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Reportaje:CONFLICTO ENTRE MUJERES

Las segundas esposas se alían

Mujeres de hombres divorciados arremeten en Internet contra las ex de sus maridos

Patricia Gosálvez

Imaginen tener que mantener a los hijos de "la otra". Hace dos años, Elena Porras Sánchez sufrió una sentencia sin precedentes: un juez de primera instancia de Girona estimó que sus ingresos (900 euros del paro) debían pagar parte de la pensión que su pareja le pasa a la niña que tiene con su ex mujer. La Audiencia de Girona anuló la insólita decisión poco después, pero el asunto le ha servido a Elena para escribir una novela "inspirada en un caso real". ¡¡Paga y calla!! se publica a finales de mayo. "No es rencorosa, pero sí muy políticamente incorrecta. Arremete contra un ministerio que no me parece nada igualitario y contra un sistema judicial injusto", dice su autora. "Lo he escrito por necesidad", continúa, "mucha gente se sentirá identificada con el personaje ya que pone el dedo en la llaga". La llaga es la discriminación que sienten las nuevas parejas de personas divorciadas. "No me gusta la etiqueta segunda esposa", dice Elena, "prefiero esposa actual". En su novela ironiza: "¿Por qué no contabilizar también los morreos?". "Puestos a contar, una puede ser la segunda esposa de alguien o el polvo 1.456... Es absurdo considerar a una persona por el puesto en el que ha llegado".

"Llevo nueve años de relación siendo 'la otra', soportando malas caras", dice Ruth C. de la ex de su marido

Sin embargo, la etiqueta segunda esposa ya ha calado. Tanto, que mujeres -y hombres- que no están necesariamente casados, comparten experiencias y agravios en Internet. En el Reino Unido, el Club de las Segundas Esposas (www.britishsecondwivesclub.com) tiene cinco años y 3.500 miembros. Su envergadura hace incluso que publiquen encuestas que concluyen, por ejemplo, que el 63% de sus afiliadas sufren estrés, migrañas, pérdida de peso o alteraciones del sueño. "A no ser que hayas pasado por esta situación no puedes comprender lo que se siente", explicaba su fundadora Linda Mellor hace unas semanas en The Times. En el Reino Unido, el 40% de todos los matrimonios son segundas (o posteriores) nupcias. En España, el 11,3% de hombres y el 10,3% de mujeres que se casan están divorciados.

"Nadie explica nuestra problemática, te sientes muy incomprendida", explica Nuria Sauné, administradora del foro español El Club de las Segundas Esposas en Yahoo. Lo inició otra mujer hace nueve años y tiene unos 1.000 miembros. "Ser una segunda esposa no significa ser una esposa de segunda", dice Sauné. Según ellas, la ley sobreprotege a las primeras. Su queja: favorecer a la mujer frente al hombre en los divorcios acaba perjudicando a la mujer que viene después. En su opinión, "los niños con mejores dientes son siempre hijos de divorciadas". En el foro aludido, los hijos del primer matrimonio siempre van a colegios privados, estudian másteres, llevan mejores bambas, viven en casas más lujosas y sus madres no trabajan, van a la peluquería y "viven del cuento", mientras que las segundas se deben "apretar el cinturón".

La página de Facebook El Club de las Segundas Esposas, creada hace un par de meses como un "grupo de terapia para ahorrar en psicólogos", tiene 30 miembros que no se muerden la lengua. "Hay ex que son como cánceres, no saben cómo reclamar atención y utilizan a sus hij@s". "Perras que ni viven ni dejan vivir", "Barbies divorciadas se quedan con el piso de Ken, el coche de Ken, los hijos de Ken... y luego dormirán tranquilas". Ruth C., de 33 años, creó el grupo porque necesitaba "un desahogo". "Explotar sin pegar gritos", cuenta por teléfono. Prefiere no dar su apellido por si la ex de su marido ve este reportaje y lo usa en su contra en los tribunales: "Aunque no creo que lea nada, más allá del catálogo del IKEA", dice. "Estoy cabreada", admite cuando narra su historia. Su marido se separó de su primera mujer, con la que tiene una hija, hace 16 años. "Llevo nueve años de relación siendo la otra, soportando malas caras, que malmeta con la niña, que monte un número cada vez que hay una boda o un bautizo al que no podemos ir las dos". Lo peor llegó el año pasado cuando para casarse con Ruth su marido pidió el divorcio. "Ella montó en cólera, quiere más dinero, aunque su hija ya es mayor, pero, sobre todo, desea seguir contando, cuando ya no pinta nada... ver feliz a su ex marido le quita el sueño". "Es como el perro del hortelano", dice Ruth de su antecesora. Y eso es de lo más bonito que dice de ella.

"No tenemos un afán revanchista", explica Sauné, "pero a veces te calientas... es cierto que en petit comité nos referimos a las primeras como brujas, pero siempre sale una que tiene el día más lúcido y te tranquiliza". Activo políticamente, su club se ha dirigido a las instituciones para quejarse de una ley del divorcio que consideran discriminatoria. "La economía de sus maridos puede estar mermada, pero ello no significa que la ley ampare más a unos u otros; jurídicamente no hay hijos ni esposas de segunda", explica la abogada matrimonialista Mercedes Hernández-Claverie, con más de treinta años de experiencia defendiendo a unos y otros. "Cuando conoces a un hombre divorciado sabes que carga una mochila; que se vuelva a casar o tenga un nuevo hijo no es causa para liberarle de sus responsabilidades adquiridas".

El problema no es sólo el dinero. "Son conflictos muy complejos, ¿cuánto eres de esta familia y cuánto de la otra?, ¿cuánto quieres a nuestros hijos y a los suyos?", explica Javier Bou, presidente de la Federación Española de Asociaciones de Terapia Familiar. "En las familias reconstituidas no hay un paradigma de roles y muchas veces el orgullo, la rabia y el desamor se anteponen al futuro bienestar". A falta de roles, surgen las etiquetas insultantes: las ex son "chupasangres", las segundas se sienten "la madrastra mala", y en medio, los hombres son siempre "demasiado buenos" (según las segundas, claro; están enamoradas). "La catarsis puede ser lícita", dice el psicólogo, "pero este es un juego en el que ganan todos o pierden todos". "Instalarse en el agravio no sirve de nada", dice Elena, que, como terapia, prefirió escribir un libro a desfogarse en los foros. "No hace falta irse a cenar juntas, pero es necesario tratarse con respeto". Hace diez años, dos estadounidenses casadas consecutivamente con el mismo hombre inventaron una etiqueta para definirse sin insultarse: Esposas políticas. Tras años de broncas, Louise Oxhorn y Lynne Oxhorn-Ringwood llegaron a una fiesta con los mismos zapatos. El detalle les hizo comprender su mezquindad y juntas escribieron el best seller Stepwives. Hoy dirigen la asociación CoMamas, que enseña a primeras y segundas esposas a llevarse bien. Porque, aunque no sepan cómo hacerlo, todas las implicadas están de acuerdo en una cosa: los niños son lo primero.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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