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Voto de castigo para los dos grandes partidos de EE UU

Los electores apoyan a los candidatos populistas en tres primarias clave

Antonio Caño

Los dos grandes partidos estadounidenses sufrieron casi por igual la ira del electorado en unas elecciones primarias que anuncian un tormentoso clima político en Washington. Perjudicados por el lento despertar de la economía y decepcionados por la actuación de sus dirigentes, los estadounidenses votaron el martes mayoritariamente contra todos los candidatos apoyados por los respectivos aparatos partidistas.

Es la hora de los rebeldes, de los inconformistas, de los populistas, de todo aquel, bueno o malo, en la izquierda o en la derecha, que hostigue al establishment o prometa destruir los cimientos de Washington. Este ha sido siempre un sentimiento muy genuinamente norteamericano, que aparece o se sumerge de forma intermitente a lo largo de toda la historia de este país. Pero ahora, cuando todavía se sufren las consecuencias de la crisis económica -cerca de un 10% de desempleo-, se ha convertido en un sentimiento dominante y puede seguir siéndolo en las elecciones legislativas de noviembre.

Eso puede resultar particularmente dañino para el Partido Demócrata por ser el partido en el poder: controla la Casa Blanca y las dos cámaras del Congreso. Pero tampoco es necesariamente una gran noticia para el Partido Republicano, que ha visto ascender desde la base un movimiento ultraconservador, el Tea Party, que poco a poco se va adueñando del corazón del partido.

En las tres elecciones primarias en las que el martes se competía resultó ganador el candidato que desafiaba a la estructura partidista. En Pensilvania ganó Joe Sestak frente al tres veces senador Arlen Specter, apoyado por Barack Obama. En Kentucky, Rand Paul, uno de los más estrafalarios seguidores del Tea Party, se impuso al candidato personalmente propuesto por el líder de los republicanos en el Senado. En Arkansas, la influyente senadora Blanche Lincoln, amiga de Bill Clinton y ardiente defensora de la regulación de Wall Street, fue forzada a una segunda vuelta por un auténtico desconocido.

Algunos analistas en Washington interpretan lo ocurrido como un cataclismo, como la prueba definitiva del terremoto que se avecina en la política estadounidense. Estos resultados se producen después de otra sonora victoria del Tea Party en Utah y de la aún más sorprendente derrota del candidato demócrata al Senado por Massachusetts tras la muerte de Ted Kennedy. Se trata de un fenómeno que preocupa a los partidos.

Pero puede ser precipitado aún conferirle el valor de un cambio de efecto prolongado. No se puede descartar que en la medida en que la situación económica se estabilice, se calme también el panorama político.

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En eso confían, al menos, los demócratas, que creían ver ayer signos alentadores en otras elecciones celebradas el martes, las de un puesto para la Cámara de Representantes en Pensilvania. El candidato demócrata ganó en un distrito de clase obrera blanca que votó por John McCain en 2008. Era un escaño que parecía destinado a los republicanos.

El senador demócrata Arlen Specter saluda a sus seguidores tras reconocer su derrota en las primarias.
El senador demócrata Arlen Specter saluda a sus seguidores tras reconocer su derrota en las primarias.AP

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