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MERCADOS

La manada de lobos ha vuelto

No ha durado mucho. Menos de una semana después de que los legisladores y bancos centrales europeos evitaran el juicio final financiero, con un rescate de 750.000 millones de euros y una racha de compras de bonos gubernamentales, la euforia parece disminuir. Los tipos interbancarios y los diferenciales de deuda aumentan, mientras las acciones caen. Una vuelta al trauma de antes del rescate no es inminente, pero los elevados déficits y la necesidad de medidas de austeridad van a hacer que los mercados sigan revueltos.

Por supuesto, los indicadores están lejos de las luces intermitentes rojas de la semana pasada. Los márgenes entre el Euríbor y el tipo de intercambio a un día -una medida del estrés del sector bancario- era de 34 puntos básicos el viernes, lo que supone un descenso respecto al máximo de 45 puntos alcanzado antes del rescate. El índice de los seguros de impago de deuda SovX, una medida del riesgo de suspensión de pagos de un gobierno, está unos 50 puntos por debajo del máximo anterior al rescate, de 175 puntos básicos. Y pese a la racha de ventas de la mañana del viernes, las acciones europeas están casi un 7% por encima de sus mínimos de la semana anterior.

Aun así, el rescate de la zona euro ha perdido algo de lustre. La preocupación general es que la crisis soberana de Europa no ha hecho más que empezar. Sus bancos centrales insisten en que la suspensión de pagos de Grecia es imposible, pero el consejero delegado de Deutsche Bank habla de ello sin tapujos. Al apoyar a Grecia y a los Estados más débiles, puede que las autoridades sólo estén contagiando a los más fuertes.

Esta suavización no guarda relación sólo con las preocupaciones de los Gobiernos europeos; las cifras de desempleo en Estados Unidos, publicadas el jueves, han sido peor de lo esperado.

Sin embargo, los Gobiernos europeos ya tienen que hacer malabarismos entre aplicar duras medidas de austeridad para retomar el control de sus finanzas y ahogar el crecimiento económico, lo que prolongaría los problemas y perjudicaría a los ingresos corporativos. Pero si la voluntad política de llevar a cabo una reforma no llega a buen puerto, la alternativa sería que los bancos centrales compraran aún más deuda pública, lo que en última instancia provocaría inflación.

A corto plazo, los mercados seguirán volátiles, mientras los políticos recortan el gasto y aumentan los impuestos. Los motivos para el optimismo no abundan.

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