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Reportaje:20ª Liga azulgrana

Más Messi, más goles, más Barça

El argentino, que ha conseguido su cuarta Liga en seis temporadas, ha marcado 34 tantos en 35 partidos, se lleva la Bota de Oro y se ha convertido en el líder del equipo con toda naturalidad

Lionel Messi ha jugado como nunca, más que nunca y, en consecuencia, ha marcado más goles que nunca desde que asomó por el vestuario del primer equipo del Barcelona hace seis años. A más Messi, más goles y más títulos. Si el año pasado alcanzó un triplete histórico (Liga, Copa del Rey y Liga de Campeones), en esta temporada han caído cuatro: Supercopa de Europa y de España, Mundial de Clubes y la Liga, la segunda consecutiva. La Pulga, además, pichichi de la Liga, ha firmado en este curso nueve dobletes y cuatro tripletes. Anoche, ante el Valladolid, logró su último doblete para igualar la cifra histórica goleadora de Ronaldo (34) en la Liga 1996-1997, y en el total de una temporada (47).

'La Pulga' ha igualado las 34 dianas de Ronaldo en el campeonato
"Llegará donde quiera mientras tenga ganas. El futuro es de Messi", conviene Tito Vilanova
"Leo siempre ha sido un goleador. Esto no es nuevo", afirma el técnico Guardiola
El jugador ha rendido de igual manera como extremo que por detrás del delantero centro
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El curso en el que recibió el Balón de Oro, el niño de Rosario ha seguido creciendo hasta el punto de alcanzar la Bota de Oro, honor reservado al mejor goleador europeo. Ha crecido ganando y conviviendo también con la derrota; eliminado de la Copa por el Sevilla, que juega la final pasado mañana en el Camp Nou, y por el Inter, que superó al Barcelona en las semifinales de la Champions y se ganó el derecho a estar en Madrid el sábado.

Messi ha crecido en el campo, como futbolista y goleador, y fiel a su estilo, lo ha hecho en silencio, mostrando también una enorme madurez, una especie de paz interior inaudita en un héroe de 22 años, cuya única frivolidad conocida es el ruidoso acelerón de su Maseratti negro al abandonar la Ciudad Deportiva Joan Gamper. Al pasar balance, el curso de Leo Messi se puede visualizar en tres imágenes. La primera es íntima, de equipo, y sabe a derrota en la Copa del Rey, el primer título que se le escapó al Barça desde la llegada de Pep Guardiola y remite al vestuario del estadio Ramón Sánchez Pizjuán, en Sevilla, el 13 de enero. El Barcelona ganó por 0-1, pero no tuvo bastante y quedó eliminado por el valor de los goles en campo contrario: 1-2 en el Camp Nou.

En medio del desorden habitual en que se convierte un vestuario después del partido -trozos de vendas, ropa, botellas de agua... todo desparramado por el suelo, un caos que se repite partido tras partido- Messi se derrumbó. Sentado en el suelo, la cabeza entre las rodillas, lloró sin consuelo. Fueron inútiles los ánimos de sus compañeros, las palabras de su amigo Gaby Milito, o la caricia de Guardiola, que aquel día, en la derrota, comprendió, mirando aquel paisaje, que manejaba un grupo de verdaderos ganadores, y entendió que, además, a Messi la derrota le destroza y le convierte en mortal. Lo contó Guardiola: "Otro hubiera dicho: 'Va, soy campeón del mundo, ¡todavía me queda la Liga!' Él, no. Los jugadores habían sido mejores, habían ganado el partido, era imposible jugar mejor... Pero Palop lo paró todo, nos eliminaron. Y estaban destrozados. Messi más que nadie".

Aquella noche, Guardiola empezó a pensar que valía la pena seguir luchando a su lado, por lo menos, una temporada más. "Messi no acepta la derrota porque es un ganador y se rebela contra las injusticias porque es un luchador", explica Tito Vilanova, que, además de ser el ayudante de Guardiola, conoce al argentino desde que La Pulga sólo tenía 14 años. "Por eso -insiste Vilanova- cuantas más patadas le dan y cuanto peor le pita un árbitro, más pide el balón, más busca el gol y mejor juega".

La segunda escena sabe a fiesta y remite a un gesto muy íntimo convertido en público. Se ha repetido este curso como nunca, al menos en el primer equipo. Messi nunca había marcado tantos goles. Tantos que se ha convertido en el jugador más joven de la historia del Barça en sumar 100 goles en Liga, con 22 años y seis meses.

A cada gol, la misma imagen, un día tras otro. Messi que marca, que corre, que festeja con la grada, que le agradece al compañero el pase, hasta que desaparece bajo una montaña de abrazos. Y cuando regresa, de camino al centro del campo para volver a empezar, siempre, siempre, levanta los brazos y señala al cielo. "Lo hago por mi abuela Celia, la mamá de mi mamá", explica Leo. "Falleció en 1998 y no me vio triunfar", se lamenta La Pulga. Anoche le dedicó otras dos dianas.

En un artículo escrito por Martín Castilla y publicado en el diario La Nación, Messi explica que todo empezó en casa de la abuela: "Mi papá me cuenta que una vez, en la casa de la abuela Celia, mis hermanos jugaban en el patio de la casa junto con mis primos y que cuando me llamaron porque les faltaba uno, yo no quise ir. Dicen que cuando toqué la pelota, todos me miraron extrañados. Entonces, mi abuela me dijo que iba a llevarme a Grandoli, mi primer club". La abuela Celia también le regaló la primera pelota, blanca a topos rojos, y fue doña Celia la que obligó a Salvador Aparicio, al que todos llamaban Apa, a ponerle cuando faltaba uno para completar el equipo. Ella le dijo a Don Apa que lo pusiera a jugar. "Está bien, pero se lo pongo cerca de la raya, así cuando llora lo saca usted solita". Evidentemente, no lloró. "La rompió", recuerda Apa: "Doña Celia murió sin ver a su nieto triunfar en el Barcelona. Por eso, cada gol de Messi va para ella. Y este año ha marcado muchos, como nunca, superando incluso los registros de delanteros considerados goleadores como Rivaldo, Romario y, sin ir más lejos, Eto'o, que nunca pasó de 30 en una Liga. Messi lo ha logrado. Hay razones que lo justifican y remiten a la tercera imagen del año: la nueva posición de Messi sobre el campo.

Si Guardiola decidió modificar la demarcación de Messi, de la punta abierta a zonas interiores, no fue porque jugara mal. Sucedió el día que el Barcelona recibió al Málaga en el Camp Nou el 27 de febrero. "El que jugaba mal era el equipo; por lo menos, nos empezaba a costar demasiado esfuerzo generar ocasiones", reconocen en el cuerpo técnico azulgrana. De hecho, jugando en la banda, Messi había marcado 23 goles en 33 partidos.

Messi siempre jugó por dentro en las divisiones inferiores, así que la decisión de Guardiola resultó algo de lo más natural para La Pulga, que brincó como nunca hasta ayer, en 22 partidos jugando por detrás del delantero centro. "Leo siempre ha sido un goleador, eso no es nuevo", avisa Guardiola, que justifica la mejora en el rendimiento en un dato: "Se ha lesionado menos, ha jugado más, se ha divertido más y ha metido más goles".

"En Madrid, el día del 2-6, ya jugó en esa posición. Y en la final de Roma, también", recuerda Vilanova. "Si tienes al mejor jugador del mundo, lo lógico es que intervenga mucho. Así que decidimos meterlo en zonas interiores, para que participara más", sostiene la mano derecha de Guardiola. "Si en algo ha crecido este año es en el juego de asociación. No quiere hacer la jugada del siglo en cada acción", insiste Vilanova. "Como encuentra a más amigos, la toca más y mezcla mejor. Tiene una intuición espectacular durante el juego, así que como dispone de más opciones para elegir, hace más daño y es más complicado pararle", explica Juan Carlos Unzué, preparador de porteros y miembro del cuerpo técnico.

"A veces me pregunto dónde estará su techo porque cada día es mejor", concluye Iniesta. "Llegará donde quiera mientras tenga ganas. El futuro es de Messi", cierra Vilanova. El Camp Nou lo celebra.

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