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Reportaje:

La vergüenza como disuasión

Los sancionados por buscar sexo de pago en Granada muestran especial temor a que las notificaciones policiales lleguen a sus domicilios

"¡Estoy casado, estoy casado!". Con las manos en la cara se lamentaba así uno de los últimos clientes pillados por la Policía Local de Granada en la calle mientras demandaba los servicios de una prostituta. Segundos antes, conversaba apoyado en el volante de su Renault blanco con una joven rumana tras haber completado su jornada laboral. Él, de unos 45 años, y ella, que acumula varias denuncias, 20 años menor.

Ni ofrecer ni demandar servicios sexuales en la vía pública está permitido en la ciudad desde que se aprobara la Ordenanza de Convivencia en pasado noviembre. Aún menos, la práctica sexual. A la sanción económica hay que sumar un factor más para los que acuden a buscar sexo de pago: el riesgo de que la infidelidad sea descubierta si la notificación llega por correo al domicilio familiar. Se han dado casos.

"¡Estoy casado, estoy casado!", lamentaba un cliente ante la Policía Local
Las prostitutas se han trasladado al límite territorial del municipio

La multa a los clientes, que es de unos 1.200 euros de media, no se puede pagar en el acto a los agentes de la Policía Local. Alguno ya lo ha intentado. Evitar que la notificación, en la que se detalla el motivo, la hora y el lugar de la infracción, llegue a la vivienda familiar trae de cabeza a más de un sancionado. La opción a la que más recurren, según explica la propia Policía Local, es dar los datos del domicilio de un amigo soltero. Desde que entró en vigor la ordenanza se han producido 324 actuaciones por prostitución. 66 clientes han sido denunciados. 40 solo por demandar los servicios y 26 por practicar sexo en la calle, aunque sea dentro de un coche.

"Uno de los que cogimos en el coche me pidió que la notificación fuera telefónica, al móvil, por supuesto", explica uno de los agentes. La recaudación en este sentido es rápida. Mejor pagar que ser descubierto, así que las multas a clientes se cobran pronto. No en el acto porque hay que abrir un expediente. Respecto a las de las prostitutas, que alcanzan las 222, apenas hay garantías de que se puedan recaudar. "Algunas acumulan 15 o 20 ya y sabemos que no las van a pagar, ni podrían muchas reunir ese dinero", detalla el concejal de Protección Ciudadana, Eduardo Moral.

La cuantía es bastante elevada, hay mujeres que la mayor parte de sanciones que acumulan no baja de los 1.800 euros e incluso llegan a los 3.000. El problema de la identificación persiste porque el 98% son extranjeras, dice la Policía Local, consciente de que el problema no se va a erradicar. Eso sí, el efecto disuasorio es palpable.

La carretera de Jaén, el lugar tradicional en el que se daban cita, está mucho más despoblado cualquier noche o madrugada. Esa calle termina en una rotonda que comparten tres términos municipales: Granada, Maracena y Pulianas. En este último se concentran. Saben que ahí, pasado el límite, están a salvo de multas.

Las chicas, normalmente muy jóvenes, no están dispuestas a pagar la mitad de lo que cobran por ejercer la prostitución en un local. Aunque tengan menos seguridad. "Voy a seguir en la calle, aquí o en otro lugar", aseguran. Precisamente eso es lo que destacan los principales colectivos que trabajan con ellas, que la norma les empuja a alejarse de la ciudad y ven mermada su ya de por sí vulnerable seguridad. Quizá por eso casi todas las de esta zona prefieren a los clientes que vienen de trabajar, no a los que llegan de madrugada con una copa de más.

Los efectos de la Ordenanza de la Convivencia se dejan ya notar en la zona, cuyos vecinos han demandado durante años la prohibición de la prostitución en sus calles. Antes, las vías se repartían por nacionalidades, ahora apenas quedan algunas decenas de rumanas, que enfilan con sus camisetas a modo de vestido el límite de la ciudad con Pulianas cuando se percatan de la presencia policial.

El trabajo principal es "disuasorio", argumentan desde el Consistorio. Controlar la situación es lo principal. "A veces alguna se pone violenta, se enfada, pero otras nos cuentan sus historias y muchas sólo están de paso, enviando dinero a sus familias o ahorrando para buscar algún futuro en su país".

Los clientes no suelen reaccionar muy mal, aunque "es complicado". Su preocupación generalmente es solventar cuanto antes la sanción y la notificación. Y les costará a buen seguro porque, más de uno, cuentan ellas, ahorra durante semanas hasta que reúne la cantidad que le permite pagar un servicio.

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