar, habrá que preguntarse, al igual que aquel esquimal, qué hace una persona de centro en este cielo político que se dibuja. El debate pinta bien.

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