El éxito de dos fracasos
La sala Guindalera aborda este año un ciclo de autores españoles que se ha iniciado con La última cena, de Ignacio Amestoy. Un texto que se ha atrevido a plantear un viaje hacia el interior del mundo íntimo y familiar del terrorismo vasco. Y lo hace con inteligencia, como si se tratara de un retrato aséptico en el que todos pueden reconocer parte de lo que pasa, pero que en ningún momento llega a juzgar ni tampoco a ignorar.
Un padre, interpretado por José Maya, curtido actor en las tablas españolas, que representa a ese intelectual comprometido que ha fracasado en la búsqueda de viejas utopías. Un hijo, dentro del cual se mete el joven actor Bruno Lastra, dando toda una lección de oficio, para contarnos como él también tuvo sueños utópicos, pero trató de alcanzarlos por la vía violenta.
Los fracasos de ambos encuentran una sorprendente salida común en este montaje dirigido con mano férrea por Juan Pastor, quien, al igual que el autor, no ha permitido que las cosas transiten por lo obvio.
Una brillante y diferente lectura, llena de teatro y especialmente interesante para desconocedores del problema vasco.
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