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Columna
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Bomberos y pirómanos

Sabemos por las últimas encuestas que si hoy hubiera elecciones en Madrid, ni la presidenta de la región ni el alcalde de la villa sufrirían el mismo derrumbe electoral que el presidente de la nación, pero como los candidatos socialistas de la autonomía y el municipio están por llegar no es comparable la valoración que se haga de estos con la que del líder de la oposición, perdedor de varias elecciones, se obtiene en los sondeos nacionales. A lo mejor ésta es una de las ventajas que ha tenido en cuenta en Madrid la dirección del PSOE: prefieren candidatos desconocidos a candidatos gastados, si bien ni unos ni otros se librarían de sufrir el ajuste de cuentas que el electorado reserva a su partido. En el caso madrileño de las encuestas está claro que Aguirre pierde, y Gallardón también, pero poquito, mientras los socialistas que ambos tienen enfrente ahora no pierden ni ganan en puridad, aunque sí el PSOE, porque no se sabe por el momento si van a ser o no ser, si han llegado o se van.

Quien se convenza de que, vote lo que vote, gobiernan los mercados financieros, no se llama a engaño

En España todo puede empeorar de aquí a 2012: la desconfianza en Zapatero, por supuesto, porque a los mercados y a la derecha todo les parece poco, y también la credibilidad de Rajoy, porque nadie espera que los mercados vayan a ponerle en el compromiso de hacer una política de izquierdas. Hay tiempo. En Madrid también puede irles peor a Gallardón y a Aguirre de aquí al año que viene, ya que la nueva dureza del ex optimista de La Moncloa se espera igualmente de ellos, que no podrán ser ingratos con los mercados ni abonados al despilfarro. La crisis también pasa por la Puerta del Sol y por el palacio de Cibeles y Aguirre y Gallardón tendrán que emplear sus tijeras y cobrarnos más por la basura.

Pero las encuestas pueden no ser otra cosa que un entretenimiento para que, como ha dicho Felipe González, antes de que Zapatero obedeciera a las fuerzas exteriores, no nos ocupemos de lo que verdaderamente importa. Supongo que lo que importa no será para el ex presidente las reyertas de partidos, es decir, los amores y desamores de Aguirre con Gallardón o con Cobo, o si Blanco bendice o no a Tomás Gómez o a David Lucas, que esas son cosas municipales y espesas para un estadista, pero como él sabe muy bien esos granos hacen granero y con frecuencia queman los establos. Claro que para los ciudadanos es evidente que los políticos no son lo que más importa; si lo fueran serían su primer problema. Y no. Son el tercero, después de la crisis y el paro, menos mal, pero un gran problema en todo caso, y ya es decir que lo sean, aunque ninguno de los tres problemas dejen de estar vinculados entre sí. Ni estos con la corrupción por más que las encuestas no revelen una alarmante inquietud por la podredumbre. Rajoy, Aguirre y Gallardón no pierden el sueño por sus corruptos.

No será la corrupción en consecuencia lo que lleve más madrileños a la abstención o a buscar desolados una alternativa como si de votantes británicos se tratara. No obstante, una encuesta otorga a UPyD ocho escaños en la Asamblea de Madrid y otras tres concejalías en la Casa de la Villa. UPyD no es el partido liberal del Reino Unido, o al menos no se sabe por ahora que lo sea, pero no se descarta que su dueña pueda sacarse un Nick Clegg madrileño de la chistera. O dos. Acabar con el bipartidismo es siempre ilusionante, y más con el bipartidismo que tenemos, si no fuera que los partidos bisagra acaban por parecerse a los que no lo son en cuanto tocan poder, incluso antes. Y lo peor: que sus votantes no saben a quién acabarán por apoyar al final. Los afines al laborismo que votaron en su desencanto a los liberales han hecho primer ministro a Cameron. Y aunque las diferencias entre Cameron y Brown pueden no parecer tantas en lo sustancial basta recordar a Margaret Thatcher para reconocer que son infinitas. En todo caso, lo que más importa de las encuestas no es que los políticos suban o bajen, que las políticas bajen o suban, que las hay que suben y bajan sin que se sepa por qué, o las que no se sabe si suben o bajan, sino el fatal estado de ánimo de los electores que buscan bomberos y encuentran pirómanos en un sistema en crisis. El voto es una gran responsabilidad, sí, pero el que se convenza de que, vote lo que vote, gobiernan los mercados financieros, no se llama a engaño por más que lo tilden de demagogo. Y a lo mejor eso es lo que decide al PSM a no sacrificar por ahora a sus más glamurosos notables en unas elecciones perdidas.

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