El coraje no se puede amputar
Un grupo de mutilados de la guerra de Sierra Leona pide ayuda para su país jugando al fútbol con muletas en la Casa de CampoLos futbolistas del One Goal salieron de un campamento de amputados - Ahora luchan por sacar adelante a los tullidos que hay en Sierra Leona
Los guerrilleros del Frente Revolucionario Unido decidieron que Ibrahim Kagbu no sería futbolista. Entraron en su casa y mataron a sus dos primos. Ibrahim pidió clemencia. Los rebeldes cargaron sus armas y le ametrallaron las rodillas. Tenía siete años. Era 1991. La guerra civil de Sierra Leona acababa de comenzar.
La serenidad con la que Ibrahim cuenta su historia demuestra que no todos le damos la misma importancia a una pierna. En realidad, seguramente haya perdido más que eso, como el resto de su equipo de fútbol, One Goal, un grupo de sierraleoneses mutilados a machete o por balazos durante la guerra de su país (1991-2002) que se han unido para pedir ayuda al resto del mundo persiguiendo un balón con dos muletas y un diamante: la fuerza de voluntad.
La guerra civil de Sierra Leona dejó más de 30.000 mutilados
Todos han sufrido lo mismo: brazos cortados a machete, balazos en la pierna
"Los han metido en guetos para que no se les vea", dice un misionero
"¿Por qué no tiene pierna?", pregunta una niña ecuatoriana.
"¿Me dispararon?", responde Ibrahim en inglés.
"¿Y le va a crecer otra?"
Al africano le da la risa. "Ojalá", dice. La niña, que pasa el domingo de pic-nic con su familia en la Casa de Campo, mira arrobada al señor negro vestido de futbolista.Otros dos renacuajos se quedaron mirando como estatuas a Ibrahim Kagbu. Para uno de ellos la tentación fue demasiado grande y le tocó el muñón con su manita. Ni el propio Maradona dándole toques a una mandarina les hubiese cautivado tanto como este futbolista insólito.
Los cientos de ecuatorianos que comen los domingos junto al lago de la Casa de Campo no se esperaban el espectáculo: dos equipos, uno de naranja y otro de verde. Cada portería la protegía un cancerbero con un brazo amputado. Y por cada bando, un combinado de africanos mutilados y periodistas expuestos a una insolación por su causa, sacar de la marginación a los lisiados de la guerra de Sierra Leona, unos 30.000, según los cálculos que hicieron su Gobierno y Naciones Unidas después del conflicto. Antes de venir a Madrid, los chicos de Sierra Leona pasaron por otras ciudades, como Barcelona y Burgos, con el apoyo de Casa África y del Consejo Superior de Deportes.
El mercadillo latino de comida casera, un zoco de sombrillas donde se trasiega sin permiso municipal empanadillas, papayas, granizados de tamarindo, ceviche (pescado marinado) y demás cocina ecuatoriana y peruana, todo ello combinado con salsa colombiana en los equipos de música, perdió un poco su pulso relajado cuando el equipo One Goal apareció en el campo para calentar.
Muchos se dieron la vuelta y se acercaron unos metros a ver aquello: unos tipos delgados y fibrosos haciendo gimnasia sin una pierna, con dos muletas y muy buen humor. René, un grueso vendedor de tamarindos, se compadecía de la mala fortuna de los sierraleoneses: "Mi hermana tuvo la polio, y como en mi país no había esas medicinas, ahora casi no anda. Le mandamos dinero allá, a ver si se puede comprar una silla de ruedas".
El público reconocía el mérito de jugar con una pierna, y la mala suerte de quedarse sin una extremidad, pero no conocía el macabro origen de las taras de los sierraleoneses. Brazos cortados a machete. Piernas machacadas a balazos. Padres y hermanos asesinados.
"Los rebeldes nos atacaron en mi pueblo. Mataron a mi madre y a mi hermana. Quise escapar, pero me pegaron un tiro en la pierna. Estuve dos días tirado sin comida, aguantando el dolor, hasta que me llevaron a un hospital de Freetown [Ciudad Libre, como se llama en inglés la capital de Sierra Leona, antigua colonia de Reino Unido]. Allí me cortaron la pierna", contó ayer Sheku Turay, un chico de 21 años que adora a Kaká.
Los jugadores del One Goal explican sin énfasis sus historias, en un inglés extraño, mezclado con su lengua local. Utilizan a menudo el verbo to chop: cortar.
A Sheku le resulta muy difícil deletrear su nombre, prefiere escribirlo, aunque tenga que esforzarse por dibujar cada letra. Cuando se quedó sin pierna, a los nueve años, no había nadie que se pudiese preocupar de su futuro, cuando el ejército oficial, sus grupos paramilitares y los rebeldes del Frente Revolucionario Unido se mataban entre sí -con los últimos masacrando civiles como método de guerra- por dominar el país y controlar las minas de diamantes. Sheku Turay, huérfano y tullido, se tuvo que dedicar a mendigar por las calles. No aprendió a leer y escribir.
La guerra civil acabó en 2002. Más de 50.000 personas murieron en Sierra Leona, un pequeño país del África occidental que ahora tiene 5.700.000 habitantes e intenta salir adelante explotando sus recursos mineros, con ayuda económica de Naciones Unidas.
Sierra Leona tiene diamantes de alta calidad, además de otros minerales valiosos, como el coltán, imprescindible para fabricar móviles. También tiene buenas playas, como Lumley, en Freetown, donde entrenan los futbolistas de One Goal. Llegaron allí después de estar estancados en campamentos de mutilados a las afueras de la capital.
Sergi Agustí, un cineasta de Barcelona, los conoció en 2002, cuando ya se habían organizado para salir de la marginación social de la posguerra jugando al fútbol. "Ahora tienen ocho equipos en marcha por todo el país, y se asocian para sus proyectos sociales con ONG que van a Sierra Leona", explica Agustí, que ha rodado un documental sobre su historia, titulado One Goal, como el nombre del equipo.
El reto de estos activistas del balón es reanimar las vidas de los mutilados de guerra. Según el misionero Chema Caballero, que vivió en Sierra Leona desde 1992 y ahora ha vuelto a Madrid, el Gobierno los ha abandonado. "Los han metido en guetos fuera de las ciudades, para que no se les vea por las calles. Freetown está reconstruida, no da la sensación de que hubo una guerra, y lo único que hace recordar lo que pasó son los mutilados", dice Caballero, que elogia la actitud de los futbolistas de One Goal: "No se han quedado bebiendo en el campamento; han conseguido salir de ahí".
Sheku Turay, que dejó de pedir limosna para acariciar un balón en la playa de Lumley, reafirmó su objetivo después de ganar el partido con los de verde, sentado sobre la tierra seca, cómodo, disfrutando un plato de cerdo del zoco latino: "No quiero mendigar en Freetown".
One Goal se proyecta hoy a las 17.00 en el Edificio de Alumnos de la Universidad Complutense. Avda. Complutense, s/n.
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